Familias a las que la Generalitat ha retirado sus hijos
denuncian el modelo de protección a la infancia
Sergio Haimovich con sus dos hijas, apartadas de su padre
durante 5 años por la DGAIA Sandra Lázaro
El modelo catalán de protección a la infancia ha sido puesto
en duda por diversos colectivos, expertos y afectados por el
sistema, que critican la forma como se llevan a cabo los
procedimientos de desamparo, es decir, la retirada de la
tutela familiar de un menor por situaciones de riesgo. Los
afectados cuestionan un modelo donde la Administración tiene
unas competencias absolutas sobre el destino de los niños y el
futuro de sus familias. Un procedimiento en el que las partes
afectadas están desprotegidas y no tienen posibilidad de
defenderse de la mano de un abogado, como sí ocurre en los
procesos judiciales. En este modelo son los técnicos los que
hacen la evaluación y proponen el desamparo, una decisión que
separa a los menores de sus padres y los aleja de su casa. Al
menos dos entidades aglutinan más de 600 familias disconformes
con cómo les han retirado a sus hijos.
En Catalunya hay 6.792 menores separados de sus familia y
tutelados por la Dirección General de la Infancia y la
Adolescencia (DGAIA), según los datos del Departamento de
Trabajo y Asuntos Sociales de la Generalitat del último
trimestre de 2015. De éstos, 4.800 han sido declarados en
desamparo por razones relacionadas con el maltrato y el resto
por desprotección infantil.
De los 4.800 desamparos decretados por maltrato, 2.800
responden a casos de negligencia, esto es, según explica el
Departamento de Trabajo y Asuntos Sociales a este medio, por
motivos relacionados con la alimentación, la higiene, la
atención médica, la educación, la vestimenta, la vigilancia o
la seguridad. "Se entiende como negligencia cuando las
necesidades básicas del niño o adolescente no son atendidas",
explican.
"El sistema de protección a la infancia
es un sistema donde caben los prejuicios", asegura Ceneta Pi,
que trabajó durante nueve años en la DGAIA y es autora del
libro 136 dies al niu del cucut (Ed. Acidalia), donde relata
un caso de desamparo. Pi asegura que hay maneras de hacer de
las familias con sus hijos que los profesionales no pueden
comprender pero que no siempre implican riesgo, como por
ejemplo que una familia no lleve a los niños a la escuela por
motivos culturales o que no pueda garantizar su alimentación
por causas económicas. En todo caso, esta conocedora del
sistema asegura que en la mayoría de situaciones se trata de
circunstancias transitorias con las que se podría trabajar con
ayudas vinculadas a unos servicios sociales potentes.
"Se aplican medidas drásticas cuando la
mayoría de situaciones son variables, deberíamos ser más
flexibles", comenta Jaume Funes, educador social y exadjunto
por la defensa de los derechos de los niños del Síndic de
Greuges (el defensor del pueblo catalán). "Parece más fácil
actuar sobre el niño que no ayudar a las familias", añade. "No
hay posibilidad de protección sin política de infancia en los
barrios. Al sistema de protección sólo deberían llegarle los
casos graves y trabajar con el resto en los barrios", denuncia
Funes.
La asociación Stop Impunidad Maltrato
Infantil (Simicat) acumula ya 50 casos de desamparos con los
que los padres no están de acuerdo, y la Asociación para la
Defensa del Menor, APRODEME, aglutina a varias familias a las
que la Administración les ha retirado la custodia, tiene 571
socios, y recibe un promedio de 92 quejas al mes a través de
la web, el teléfono o por correo electrónico.
Revocar la decisión de la DGAIA sobre
un desamparo se puede hacer únicamente a través de la vía
judicial, un procedimiento que no muchas familias pueden
seguir por falta de herramientas. En los casos en que esto
ocurre, alguna vez el juez ha terminado decretando la nulidad
de ese desamparo evidenciando que la Administración se había
precipitado a la hora de tomar la decisión. Es el caso del
doctor del Hospital del Mar y padre de familia Sergio
Haimovich, al que la DGAIA apartó de sus tres hijas en 2008.
