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CATALUÑA

SOS por la pobreza infantil

Cruz Roja reparte alimentos a 62.000 niños, 3.400 más que en todo el año pasado Organizaciones y escuelas alertan de que no se combate solo dando comida

Enseñanza se compromete a revisar las becas comedor denegadas

Juan Ramón Lugo recoge alimentos en la Cruz Roja del Masnou. / Massimilano Minocri

“Mis hijos comer, comen, pero en casa la carne es un lujo que no podemos permitirnos. Incluso para que no gastemos gas, mis suegros nos cuecen en su casa las legumbres que nos dan del banco de alimentos”, explica José Ramón Lugo, que se emociona al recordar las penurias que desde hace un año se han instalado en su hogar. Hasta hace poco, José Ramón pertenecía a la llamada clase media. Trabajaba como camarero y su mujer, como asistenta social. Ahora ambos están en paro y la familia, con dos hijos de tres y 12 años, sobrevive con los escasos 600 euros que cobra la mujer por la prestación de desempleo. Ahogado por facturas sin pagar y sin trabajo a la vista, este año se ha visto obligado a recurrir a Cruz Roja para cubrir la alimentación de sus hijos. Estos son dos de los 3.419 menores nuevos —el 5,8% más— que la entidad ha atendido este año y que elevan hasta 61.792 la cifra total de niños asistidos por la organización.

Pero entidades sociales y escuelas advierten de que la pobreza infantil no solo se reduce a las carencias alimentarias y piden que se trate de forma transversal. “Mi hijo mayor se da cuenta de la situación familiar. Cuando quiere salir con sus compañeros, por ejemplo, sabe que no hay dinero. Y para comprar el ordenador portátil que necesita en el instituto unos amigos nos dejaron el dinero, que espero devolver pronto”, explica el padre.

Las alarmas alrededor de la malnutrición infantil saltaron esta primavera a raíz de los 2.865 niños detectados en Barcelona con carencias de alimentación. Y tomó mayor magnitud cuando el Síndic de Greuges emitió un informe en verano alertando de que 50.000 niños sufrían privaciones alimentarias y de que se habían detectado 750 casos de desnutrición. “Ocho de cada 10 familias en situación de vulnerabilidad no pueden garantizar una alimentación adecuada en casa. El año pasado asistimos con ayuda general a unos 90.000 menores y este año superaremos la cifra”, señala el coordinador de Cruz Roja en Cataluña, Enric Morist.

Los pediatras alertan de la caída de las vacunas no obligatorias a menores

Ante el aumento de la pobreza por el enquistamiento de la crisis, el Banco de Alimentos, principal proveedor de productos básicos a las entidades sociales, ha puesto en marcha un gran dispositivo para recoger 3.000 toneladas de alimentos en el Gran Recapte, la campaña anual de recogida de alimentos que se celebra en toda Cataluña el próximo fin de semana. Jordi Peix, su vicepresidente, asegura que cada vez atienden a más niños. En total, la entidad distribuye alimentos a unos 253.000 catalanes, de los cuales 41.000 son menores de ocho años.

Los constantes gritos de alerta de escuelas, entidades sociales y partidos de la oposición, llevaron al Gobierno catalán a aumentar la dotación de becas comedor en 1,8 millones este curso, hasta alcanzar los 34 millones. Algunas escuelas, como la Mestre Morera de Barcelona, aseguran que ya notan el aumento de las ayudas. De 115 niños que se quedan en el comedor, un centenar tienen beca, cuando el año pasado solo la tenían 80. No obstante, consejos comarcales y las asociaciones de padres y madres han alertado de que el aumento presupuestario, que da para 3.500 ayudas más, se queda corto teniendo en cuenta que hay más de 17.000 becas denegadas solo en la mitad de las comarcas. El resto todavía está finalizando el proceso de concesión, cosa que ha desatado las críticas de la Fapac (la federación de AMPA de Cataluña), que pide más celeridad. Enseñanza se ha comprometido a revisar las denegaciones y dar beca a las familias más necesitadas, aunque apenas ha empezado esta tarea.

