03 Dic
2016
Ignacio
Ramonet
Periodista y escritor. Director de ‘Le Monde Diplomatique’ en español
Tras los dos primeros
encuentros –Roma, 2014 y Santa Cruz (Bolivia), 2015–, el III Encuentro Mundial
de los Movimientos Populares tuvo lugar en Roma del 3 al 5 de noviembre pasado.
Participaron en el evento unos 200 activistas de entre los más pobres de la
Tierra (cartoneros, recicladores de basura, vendedores ambulantes, campesinos
sin tierra, indígenas, desempleados, chaboleros, vecinos de asentamientos
populares, etc.) pertenecientes a 92 movimientos populares procedentes de 65
países de los cinco continentes.
Las
cuestiones que se abordaron fueron, como en los dos encuentros
precedentes, las denominadas tres “T”: “Trabajo, Techo, Tierra”, a los
que se añadieron esta vez las cuestiones de “la democracia y el pueblo”;
el “cuidado del medio ambiente y la naturaleza”; y “los emigrantes y
refugiados”.
Los
participantes se reunieron, durante los dos primeros días, en el Colegio
Internacional Pontificio Maria Mater Ecclesiae ubicado en Via Aurelia
Antica, en Roma, (sede y seminario mayor de los “Legionarios de
Cristo”…).
Entre
los participantes figuraban: Juan Grabois, referente de la Confederación
de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y del Movimiento de
Trabajadores Excluidos (MTE), de Argentina; João Pedro Stédile, del
Movimiento de los campesinos sin tierra de Brasil y de la organización
internacional Vía Campesina; Vandana Shiva, filósofa y ecologista india,
Premio Nobel Alternativo en 1993; y José “Pepe” Mujica, ex presidente de
Uruguay.
El día
5 de noviembre, ya en el seno del Vaticano y después de una misa en la
Basílica de San Pedro a la que se accedió por la Puerta Santa de la
Misericordia, todos los participantes, más unos tres mil activistas de
los movimientos sociales italianos, fueron recibidos en audiencia, en la
inmensa Aula Pablo VI, por el Papa.
En su
discurso de síntesis, Francisco empezó recordando “los diez puntos de
Santa Cruz de la Sierra, donde la palabra cambio estaba preñada de gran
contenido, estaba enlazada a cosas fundamentales: trabajo digno para los
excluidos del mercado laboral; tierra para los campesinos y pueblos
originarios; vivienda para las familias sin techo; integración urbana
para los barrios populares; erradicación de la discriminación, de la
violencia contra la mujer y de las nuevas formas de esclavitud; el fin
de todas las guerras, del crimen organizado y de la represión; libertad
de expresión y comunicación democrática; ciencia y tecnología al
servicio de los pueblos”.
Y
definió “un proyecto de vida que rechace el consumismo y recupere la
solidaridad, el amor entre nosotros y el respeto a la naturaleza como
valores esenciales. Es la felicidad de ‘vivir bien’ lo que la gente
reclama, la ‘vida buena’, y no ese ideal egoísta que engañosamente
invierte las palabras y nos propone la ‘buena vida’”.
¿Qué
les dijo, en el fondo, el Papa a los pobres? Esencialmente cuatro cosas:
1)
¡Rebelaos contra la tiranía del dinero! “Hay
un terrorismo de base que emana del control global del dinero sobre la
tierra y atenta contra la humanidad entera. De ese terrorismo básico se
alimentan los terrorismos derivados como el narcoterrorismo, el
terrorismo de Estado y lo que erróneamente algunos llaman ‘terrorismo
étnico’ o ‘religioso’, pero ningún pueblo, ninguna religión es
terrorista. Es cierto, hay pequeños grupos fundamentalistas en todos
lados. Pero el terrorismo empieza cuando ‘has desechado la maravilla de
la creación, el hombre y la mujer, y has puesto allí el dinero’. Toda la
doctrina social de la Iglesia se rebela contra el ídolo-dinero que reina
en lugar de servir, tiraniza y aterroriza a la humanidad.
