https://elpais.com/internacional/2019/05/13/actualidad/1557753878_405936.html
El Robin Hood del Vaticano
El cardenal Konrad
Krajewski, jefe de limosna del Papa, rompe el precinto de una compañía
eléctrica para que las 450 personas de un edificio ocupado en Roma recuperen
la corriente
El cardenal Konrad Krajewski, junto a algunos de los vecinos del edificio
ocupado al restituyó la luz el sábado.
En Italia nadie tiene dudas ya de que Konrad
Krajewski (55 años) es el purpurado más atípico que ha visto pasar en años
el colegio cardenalicio del Vaticano. El polaco, jefe de la casa de
limosna del Papa, dedica sus noches repartir comida entre los desfavorecidos
que viven cerca de San Pedro, a quienes conoce por su nombre. No viste como
un cardenal y rechaza cualquier protocolo de poder o jerarquía, incluido el
apartamento al que tenía derecho por su cargo. Pero este fin de semana,
Krajewski llevó varios grados más allá su lucha contra las injusticias
sociales saltándose incluso la ley para entrar en un edificio ocupado de
Roma en el que viven 450 personas (con 100 niños) y reactivar la corriente
eléctrica, embargada desde hacía una semana. Un gesto del que piensa asumir
las consecuencias, ha dicho, y que ya ha desatado los ataques del ministro
del Interior, Matteo Salvini. Un paso más en la lucha que mantiene el
Vaticano contra las políticas migratorias del Gobierno populista de Italia.
Krajewski, que se fotografió con las familias a las
que ayudó a recuperar la luz, se ha convertido en un héroe popular. "El
Robin Hood del Papa", lo han bautizado los medios italianos. El problema, le
achacan los críticos, es que el edificio en cuestión llevaba ocupado meses y
la factura de la luz, según el propio Salvini, rondaba los 300.000 euros. El
inmueble se encuentra en la vía Santa Croce in Gerusalemme, cerca de la
basílica de San Juan de Letrán. Los habitantes del lugar llevaban varios
días manifestándose contra el corte, algo que debió de atraer la atención
del purpurado que acudió al lugar para dar algunos regalos a los niños.
Krajewski, que antes de convertirse en sacerdote a los 25 años había sido
electricista, advirtió a su llegada de que si al anochecer la compañía
eléctrica no había restablecido la luz, lo haría él mismo. Y así fue.
Alrededor de las ocho de la tarde, el cardenal, un
hombre austero y completamente ajeno a la pompa principesca del cargo,
accedió a la sala de contadores, cerrados con precinto por las autoridades,
y reactivó la corriente, asumiendo la responsabilidad ante la policía y la
compañía distribuidora, ACEA. "Intervine personalmente para reactivar los
contadores. Ha sido un gesto desesperado. Había más de 400 personas sin
electricidad, con familias, niños, sin ni siquiera la posibilidad de
encender los frigoríficos", señaló luego ante el asombro de los periodistas.
La acción del cardenal no es un caso aislado y vuelve
a pone de relieve la lucha soterrada que existe entre los movimientos de
ultraderecha y el Vaticano en el tema de la inmigración. El domingo, de
hecho, un grupo de militantes neofascistas se fue hasta la plaza de San
Pedro con una pancarta en la que se comparaba al Papa con el
general Badoglio, que firmó el armisticio con los aliados en 1943 y es
considerado por este tipo de formaciones fascistas como un traidor.
Más extraño fue que se enzarzase en la pelea también
el ministro del Interior, Matteo Salvini, que desafió al limosnero a pagar
los recibos atrasados. "Cuento con que si ha reactivado la corriente de un
edificio ocupado en Roma pague los 300.000 euros de facturas atrasadas",
dijo en un acto electoral. "Sobre derechos y deberes, creo que todos
vosotros pagáis las facturas con sacrificio (...) Si alguien es capaz de
pagar los recibos de millones de italianos con problemas económicos, me hace
feliz", lanzó.
Krajewski, en el Vaticano el pasado junio. Alessandra Tarantino AP
Las diferencias entre Salvini y el Papa, que nunca le
ha recibido en el Vaticano, vienen de lejos. Ha habido declaraciones veladas
y gestos en direcciones opuestas. Pero últimamente empiezan a tener un nuevo
capítulo casi cada semana. Hace menos de un mes, un cura se embarcó en una
de las naves de salvamento de una ONG que patrullan en el Mediterráneo —que
ahora ha sido embargada por las autoridades italianas— con el permiso de las
autoridades eclesiales italianas (conviene recordar que el Papa es el obispo
de Roma). Un desafío clarísimo al
cierre de puertos a este tipo de navesque lleva a cabo el Gobierno
italiano. Sucede por mar. Pero también por tierra.
La semana pasada, un grupo de vecinos y militantes
del partido
fascista CasaPound se fueron hasta el barrio de Casal Bruciato y se
concentraron en la puerta de la casa de una familia de gitanos que había
recibido un piso de protección oficial. Pretendían que fueran expulsados y
montaron una protesta violenta para desalojarlos. La
alcaldesa de la ciudad, Virginia Raggi, se fue hasta ahí en un gesto
insólito para defender la legalidad y tuvo que salir escoltada. Mientras
tanto, Salvini se dedicó a equiparar a los gitanos a ladrones, traficantes
de droga y vagabundos para justificar la ira de la gente. La respuesta del
Vaticano fue, de nuevo, inmediata.
El Papa invitó a esa familia al día siguiente a una
oración en el Palacio Apostólico y se refirió a lo sucedido. "Hoy leí cosas
malas en el periódico y sufro, porque no es civismo. El amor es civismo. Los
ciudadanos de segunda son aquellos que rechazan a la gente y viven con una
escoba en la mano para expulsar a los otros". Salvini, por supuesto,
respondió diciendo que solo había invitado a los gitanos más elegantes a ese
encuentro.
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