Más productos frescos

“Es curioso, no tenemos dinero, pero los niños están engordando”, reflexionaba Lluïsa Alarcón, una madre de Castelldefels que recibe la ayuda alimentaria de la Cruz Roja para sus cuatro hijos: “El único pescado que ven es el atún y las sardinas enlatadas”. Para Noemí Rocabert, directora de la escuela Mestre Morera, “la obesidad infantil es una epidemia”. Varias entidades sociales alertan de este fenómeno y piden que los bancos de alimentos incluyan productos frescos. Algunas entidades han empezado a cambiar los paquetes de alimentos por vales en supermercados.

Algunos expertos dicen que el aumento de la obesidad se debe a malos hábitos alimentarios. “Muchos niños no cenan, solo toman cuatro chuches y a dormir”, explica Jordi Peix, del Banco de Alimentos.

“Dar dinero para bocadillos no soluciona el problema. La pobreza infantil no se puede reducir a la alimentación, es un problema transversal y hay que tener en cuenta las causas que lo motivan, que es la situación de las familias y aspectos como la vivienda, el trabajo...”, explica Enric Canet, del Casal dels Infants. “Los menores en riesgo de exclusión tienen un tsunami de necesidades”, añade el responsable de Cruz Roja. Un ejemplo lo pone el presidente de la Sociedad Catalana de Pediatría, Ferran Moragas-Llop, que apunta un descenso en el número de vacunas no obligatorias, que no están financiadas por la Seguridad Social, pero que sí están recomendadas por los especialistas. “En dos años, alrededor de una cuarta parte de los niños que se vacunaban ya no lo hacen”, dice.

Los expertos que tratan con menores alertan de los efectos psicológicos que provocan en los niños la falta de recursos materiales, las deficiencias de la vivienda o la tensión y angustia que viven en casa. Esto se traduce en “inseguridad e inestabilidad en los niños”, según Marta Caramés, responsable de los centros Paidós de Atención a la Infancia de Cáritas. Y ello, irremediablemente, se nota en la escuela. “Los niños que viven en un entorno resquebrajado presentan diferentes desajustes como apatía, disrupción o angustia. Y eso se plasma en tres conductas básicas: llaman la atención, se evaden o están ausentes. No están dispuestos a aprender y así es muy difícil trabajar”, explica Noemí Rocabert, directora de la escuela Mestre Morera.

“La pobreza infantil ha sido invisible, al menos hasta el periodo más reciente, y solo ha dejado de serlo cuando se ha convertido en un problema social para el colegio o el sistema sanitario”, tercia el profesor de Sociología de la Universidad de Zaragoza, Pau Marí-Klose, en un artículo elaborado para la Fedaia (Federación de Entidades de Atención a la Infancia y la Adolescencia). El docente considera necesario actuar sobre la pobreza infantil para prevenir fracturas sociales y para ahorrar costes futuros al erario público. “Los individuos que atravesaron situaciones de pobreza en la infancia tienen un riesgo más alto de abandonar los estudios prematuramente y tienden a experimentar más dificultades de inserción laboral”, añade.

Para combatir estas secuelas, los profesionales insisten en evitar estigmatizar la situación. “Los niños adquieren un papel adulto cuando son conscientes de los problemas de los mayores. Los padres tienen que normalizar al máximo la situación y evitar transmitirles la angustia que viven”, explica el coordinador de la comisión de infancia del Colegio de Trabajadores Sociales de Cataluña, David Nadal.

Sin noticias del protocolo

Ante la alarma disparada desde las escuelas y las entidades sociales la pasada primavera, la Generalitat decidió poner en marcha un protocolo de actuación ante “eventuales situaciones de dificultad en la alimentación”. Las instrucciones se enviaron a las escuelas e indican a los profesores que los posibles casos de malnutrición deben comunicarse a los servicios sociales para que estudien si la familia recibe las ayudas suficientes.

No obstante, el protocolo, firmado por los departamentos de Enseñanza y Bienestar y Familia —Salud no se sumó—, no explica los síntomas y señales que pueden esconder casos de malnutrición. Ninguno de los dos departamentos quiso el viernes valorar el funcionamiento de este mecanismo.