Ninguna
tiranía se sostiene sin explotar nuestros miedos. Esto es clave. De ahí
que toda tiranía sea terrorista. Y cuando ese terror, que se sembró en
las periferias con masacres, saqueos, opresión e injusticia, explota en
los centros con distintas formas de violencia, incluso con atentados
odiosos y cobardes, los ciudadanos que aún conservan algunos derechos
son tentados con la falsa seguridad de los muros físicos o sociales.
Muros que encierran a unos y destierran a otros. Ciudadanos amurallados,
aterrorizados, por un lado; excluidos, desterrados, más aterrorizados
todavía, por el otro.
Tenemos que ayudar para que el mundo se sane de su atrofia moral. Este
sistema atrofiado puede ofrecer ciertos implantes cosméticos que no son
un verdadero desarrollo: crecimiento económico, avances técnicos, mayor
‘eficiencia’ para producir cosas que se compran, se usan y se tiran,
englobándonos a todos en una vertiginosa dinámica del descarte… pero
este mundo no permite el desarrollo del ser humano en su integralidad,
el desarrollo que no se reduce al consumo, que no se reduce al bienestar
de pocos, que incluye a todos los pueblos y personas en la plenitud de
su dignidad, disfrutando fraternalmente de la maravilla de la Creación.
Ese es el desarrollo que necesitamos: humano, integral, respetuoso de la
Creación, de esta casa común”.
2) ¡Sed
solidarios! “¿Qué le
pasa al mundo de hoy que, cuando se produce la bancarrota de un banco,
de inmediato aparecen sumas escandalosas para salvarlo, pero cuando se
produce esta bancarrota de la humanidad no hay casi ni una milésima
parte para salvar a esos hermanos que sufren tanto? Y así, el
Mediterráneo se ha convertido en un cementerio, y no sólo el
Mediterráneo… tantos cementerios junto a los muros, muros manchados de
sangre inocente. El miedo endurece el corazón y se transforma en
crueldad ciega que se niega a ver la sangre, el dolor, el rostro del
otro.
¿Qué
hacer frente a esta tragedia de los migrantes, refugiados y desplazados?
Les pido que ejerciten esa solidaridad tan especial que existe entre los
que han sufrido. Ustedes saben recuperar fábricas de la bancarrota,
reciclar lo que otros tiran, crear puestos de trabajo, labrar la tierra,
construir viviendas, integrar barrios segregados y reclamar sin descanso
como esa viuda del Evangelio que pide justicia insistentemente (1). Tal
vez con vuestro ejemplo y su insistencia, algunos Estados y organismos
internacionales abran los ojos y adopten las medidas adecuadas para
acoger e integrar plenamente a todos los que, por una u otra
circunstancia, buscan refugio lejos de su hogar. Y también para
enfrentarse a las causas profundas por las que miles de hombres, mujeres
y niños son expulsados cada día de su tierra natal”.
3)
¡Revitalizad la democracia! “La
relación entre pueblo y democracia. Una relación que debería ser natural
y fluida pero que corre el peligro de desdibujarse hasta ser
irreconocible. La brecha entre los pueblos y nuestras formas actuales de
democracia se agranda cada vez más como consecuencia del enorme poder de
los grupos económicos y mediáticos que parecieran dominarlas. Los
movimientos populares no son partidos políticos y, en gran medida, en
eso radica su riqueza, porque expresan una forma distinta, dinámica y
vital de participación social en la vida pública. Pero no tengan miedo
de meterse en las grandes discusiones, en Política con mayúscula, y cito
a Pablo VI: ‘La política ofrece un camino serio y difícil –aunque no el
único– para cumplir el deber grave que cristianos y cristianas tienen de
servir a los demás’ (2). O esa frase que repito tantas veces: ‘La
política es una de las formas más altas de la caridad, del amor’”.
