Después de
trabajar 30 años para la Organización de las Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura (FAO), José Esquinas parece
intentar contribuir a la erradicación del hambre con cada palabra
que pronuncia. Tachado de idealista en más de una ocasión, tiene
muy claro que el objetivo que persigue no pertenece a la utopía:
en un mundo que produce comida suficiente para alimentar a un 50%
más de la población mundial, no comprende cómo cerca de 40.000
personas mueren cada día por no ingerir alimentos.
No comprende,
pero sí explica y señala responsabilidades: la falta de voluntad
política impide el acceso a los alimentos en determinados países
del mundo. Se refiere a la pasividad de los dirigentes para evitar
el despilfarro. Aquella que no regula el mercado de los alimentos
para acabar con la especulación y continúa permitiendo el
acaparamiento de tierras. La que mantiene las cifras de la "mayor
pandemia de la humanidad", la que provoca esas "muertes
silenciosas" a las que hace referencia.
Como uno de
los embajadores de la Campaña de Oxfam Intermón
'Alimentos con poder', que trata de poner el foco en la
capacidad de la producción alimentaria como método para fomentar
un desarrollo sostenible, Esquinas nos recibe con ganas de hablar.
A sus 68 años, después de pasar por prestigiosas universidades,
confiesa cuál fue la más productiva: el campo. Escoge un profesor:
su padre. De ahí, quizás, su pasión por la agricultura y su
entrega a la consecución de su meta: lograr que ninguna persona
sufra por llenar su estómago.
¿Cuál es el verdadero poder de los
alimentos?
Los alimentos son la base,
sin alimentos no hay vida. Pero no sólo eso, es mucho más. Un
estómago vacío, una persona con hambre, va a utilizar toda su
capacidad de creación para ver cómo puede alimentarse. Nada más.
Sin embargo, cuando está alimentada utiliza toda esa energía para
crear, para interaccionar, para ayudar, para ser un miembro activo
de una sociedad y poder desarrollarse como ciudadano en todos los
aspectos.
Cuando se habla de ayudar a
la erradicación del hambre, es mucho más que la ayuda asistencial.
No consiste en entregar alimentos. Consiste en ayudar a ayudarse,
ayudar a las poblaciones a no tener la necesidad de pedir comida
porque podrán producirlos por sí mismos. Ahí interviene la idea de
sostenibilidad. Esos son los alimentos con poder.
Sin
embargo, mientras se realizan esfuerzos a nivel mundial por la
erradicación del hambre, las cifras de
despilfarro
continúan en aumento.
Según la FAO, hay comida
suficiente como para alimentar a un 50% más de la humanidad. El
alimento existe, está en el mercado internacional, pero no llega a
la boca del que tiene hambre: es un problema de acceso. Por tanto,
si el problema es de acceso, es determinante la falta de voluntad
política.
En España hoy, en tiempo de
crisis, somos uno de los países con mayor despilfarro: tiramos 7
millones de toneladas métricas de alimentos al año, lo que se
traduce en 165 kg por persona. Tiramos el 30% de los alimentos que
compramos, y lo que es aún más grave: el 15% de los alimentos que
compramos los tiramos sin haber abierto el envoltorio. Es una
cuestión de prioridades.
Usted dice que el hambre existe por falta de voluntad política
para erradicarla. ¿Dónde se refleja esta dejadez de los dirigentes
y por qué cree que no existe una determinación real para acabar
con ella?
El hambre es la mayor
pandemia de la humanidad. Cerca de 40.000 personas al día mueren
como consecuencia del hambre. Si pensamos en otra enfermedad, las
cifras son absolutamente incomparables. Se invirtieron cantidades
enormes de dinero para combatir la gripe A. ¿Cuántos murieron en
todos estos años? 17.000. Es decir, menos de la mitad de los que
mueren en un día de hambre. Si el hambre fuera contagiosa,
habríamos acabado con ella hace muchísimo tiempo.
¿Cuántos murieron en el
atentado contra las Torres Gemelas? ¿Cuántos han muerto en
Filipinas? Siguen siendo menos personas de las que mueren de
hambre en un solo día y, en estos casos, el mundo se pone boca
abajo. Son motivos para hacerlo, pero habría que ponerse también
patas arriba en el caso de los fallecidos por no comer. Son
muertes silenciosas.
Pero hay más: con el 2% de
lo que se ha gastado para solucionar el problema de la banca en
Occidente, podríamos haber acabado con el hambre de una forma
sostenible, fomentando la producción local. Estamos gastando en
armamento 4 mil millones de dólares al día. Si dividimos esta
cifra entre los que mueren cada día, tenemos 100 mil euros por
muerto. Con ese dinero, estas personas podrían vivir más de 100
años, teniendo en cuenta el precio de los alimentos en los países
con mayor índice de mortalidad por esta causa. En 2005, el número
de obesos sobrepasó el número de hambrientos.
¿Por qué ha de tomarse el hambre como un problema global?
Sin seguridad alimentaria,
no es posible la paz ni la seguridad mundial: la mayor amenaza
para la paz es el hambre. Los países desarrollados han empezado a
darse cuenta, por primera vez han introducido el tema de la
seguridad alimentaria en la agenda del G8 y del G20.
