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Deja dormir a tu hijo adolescente toda la mañana: no es consentirle, lo necesita
El descontrol hormonal en la adolescencia hace que la
sensación de sueño no aparezca hasta después de las doce de la noche, dos
horas más tarde que en adultos y niños
"La sociedad nos crea una ansiedad con eso de 'llegar
lejos' que se confunde con un esfuerzo en el que se excluye el descanso",
dice el sociólogo José Luis Barceló
A menudo se relaciona el descanso con la falta de
rendimiento: numerosos estudios ya han demostrado la obsesión actual por
"aprovechar el tiempo", entendiéndola como una obligación de permanecer
continuamente en activo
Patricia Gea 13/02/2018

Alumnas y alumnas en una clase. EFE
Al hablar de sueño siempre ponemos el foco en el descanso de
bebés y niños (y es importante). Pero es el descanso de los adolescentes el que
más debería preocuparnos, ya que es la única etapa de la vida en la que los
ritmos del sueño cambian. Lo hace por una cuestión puramente física. Así que si
tu hijo adolescente no quiere dormir antes de las doce de la noche y madrugar le
supone un esfuerzo tremendo, no es porque sea vago o desobediente, es que el
cuerpo se lo pide.
El descontrol hormonal que sufren durante este
periodo es clave. La producción de melatonina (que regula los ciclos del
sueño) se retrasa dos horas en la adolescencia, por lo que la sensación de
sueño no aparece hasta después de las doce de la noche. De acuerdo con la
Academia Americana de Pediatría, esta alteración se mantiene desde los 12
años hasta los 20, aproximadamente. "Y no sólo es el horario, también
aumenta el número de horas que necesitan dormir: entre 9 y 10; mientras que
a un adulto o a un niño le llega con 7", añade Jesús Martínez, pediatra
asociado al Colegio de Médicos de Madrid.
El último informe publicado por la Asociación
Española de Pediatría de Atención Primaria recoge que el 75% de adolescentes
españoles reconoce que necesita dormir más todos los días. Pero no pueden.
Los horarios escolares son la principal razón, según los expertos
consultados, por la que arrastran sueño toda la semana. No se ajustan a sus
ritmos biológicos; de media, las clases de secundaria en nuestro país
comienzan a las 8 de la mañana. "Esto les obliga a levantarse dos horas
antes de lo que deben, no rinden en el colegio y las primeras clases son
desastrosas", afirma el pediatra.
Si duermen una hora menos de la necesaria cada día,
explica, llegan al viernes con una pérdida de sueño de cuatro horas. Y
aunque hayan dormido ocho el día anterior, es como si hubiesen dormido sólo
cuatro. Este fenómeno es conocido por los expertos como "privación crónica
del sueño", y el resultado es una somnolencia excesiva diurna que los
chavales tratan de combatir con estimulantes que contienen cafeína, con lo
que agravan su dificultad para conciliar el sueño en las horas adecuadas. No
es la solución.
¿Debemos entonces dejarles dormir toda la mañana los
fines de semana (si quieren)? "Sí, es lo recomendable porque, insiste, el
sueño se acumula y llegado cierto momento, hay que reiniciar". Juan
Díaz-Morales, psicólogo diferencial y coautor del estudio La
matutinidad/vespertinidad en la transición de educación primaria a
secundaria, habla de "jet lag social" en estos adolescentes que siguen
la costumbre de dormir poco los días de instituto y mucho los sábados y
domingos.
Es comparable al jet lag del viajero cuando atraviesa
varios husos horarios: la tendencia a la vespertinidad (marcada por el reloj
biológico) entra en conflicto con el adelanto de la hora de entrar al
instituto (fijada por el reloj social). La investigación en la que ha
participado ha concluido que este fenómeno está relacionado con un peor
rendimiento académico y cognitivo. "Una situación que se agudiza en el caso
de las chicas, porque entran antes en la pubertad", concluye.
Los móviles y ordenadores también roban el sueño
Si los horarios escolares les roban horas de sueño
por la mañana, los dispositivos digitales lo hacen por la noche, y son la
segunda causa que los expertos atribuyen a la falta de descanso en la
pubertad. Aquí, de nuevo entra en juego la melatonina: la luz emitida por
las pantallas inhibe la secreción de esta hormona porque mantiene al cerebro
en estado de alerta. Algo que no sucede cuando lees un libro (al niño
pequeño, de hecho, se le cuenta un cuento para relajarle) y se crea un
ambiente de tranquilidad. La luz azul que desprenden le dice a nuestro
cuerpo que no puede relajarse, y es imposible que aparezca la sensación de
sueño justo después de apagarla.
El mal uso de los aparatos digitales tiene que ver,
según un estudio elaborado por el Hospital Universitario Dexeus de
Barcelona, con el cambio en la dinámica familiar que se produce cuando los
hijos llegan a la adolescencia. "La gran mayoría de adolescentes dispone de
un espacio para ellos solos, su habitación, donde normalmente tienen su
ordenador, televisor, teléfono…". El estar refugiados en este espacio,
concluye, les lleva a desconectar de los horarios que se siguen en la casa
para mantener un buen ritmo de vigilia. A ello hay que sumarle la rebeldía
espontánea que caracteriza a la pubertad y que les hace rehusar de forma
sistemática a todos los consejos que se les dan.
Trabajar sin descanso, una exigencia social
Hoy se relaciona a menudo el descanso con la falta de
rendimiento. Numerosos estudios ya han demostrado que los hombres y mujeres
contemporáneos están obsesionados con "aprovechar el tiempo", entendiendo
esto como una obligación de permanecer continuamente en activo. Una tarde de
sofá nos hace sentir unos despojos. En este sentido, el sociólogo José Luis
Barceló confirma que "la sociedad nos ha creado una ansiedad con eso de
llegar muy lejos, que se confunde a veces con un esfuerzo mal entendido en
el que se excluye el descanso". "Dormir forma parte de nuestros ciclos
vitales, como el comer, o el entretenerse, son necesarios para nuestra
reposición, de lo contrario se ven afectados nuestra salud y rendimiento".
La cultura del esfuerzo (mal entendida) tan arraigada
en la población adulta lleva, en opinión de Barceló, a muchos padres "a
introducir a los hijos el veneno de tener que hacer muchas cosas para
prosperar. Se les atosiga con actividades extraescolares que pueden
aportarles menos que jugar en la calle con sus amigos y, luego, descansar".
En este sentido, la Academia Americana de Pediatría concluía en un informe
publicado en 2014 que el hecho de mantenerlos tan activos durante todo el
día les ayuda a continuar despiertos cuando tienen que dormir.
Jesús Martínez pone como ejemplo "un coche que va muy
acelerado y necesita un tiempo para detenerse del todo desde que se pisa el
freno". Si queremos que nuestro cuerpo sepa que necesitamos descansar
debemos mandarle las señales adecuadas y crear una atmósfera de
tranquilidad. Un sinfín de tareas, tabletas, móviles, ordenadores y
televisores no contribuirán al sueño… Mucho menos a un adolescente con las
hormonas del sueño revolucionadas.
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