El juez acabó revocando la decisión de desamparo dos años
después de ser decretada. La sentencia decía que no se habían
acreditado malos tratos hacia las menores. Con todo, ya que
después de este procedimiento judicial vino el del reparto de
la custodia, Haimovich tardó 5 años en poder hacer de padre
otra vez debido a la intervención de la Administración.
El futuro de las familias en manos
de cuatro técnicos
"Hemos diseñado una estructura
parajudicial que con pocos recursos debe evaluar cosas muy
importantes y el riesgo a equivocarse es muy grande", asegura
Ceneta Pi en declaraciones a este diario.
En Catalunya el proceso de
determinación de desamparo y asunción de la tutela es de tipo
administrativo, no es un juez quien toma la decisión sobre el
futuro de un menor y su familia. Los encargados de hacerlo son
técnicos contratados por los ayuntamientos y los consejos
comarcales que trabajan para la DGAIA y que se organizan a
través de los llamados Equipos de atención a la infancia y la
adolescencia (EAIA).
En Catalunya hay 53 equipos repartidos
por todo el territorio. Cada uno de ellos está formado por
cuatro profesionales, con perfiles diferentes, pero al menos
lo forman un psicólogo, un pedagogo y un asistente social. Una
vez reciben la alerta de que un niño podría estar en riesgo,
evalúan la situación y hacen una propuesta a la DGAIA, que en
algunos casos puede ser la del desamparo. "El EAIA hace la
investigación, juzga y sentencia, esto desde un punto de vista
jurídico no se sostiene", denuncia Pi.
Pi, que trabajó durante nueve años en
la DGAIA, asegura que toda la responsabilidad recae sobre unos
técnicos que no tienen una red en su entorno para hacer un
verdadero control de la situación. "Esto provoca que la
decisión acabe siendo sólo técnica y en algunos casos puede
ser arbitraria", apunta.
Sin embargo, son estos profesionales
los que tienen entre sus manos el futuro de las familias. De
hecho, el Departamento de Trabajo y Asuntos Sociales admite
que "se da un papel relevante a los equipos técnicos
competentes durante los procesos de desamparo". La DGAIA
termina, simplemente, ratificando lo que han hecho los
técnicos, sin que el procedimiento de evaluación pase por
ningún control. "Un técnico que tiene el poder de sacar a un
niño de su casa debería tener un mecanismo serio de revisión
de los casos", concluye Pi.
Jaume Funes asegura además que en
algunos casos se trata de profesionales que no tienen un
perfil profesional con criterios afinados. "Los técnicos que
hacen los primeros informes muchas veces no hablan con las
familias todo lo que deberían hablar", asegura. Sin embargo,
el director general de la DGAIA, Ricard Calvo, explica en
declaraciones a este diario que son equipos preparados que
tienen una "formación específica" y con un "nivel de
especialización muy alto". Argumenta además que se les pide
experiencia previa y se les da formación complementaria. Este
medio ha pedido los requisitos que deben cumplir los técnicos
para obtener una plaza en un equipo EAIA, pero el Departamento
de Trabajo y Asuntos Sociales no lo ha detallado.
Falta de transparencia e
imposibilidad de negociar
Judith Martínez Velasco, presidenta de
Simicat, cuenta que nunca se hacen llegar a los afectados los
documentos que elabora la EAIA mientras se estudia el caso
hasta el día en que ya se ha decretado el desamparo. Esta
abogada tiene una hermana pediatra a quien la DGAIA le retiró
la hija mientras se estaba divorciando de su marido y
discutiendo la custodia de la menor en los tribunales. Dos
sentencias habían dado la custodia a la madre pero la DGAIA se
puso en medio del proceso y declaró a la niña desamparada. "Mi
hermana nunca conoció los informes que pasaban los técnicos a
la DGAIA hasta el día del desamparo", denuncia Velasco.