El hambre es caldo de
cultivo de los grandes factores desestabilizadores que vemos en
Occidente: la violencia internacional y los movimientos
migratorios. En un mundo globalizado, ya no hay compartimentos
estancos. Estamos en una pequeña astronave, dando vueltas
alrededor del sol, con recursos naturales y limitados. Si se hace
un agujero en esa nave, da igual que el agujero esté en África o
en Europa, se puede hundir la nave entera. Estamos en una casa
común donde si aparecen goteras e inundaciones en la cocina,
también está en peligro el dormitorio.
Un ejemplo es lo que ha
ocurrido en Lampedusa. Cuando muchas personas tienen mas riesgos
de morir quedándose en su país de origen que subiéndose a una
patera, nadie va a impedir que lo hagan. Si se mueren durante el
trayecto, no pasa nada, van a seguir subiéndose en ellas. Nadie va
a poder evitar que vayan de la cocina al dormitorio. Si queremos
acabar con ese descontrol absoluto, debemos ayudar a ayudarse,
intentar que estén bien donde están y que vivan seguros en sus
países. Sin embargo, la Ayuda Oficial al Desarrollo continúa
bajando.
Y
en vez de atajar las causas, se colocan cuchillas.
Eso es miopía política. Eso
es que cuando señalas la luna, están mirando el dedo. Volvemos a
las prioridades: en lugar de incluir en los programas electorales
los problemas importantes, están introduciendo asuntos menores.
Además, por una cuestión humanitaria, colocar cuchillas es un
crimen, no puedes condenar a una persona a morir de hambre allí, o
a cortarse las venas y morir desangrado en la valla. Eso puede ser
legal, pero no es moral.
¿Qué se entiende actualmente como especulación alimentaria?
La especulación en el
mercado de futuro de los alimentos está marcada por la primera
crisis alimentaria, en 2008, que tuvo muchas causas. El cambio de
hábitos alimenticios de los países emergentes, los cambios
climáticos... Pero, sobre todo, el incremento de la producción de
biocombustibles. Su impulso en determinados países provocó que en
una misma cantidad de tierras compitiesen dos objetivos: alimentar
a personas y alimentar coches.
Aunque se ha hecho durante
décadas, la especulación con los alimentos se intensificó a partir
de 2008. Los grandes inversores, que quieren huir de ese mercado
inmobiliario, encuentran refugio en los alimentos, ya que es algo
que todo el mundo necesita para vivir e invierten en el sector.
¿Cómo se especula en el mercado de futuro de los alimentos?
Grandes entidades
financieras con capacidad de invertir deciden que pueden prever
que va a subir el precio de los alimentos en un determinado
periodo de tiempo. Entonces, cuando se espera que se produzca la
subida, compran la producción al agricultor antes de que la
recolecte, o incluso antes de que la siempre, bajo la condición de
que la mantenga en el campo de cultivo hasta que los especuladores
decidan cuándo la puede recoger. De esta forma, solicitan que el
agricultor mantenga su producción en la tierra hasta que tenga un
precio y un comprador determinado.
El agricultor recibe un alto
porcentaje del pago de esos productos antes de producirlos y,
cuando están listos, le avisa: "Ya están maduros, cuando quiera
los recolectamos'. El primer comprador comprueba que las demandas
a la producción puedan satisfacerle. Si es así, dará su
aprobación. Si considera que los precios no le compensan, pedirá
al agricultor que espere un poco más, hasta que este acaba
diciéndole: "Oiga, que el producto empieza a pudrirse, ¿qué
hago?". Y el inversor responde: "Entonces, deje que se pudra, así
subirá el precio".
Eso es la especulación del
mercado de futuro: dejar que los alimentos escaseen para que suban
los precios. Eso es un crimen, pero es un crimen legal. Una de las
soluciones para acabar con el hambre es regular el mercado de
futuro de los alimentos.
En
alguna ocasión usted ha dicho que entró en la ONU con la ilusión
de formar parte del lugar desde donde se supone que se podía
cambiar el mundo. ¿Sigue pensándolo o salió decepcionado?
Muchas veces me he frustrado
por la lentitud, la burocracia, descubrir traiciones a los
verdaderos ideales de la FAO... Ha habido momentos en los que
hasta he llorado de impotencia por ver determinadas
circunstancias. Pero también viví la otra cara. Hoy la ONU es el
único foro internacional global que puede tener debates sobre
determinados temas bajo la atención mediática. Actualmente, las
Naciones Unidas son insustituibles. No son perfectas, pero no
existe un foro menos malo.
Al terminar
la Segunda Guerra Mundial, cuando se creó esta institución, se
dijo: "Nosotros, los pueblos del mundo, establecemos un sistema
[...] para sustituir los cañones por el diálogo". Pero al final,
no fueron los pueblos, sino los Gobiernos del mundo. Quienes están
representados son los dirigentes de los países. En muchos casos no
son democráticos pero, aunque lo sean, muchas veces se anteponen
los intereses de cada Estado, con la vista fijada en las
siguientes elecciones, por encima de los intereses del mundo y de
las generaciones futuras. Es importante ir más a allá, hay que
buscar un foro de pueblos, un Parlamento mundial. No para
sustituir a la ONU, sino para complementarla.