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REFUGIADOS EN MADRID
Cuando son los vecinos los que suplen al alcalde
acogiendo a refugiados
La campaña de frío en Madrid ha arrancado con una huelga
del Samur Social mientras los solicitantes de asilo siguen llegando y acampando
a sus puertas para conseguir un cotizado techo bajo el que dormir. La denuncia
de los medios ha aumentado la solidaridad vecinal, pero los ciudadanos critican
que la acogida no es caridad, sino un deber institucional.

Una vecina voluntaria reparte café a una familia de
solicitantes de asilo procedentes de Venezuela en las puertas del Samur Social
de Madrid.- JAIRO VARGAS
Madrid, 26 de noviembre 2019
JAIRO VARGAS
Aunque el termómetro marca algunos grados más que la
semana pasada, la campaña de frío de los servicios sociales del Ayuntamiento de
Madrid comenzó oficialmente ayer. Eso significa que los solicitantes de asilo
que llegan a la ciudad sin medios económicos ni contactos que les amparen,
tienen aún menos posibilidades de que el Samur Social les dé una de sus
concurridas plazas en los albergues y pensiones de su red para personas sin
hogar. Y, por si fuera poco, la campaña ha comenzado con una huelga de los
trabajadores del Samur Social contra la precariedad y falta de medios y
personal que les impone Grupo 5, la empresa adjudicataria que presta servicios
al Consistorio.
A las 22.00 horas volvía confirmarse que 17 personas
solicitantes de asilo se quedaban en la calle por falta de plazas, entre
ellas, tres niños de un matrimonio de Georgia que han tratado de combatir el
frío de la tarde correteando por la Carrera de San Francisco mientras sus padres
aguardaban, sentados sobre sus maletas, noticias del interior de la rejas que,
desde hace meses, permanecen cerradas a los necesitados.
No dormirán en la calle, al menos esta vez, porque la
denuncia de la situación en cada vez más medios de comunicación ha logrado
movilizar todavía más la solidaridad de vecinos, tanto del céntrico barrio de La
Latina como de otros distritos y ciudades de Madrid. La red ciudadana que lleva
meses tejiéndose ante el abandono institucional se ha encargado de correr
con los gastos de una pensión, al menos para esta noche, a falta de una
respuesta del Ayuntamiento, de la Comunidad de Madrid o del Ministerio de
Trabajo, Migraciones y Seguridad Social (MITRAMISS), de quien dependen las
competencias de asilo y refugio. No es la primera vez que lo hacen. Desde hace
semanas, el grupo de WhatsApp "Acción Vecinal" ha ido creciendo y ya son más
de 50 miembros, explica José Manuel, uno de los participantes. Llevan ropa
de abrigo, comida caliente, café o contribuyen a financiar una caja de
resistencia cuando es necesario que familias con niños, como esta de Georgia, no
duerman sobre cartones en la calle.

Una niña espera sentada sobre sus maletas a que los
trabajadores del Samur Social de Madrid confirme si su familia, procedente de
Georgia, tendrá plaza en un albergue para pasar la noche mientras formalizan su
solicitud de protección internacional.- JAIRO VARGAS
El resto, siete adultos de Venezuela, dos de Colombia,
uno de El Salvador y otro Georgia fueron trasladados a la parroquia vallecana de
San Carlos Borromeo, donde hace ya demasiados meses que el cura Javier Baeza
cambió los bancos de su capilla por colchones en el suelo para dar cobijo a los
que huyen de la violencia, la inseguridad o las crisis humanitarias, sobre todo
en América Latina.
"Los vecinos nos han dado
guantes, bufandas, abrigos y mantas. Nos han invitado a sus casas"
Son familias como la de Alejandro Salazar, periodista
venezolano de 34 años, que llegó hace casi un mes a Madrid junto a su mujer, su
hijo de seis años y su hija, que celebró su primer cumpleaños aquí, el 7 de
noviembre. "Huyo de una fuerte persecución política, de las amenazas", explica
en la puerta del Samur, donde también aguarda su familia. "Nos llamaban por
teléfono diciendo que iban a acabar con nuestras vidas. Nos rompieron el coche,
nos amenazan para acallar las voces críticas con la corrupción y la dictadura de
Nicolás Maduro", afirma. Sostiene que las amenazas provenían del Sebin, el
servicio de inteligencia bolivariano, muy temido en el país por sus detenciones
arbitrarias de dirigentes y militantes opositores y sobre el que pesan denuncias
de torturas. Denuncias con las que los dirigentes conservadores de Ayuntamiento
y Comunidad de Madrid se han llenado la boca en todas las recientes campañas
electorales, pero ahora que la pelota del refugio está en su tejado no parecen
importarles tanto, señalan varios de los vecinos que acuden cada tarde a
acompañar y ayudar en lo que pueden.
Desorientados
"Si no fuera por los vecinos no podríamos haber resistido
hasta hoy. No imaginaba que fuera a ser de esta manera. Huimos casi con lo
puesto por miedo. Nos han dado guantes, bufandas, abrigos y mantas. Nos han
invitado a sus casas algunas noches. Estamos muy agradecidos", afirma Salazar.
La primera semana consiguieron formalizar su solicitud de asilo ante el
Ministerio del Interior. Hasta el 11 de febrero no sabrán si es admitida a
trámite, momento en el que podrán acceder a alguna de las plazas de la red
nacional de acogida del MITRAMISS, donde que también escasean los huecos debido
al colapso que arrastra desde hace dos años y al gran aumento de solicitudes,
sobre todo, desde 2015. Hasta entonces, el matrimonio y sus hijos solo cuentan
con la carta blanca que acredita que no están en situación irregular en el país
y con la solidaridad de vecinos, de la Red Solidaria de Acogida y de la
parroquia vallecana. "Hemos ido a la Cruz Roja, a CEAR, a varias ONG, pero nos
han mandado aquí y aquí nos mandan allá", lamenta. Confiesan haber estado desorientados,
de una institución a otra, puerta por puerta, pero ninguna se abría del todo.
Marcela Pradenas, pasó por lo mismo en 1986, cuando huyó
de la dictadura de Pinochet en Chile y recibió asilo político en Madrid. Por su
experiencia profesional y por su formación, acude desde hace días a la Carrera
de San Francisco para orientar a los recién llegados. "Conozco los
procedimientos. Cómo no voy a ayudar a esta gente si yo pasé lo mismo hace 34
años", asegura. "Están perdidos, esto es una nebulosa para ellos: ONG,
trabajadores sociales, varios distritos, decenas de siglas... Intento
explicarles los pasos básicos que tienen que dar para estar protegidos.
Necesitan sentir que saben hacia dónde van. Yo lo viví así, me confundía con
cada institución, es una burocracia complicada", relata.
"Nosotros no podemos ser la
respuesta. Esto depende de las instituciones"
"Hemos formado grupos de WhatApps, nos relacionamos con
asociaciones de vecinos, la RSA, con la parroquia de Vallecas para saber cuándo
hace falta ropa, cuándo no, para comprar tarjetas de transporte público o lo que
se va necesitando con más urgencia", dice. "Pero nosotros no podemos ser la
respuesta. Esto depende de las instituciones. El ayuntamiento tiene de ceder y
condicionar locales para acoger a esta gente. El alojamiento es su principal
problema ahora mismo y la emergencia social es competencia del Ayuntamiento.
Tienen que aportar recursos", denuncia, y critica que el Consistorio utilice
esta situación para atacar al Gobierno. "Tienen que colaborar todos, no hacer
política con ellos", apunta.