De esta manera, Ceneta Pi constata
también que las familias no tienen posibilidad de contrastar
lo que los técnicos terminan describiendo en los informes y
que todo ello está rodeado de una falta de transparencia
enorme. "¿Por qué hay resistencia a que las entrevistas entre
los padres y los profesionales que instruyen el expediente de
riesgo o desamparo puedan ser grabadas, como lo son,
actualmente, todos los juicios? ¿O por qué no se hacen
en presencia de un abogado?", se pregunta esta exempleada de
la DGAIA.
De hecho, no hay posibilidad de que los
familiares puedan seguir este procedimiento de la mano de un
abogado. En las entrevistas tampoco hay ningún observador
externo para controlar que todo se hace correctamente. En
cambio, en el marco judicial cualquier acusado tiene derecho a
la defensa y, además, el juez que instruye el caso no es el
mismo que dicta sentencia, algo que sí que ocurre en el modelo
de protección a la infancia catalán.
"El proceso administrativo es positivo
para temas de garantía, pero la garantía se convierte en una
estructura tan rígida que no permite la negociación", añade
Funes. Así se manifiesta también Francisco Cárdenas,
presidente de la asociación APRODEME y uno de los afectados
por la DGAIA, que asegura que en algunos casos la
administración puede tener razón, pero no permite a las
familias defenderse. "El problema de fondo es que se trata de
un procedimiento en el que no hay garantía de defensa",
asegura.
Una vez que el menor ha sido retirado
de su familia, los equipos tienen ocho meses para decidir qué
medida protectora se le debe aplicar. Una propuesta que está
diseñada de nuevo por varios técnicos, que a través de
entrevistas con la familia y con el menor acaban decidiendo.
Se pueden decantar por la acogida en un centro de menores, el
acogimiento en familia ajena, que sea acogido por otros
familiares –la llamada familia extensa–, que quede en
preadopción, o puede que lo devuelvan a su familia.
María Rosa Gómez, a quien la
Administración le ha retirado su hijo de cinco años hace sólo
dos meses, se encuentra ahora en este punto. Esta afectada
explica que en estos dos meses nadie la ha evaluado
psiquiátricamente de forma suficiente para comprobar si sufre
o no un trastorno mental, motivo por el cual le retiraron el
menor, según consta en su expediente de desamparo al que ha
tenido acceso este diario. "Sólo me han pedido que aporte la
escritura de la casa, unos análisis de sangre y que justifique
los ingresos, motivos por los que considero que no me pueden
quitar los hijos", lamenta esta madre.
El camino casi imposible para
recuperar al hijo
Una vez decretado el desamparo los
técnicos elaboran un plan de trabajo que entregan a las
familias para que puedan trabajar para recuperar al menor.
"Los planes de mejora son inaccesibles. Se pide, por ejemplo,
trabajo estable, compatible con los horarios escolares. Esto
hoy en día es imposible", asegura el experto en infancia Jaume
Funes. "El plan de trabajo debería ser un contrato y que si se
cumpliera permitiera a la familia recuperar el hijo. Pero a
veces estos planes piden cosas que no son tangibles y que no
se pueden evaluar y menos si no se está con el hijo", remarca
Ceneta Pi.
El conocido como caso Alba, el de una
niña que fue maltratada severamente por su padrastro en 2006 y
quedó discapacitada debido a la agresión, despertó una fuerte
crítica por parte de la sociedad hacia la falta de protección
de la menor. Ese caso supuso un punto de inflexión hacia el
endurecimiento del sistema de protección infantil. "Agudizó
las preocupaciones y las sospechas. Generó más
judicialización. Ante la duda, desamparan. Especialmente
porque no existen profesionales en el territorio que puedan
hacer una vigilancia protectora activa que reduzca la
probabilidad de maltrato", constata Funes.
"Como sociedad no podemos asumir casos
graves como el de Alba, en el que no se retiró la niña a
tiempo, pero en cambio parece que podemos asumir que se
declaren en desamparo niños sin pruevas concluyentes y sin que
la separación de la familia les aporte ninguna protección
real", denuncia Pi.
Con todo, Ricard Calvo, director de la DGAIA, admite que "no
se habrá trabajado suficiente con las familias si éstas no
tienen su hijo". Aún así, a los ojos de este representante de
la Administración hay familias que son "irrecuperables".