DESALAMBRE
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Aguas contaminadas y aire irrespirable: cómo afectan nuestros
plásticos a comunidades rurales de Asia
Medio ambienteChina cerró
sus fronteras en enero de 2018 a la importación de varios tipos de desechos,
entre ellos el plástico y la basura electrónica
Los residuos se han desplazado a varios países del
sudeste asiático que están sufriendo el impacto medioambiental de la
industria del reciclaje
España fue el sexto país del mundo que más plástico
envió a Tailandia entre 2014 y 2018, y el octavo a Malasia, durante los
primeros meses de 2018
Laura Villadiego - Bangkok (Tailandia)
30/06/2019
Contenedores de plástico importado en Lat Krabang
(Tailandia) el 1 de junio de 2018. Karnt
Thassanaphak / Earth
Hace año y medio, los vecinos de Mae Nam Khu, un
pequeño distrito tailandés a un par de horas de la capital, Bangkok,
empezaron a sentir que el aire se volvía cada vez más pesado. Una de las
fábricas de reciclaje de plástico que operaba en la zona había aumentado su
actividad repentinamente. "Antes solo funcionaba algunos días a la semana.
Ahora está permanentemente en funcionamiento. Todos los días; día y noche.
El olor se ha vuelto muy intenso", explica Somnuck Jongmeewasin, un
activista de la zona e investigador sobre asuntos medioambientales.
La fábrica de Mae Nam Khu es una de las beneficiadas
directas por la prohibición que China impuso en enero de 2018 a la
importación de varios tipos de desechos, incluyendo cualquier tipo de
plástico que no fuera 99,5% puro. Las autoridades del gigante asiático, que
hasta entonces había importado aproximadamente el 45%
del tráfico mundial de desechos de plástico, alegaban los problemas
medioambientales que generaba una industria que era utilizada por los países
ricos para aliviar sus problemas de gestión de basuras.
La decisión dejaba así millones de toneladas de
plástico –se calcula que unos 111 millones de toneladas métricas hasta 2030–
en busca de un nuevo vertedero y una crisis medioambiental a la deriva. Los
países afectados buscaron nuevos destinos que les permitieran olvidarse de
sus residuos por un módico precio, una oportunidad que se abrió en
los Estados del sudeste asiático, la mayoría de ingresos bajos o medios con
altos niveles de corrupción. "Por desgracia, la región del sudeste asiático
es la zona escogida para verter desechos foráneos tras la prohibición de
China de 2018", asegura Lea Guerrero, directora de Greenpeace en Filipinas.
Millones de toneladas procedentes de España
Parte de estos residuos proceden de España, según
datos proporcionados por organizaciones medioambientales. Así, según un
reciente estudio publicado por la ONG tailandesa Earth (Tierra en inglés),
Tailandia importó entre 2014 y 2018 casi 25 millones de toneladas de
desechos plásticos procedentes de España, siendo así el sexto país del mundo
que más residuos de este tipo enviaba al Estado asiático. En el caso de
Malasia, España fue el octavo mayor exportador entre enero y julio de 2018,
con 20,6 millones de toneladas enviadas durante ese periodo, según datos del
Gobierno malasio recogidos por Greenpeace.
Buena parte de esa basura compuesta de plásticos y de
desechos electrónicos, que también son ahora rechazados por China, son
exportados a estos países utilizando lagunas legales, explica Guerrero. Así,
la exportación de desechos peligrosos está regida por la Convención de
Basilea, un convenio internacional que entró en vigor en 1992 y que limita
–y en algunos casos prohíbe– el intercambio transfronterizo de este tipo de
residuos, especialmente cuando se dirigen a países empobrecidos. Aunque
originalmente incluía principalmente desechos que contuvieran metales
pesados, como la electrónica o desechos médicos, recientemente, se acordó
incluir en la lista de residuos peligrosos los plásticos no reciclables.
Sin embargo, la convención deja abierta la puerta a
que se envíen estos desechos aunque estén prohibidos si van a ser destinados
a su reciclaje –supuestamente, cumpliendo unos estándares mínimos de
seguridad–, algo que muchos países han utilizado para deshacerse de basura
que en la práctica no se puede aprovechar, explica Guerrero. "Buena parte de
la basura termina en vertederos o se quema en sitios ilegales, creando
problemas para las comunidades y el medio ambiente", afirma la activista.
Contenedores repletos de plástico en Puerto Klang
en Selangor (Malasia). EFE
Decenas de comunidades como Mae Nam Khu ya
han empezado a padecer los efectos de este nuevo negocio. Malasia, donde ya
había una industria del reciclaje antes de la prohibición de China, ha sido
uno de los países más afectados. "Ha habido denuncias por parte de las
comunidades por la quema de residuos. No todo puede ser reciclado y la quema
contamina el aire", asegura Heng Kiang, de Greenpeace en Malasia.
En Tailandia, el informe de la organización Earth
también ha denunciado los impactos de la expansión de las plantas de
reciclaje, la mayoría de ellas con capital chino. "Los inversores chinos
estaban muy bien preparados para hacer que el negocio sobreviviera –fuera de
las fronteras chinas–" , asegura Penchom Saetang, directora de Earth, quien
explica que las nuevas plantas han contaminado las aguas de varias
localidades debido a la mala gestión de los residuos. "Este tipo de
intercambio internacional es muy peligroso para los países en desarrollo",
continúa Penchom.
La crisis ha sido tal que hace unas semanas el
Gobierno de Malasia decidió devolver 3000 toneladas de plástico no
reciclable a varios países occidentales, entre ellos España. Indonesia hizo
lo mismo días después y ha enviado a Estados Unidos cinco contenedores con
papel que supuestamente era para reciclar, pero en el que había otros
desechos como plásticos, caucho o pañales.
Residentes de Tha Than (Tailandia) protestando
frente a las oficinas del gobierno en diciembre de 2018 contra los "residuos
tóxicos". Imagen cedida a la ONG Earth por un vecino de Tha Than
En Mae Nam Khu, los aldeanos ya han comenzado a
sufrir problemas de salud relacionados con las emisiones de la fábrica
generadas cuando se funde el plástico. "Algunas personas están desarrollando
alergias, otros incluso fiebre", asegura el investigador Somnuck
Jongmeewasin. Varios estudios han atribuido importantes efectos en la salud
del tratamiento de estos residuos, especialmente cuando se queman. "Queman
por las noches el plástico que no pueden reciclar. Es peligroso. Los
plásticos tienen muchos componentes y varios de ellos afectan a la salud",
continúa Somnuck.
Sin embargo, las comunidades no se están quedando de
brazos cruzados y varias han iniciado acciones para que se cierren las
fábricas. Mae Nam Khu es una de ellas. Sus vecinos han denunciado a la
empresa por no tener las licencias pertinentes, cuenta Somnuck. Varias
organizaciones medioambientales han lanzado además una campaña para que
todos los países de la región firmen una enmienda voluntaria de la
Convención de Basilea que prohíba el envío de estos desechos incluso si es
para su reciclaje. "Un país solo no puede hacerlo. Necesitamos mecanismos
internacionales que eviten que el sudeste asiático se convierta en un
vertedero", concluye Penchom.
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