Marcela Pradenas, refugiada política chilena desde
1986, conversa con dos solicitantes de asilo venezolanos para informarle sobre
las etapas del proceso y orientarles sobre los trámites.- JAIRO VARGAS
Sandra opina lo mismo. "Tengo dos niños y vivo en frente.
Me niego como española a normalizar que haya niños durmiendo en la calle. Es
inmoral e ilegal", critica. Por eso, desde que el pasado septiembre empezó a
ver a las familias y sus pequeños empezar a amontonarse en las rejas de la acera
de enfrente —"es la misma gente, pero antes pasaba de las rejas para adentro",
puntualiza— comenzó a trabajar junto a la Red Solidaria de Acogida, la Red
Solidaridad Popular y a conocer la labor del párroco Baeza. "Son héroes y
fundamentales porque saben actuar para solucionar la urgencia. Por eso, ahora
que la participación y el interés de los vecinos está creciendo tanto, es
importante que sepamos canalizarlo hacia estas organizaciones", dice.
"Si no están
aquí las televisiones hay más gente que se queda fuera cada noche"
"Mi casa parece un almacén, está llena de sacos de
dormir, mantas, ropa, cosas que la gente va trayendo. Pero nuestra labor no
puede pasar de ahí, de acompañar hasta que sale un trabajador del Samur con una
lista en la que se dicen nombres. Hay gente que tiene una plaza y gente que no,
pero tienen que esperar aquí hasta las 21.00 o las 22.00 horas. Y si no están
aquí las televisiones hay más gente que se queda fuera", lamenta. "En esta
emergencia hay tres gobiernos muy potentes: local, autonómico y nacional. Si
ellos no son capaces de sacar a cinco niños de la calle, qué podemos esperar. Esto
tendría que ser fácil", insiste. Mientras, montan comisiones para preparar
cenas, hacen turnos para clasificar montones de ropa que les llega e improvisan
parches para un problema estructural. "Es un lotería la cantidad de gente que se
queda en la calle cada noche", dice.

Una voluntaria reparte bufandas entre los solicitantes
de asilo que esperan en las puertas del Samur Social de Madrid un plaza para
pasar la noche.- JAIRO VARGAS
José Luis de la Rocha, de 69 años, ha llegado de
Torrelodones para ver cómo puede colaborar. Preside una pequeña ONG de ayuda a
la infancia y, en su familia, "el tema del asilo está bien arraigado", dice.
Ofrece su casa como último recurso para los que se queden fuera. "Me he enterado
por la prensa y por amigos. Mis hijos están fuera y en casa tenemos sitio para
algunas personas", asegura.
Esta noche no ha hecho falta, quizás mañana sí. De hecho,
es bastante probable, ya que continúa la parálisis entre unas instituciones que
aún no se han puesto de acuerdo ni para fijar un encuentro conjunto, pese a la
insistencia del Ayuntamiento en montar una mesa de diálogo el próximo viernes.
Ni siquiera están de acuerdo en quién tiene qué responsabilidad ni cuándo ante
esta situación. Por eso, la tarde de este lunes, medio centenar de personas se
han concentrado a las puertas del Samur para exigir una respuesta. Muchos de
ellos eran padres y madres acompañados de sus hijos e hijas. "Madrid nunca
fue tan frío", decían las pancartas. 11 grados hacía esta madrugada.

Protesta de vecinos y vecinas contra la falta de
respuesta institucional ante la desprotección de los solicitantes de asilo que
llegan a Madrid.- JAIRO VARGAS
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