Ustedes,
las organizaciones de los excluidos y tantas organizaciones de otros
sectores de la sociedad, están llamados a revitalizar, a refundar las
democracias que pasan por una verdadera crisis. No caigan en la
tentación del corsé que los reduce a actores secundarios, o peor, a
meros administradores de la miseria existente. En estos tiempos de
parálisis, desorientación y propuestas destructivas, la participación
protagónica de los pueblos que buscan el bien común puede vencer, con la
ayuda de Dios, a los falsos profetas que explotan el miedo y la
desesperanza, que venden fórmulas mágicas de odio y crueldad o de un
bienestar egoísta y una seguridad ilusoria.
Sabemos
que mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres,
renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación
financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se
resolverán los problemas del mundo y, en definitiva, ningún problema. La
inequidad es raíz de los males sociales”.
4) ¡Sed
austeros! ¡Huyan de la corrupción! “Así
como la política no es un asunto de los ‘políticos’, la corrupción no es
un vicio exclusivo de la política. Hay corrupción en la política, hay
corrupción en las empresas, hay corrupción en los medios de
comunicación, hay corrupción en las iglesias y también hay corrupción en
las organizaciones sociales y los movimientos populares. Es justo decir
que hay una corrupción naturalizada en algunos ámbitos de la vida
económica, en particular la actividad financiera, y que tiene menos
prensa que la corrupción directamente ligada al ámbito político y
social. Es justo decir que muchas veces se manipulan los casos de
corrupción con malas intenciones. Pero también es justo aclarar que
quienes han optado por una vida de servicio tienen una obligación
adicional que se suma a la honestidad con la que cualquier persona debe
actuar en la vida. La vara es más alta: hay que vivir la vocación de
servir con un fuerte sentido de la austeridad y la humildad. Esto vale
para los políticos pero también vale para los dirigentes sociales y para
nosotros, los pastores.
A
cualquier persona que tenga demasiado apego por las cosas materiales o
por el espejo, a quien le gusta el dinero, los banquetes exuberantes,
las mansiones suntuosas, los trajes refinados, los autos de lujo, le
aconsejaría que se fije en qué está pasando en su corazón y rece para
que Dios lo libere de esas ataduras. El que tenga afición por todas esas
cosas, por favor, que no se meta en política, que no se meta en una
organización social o en un movimiento popular, porque va a hacer mucho
daño a sí mismo, al prójimo y va a manchar la noble causa que enarbola.
Que tampoco se meta en el seminario. Frente a la tentación de la
corrupción, no hay mejor antídoto que la austeridad; esa austeridad
moral y personal.
La
corrupción, la soberbia, el exhibicionismo de los dirigentes aumenta el
descreimiento colectivo, la sensación de desamparo y retroalimenta el
mecanismo del miedo que sostiene este sistema inicuo”.
En
conclusión, el Papa Francisco citó al fallecido dirigente afroamericano,
Martin Luther King, el cual optó por el amor fraterno aún en medio de
las peores persecuciones y humillaciones: “Cuando te elevas al nivel del
amor, de su gran belleza y poder, lo único que buscas derrotar es los
sistemas malignos. A las personas atrapadas en ese sistema, las amas,
pero tratas de derrotar ese sistema. (…) Odio por odio sólo intensifica
la existencia del odio y del mal en el universo. Si yo te golpeo y tú me
golpeas, y te devuelvo el golpe y tú me lo devuelves, y así
sucesivamente, es evidente que se llega hasta el infinito. Simplemente
nunca termina. En algún lugar, alguien debe tener un poco de sentido, y
esa es la persona fuerte. La persona fuerte es la persona que puede
romper la cadena del odio, la cadena del mal” (3).
________________
NOTAS:
(1) Cf. Lc
18,1-8.
(2) Lett.
Ap. Octogesima adveniens, 14 de mayo 1971, 46.
(3) Sermón en la iglesia Bautista de la avenida Dexter, Montgomery
(Alabama), 17 de noviembre de 1957.