El filósofo alemán Markus Gabriel, el pasado
mayo en Milán.Leonardo Cendamo / EL PAÍS
El filósofo alemán Markus
Gabriel es una catarata de ideas que se atropellan unas a otras. Tiene
40 años y es director del Centro Internacional de Filosofía de Bonn,
pero es sobre todo un pensador que palpita con la actualidad, con el
presente sociopolítico y con los equilibrios de poder, descalabrados
estos días.
La del coronavirus es una crisis
que pide a gritos filosofía para al menos empezar a comprender y ordenar
los descomunales cambios y el nuevo mundo que se avecina. Gabriel
cree que la covid-19 es solo un principio de una cadena de crisis
sucesivas con las que deberemos aprender a convivir. Pero a la vez
piensa que una nueva moralidad emergerá de la transformación de un
sistema insostenible, según este joven pensador, provocador y que salta
de un tema a otro con profundidad y eclecticismo.
Pregunta. Hay quien cree
que de esta pandemia emergerá una sociedad mejor, más moral. Otros
piensan que seguiremos siendo igual de mediocres y egoístas.
Respuesta. Creo que vamos
a ser una sociedad más moral. Veo esta crisis como una
preparación de la crisis ecológica. Esto no es nada comparado con la
crisis ecológica, nada. Los Gobiernos de todo el mundo saben que la
crisis ecológica va a matar a cientos de miles de personas en los
próximos 100 o 200 años y este es un peligro real. Lo sabemos porque los
modelos climáticos son mejores que los del coronavirus. Tenemos más
datos, llevamos estudiándolo 50 años. Sabemos que habrá más virus y se
pueden escuchar en la UE las voces a favor de un nuevo Green Deal.
Veremos un nuevo modelo de economía global y no se va a parecer a la
globalización.
P. ¿A qué se parecerá?
R. No hay vuelta atrás,
las cadenas de producción ya están destrozadas, porque solo existen
porque la gente, es decir, los dueños de las empresas, las
automovilísticas por ejemplo en Alemania, quieren que existan. Y ellos
están igual de amenazados por el virus que cualquier otro. Son gente con
mucho dinero, normalmente bastante paranoica sobre su propia salud. Esta
gente ahora es consciente de que esto no va a seguir así. No
hay más que mirar a China y darse cuenta de que no es un socio fiable. China
está vengándose de agresiones anteriores. Tenemos que encontrar una
manera de entablar una nueva amistad con China, pero no puede ser a
través de la globalización y el trato injusto. ¿Por qué las empresas
europeas tienen fábricas en China? Para pagar salarios bajos.
P. Usted defiende que hay
que romper la cadena de infección del capitalismo. ¿A qué se refiere?
R. En las transacciones
de la vida diaria, como comprar un juguete para tu hijo, un paracetamol
o un coche, en muchos momentos, alguien tuvo que sufrir por la mera
existencia de esa cadena. Todos somos responsables por el sufrimiento de
otros. Estas cadenas interconectadas han creado sistemas maléficos y al
final de esas cadenas siempre hay alguien que muere por falta de agua
limpia, por no tener cosechas, por las condiciones de explotación. Esa
es la cadena de infección de una enfermedad, que es el comportamiento
inmoral. Si haces lo incorrecto moralmente, haces que la realidad sea un
lugar peor. El neoliberalismo global se ha convertido en un modo de
destrucción hiperrápido.
P. ¿Y eso cambiará?
R. Si pensamos en cómo
era la vida hace un mes o dos, claramente era demasiado agitada, tenía
una velocidad que ya es inimaginable. Esa dinámica es malvada por sus
resultados y se ha parado. Ahora, llevamos una vida más moral,
simplemente por el hecho de hacer menos. Esto es parte de la explicación
de por qué paradójicamente nos sentimos de alguna manera bien en la
nueva situación. Hay un aspecto de solidaridad, de estar protegiendo a
los mayores, y eso genera un buen sentimiento, pero también estamos
dejando de hacer cosas que son perjudiciales para otros y hay una
conciencia subliminal de esto. Ahora que todo ha parado, hay una cierta
sensación de alivio, junto con la sensación de amenaza. Si tratamos de
volver a la normalidad de antes, veremos nuevas olas de este virus, que
se quedará allí hasta que encontremos una manera sostenible de hacer
negocios.
P. A la vez, cunde el
miedo a que la recesión refuerce a las fuerzas populistas, que se
alimentan de la frustración popular.
R. Habrá más oleadas de
coronavirus y habrá aperturas y luego más confinamientos y nos
acostumbraremos. Mi gran temor es que Trump gane otra vez las
elecciones. Si hay una recuperación de la economía rápida, él se erigirá
como el gran gestor y será la prueba de que los populistas son capaces
también de gobernar y un ejemplo para Gobiernos autocráticos. Esa es una
amenaza real.
P. Usted rechaza el
lenguaje belicista. No cree que luchar contra la covid-19 equivalga a
librar una guerra.
R. Claramente no estamos
en una guerra. No hay ejército, ni terroristas ni nada parecido atacando
a un Estado. El virus no es el enemigo. Desde su perspectiva, somos un
amigo, un restaurante, un burdel. El virus entra en nuestros cuerpos y
se replica. No hay ataque, ni intencionalidad. La justificación para el
estado de excepción basándose en un estado de guerra es una mentira
política.
P. Incluso en la guerra
hay leyes, límites. ¿Dónde están los de la lucha contra la pandemia?
R. Si vemos las medidas
en Europa son parecidas. Crean un estado de excepción y sabemos por la
teoría política y la filosofía que es temporal; es una pausa de lo que
valoramos de la democracia. Es decir, valoramos que la democracia
prioriza la libertad incluso por encima de la vida. El Estado de derecho
se implantó a través de revoluciones, de héroes que preferían morir
antes que vivir en servidumbre. Lo que ahora vemos es que los
instrumentos del Estado de derecho democrático son utilizados para tomar
la decisión opuesta. La vida y la supervivencia se valoran más que la
libertad. Nunca hemos tenido tan poca libertad como ahora. Es
momentáneo, pero nadie nos dice cuánto va a durar.
P. ¿Qué otras opciones
hay?
R. No tenemos la certeza
de que habrá seguro una vacuna y no sabemos la letalidad real del virus.
La razón por la que los Gobiernos son tan cautelosos es la
incertidumbre. La justificación de las medidas depende totalmente de
hechos sobre el virus que desconocemos. Lo que hacen los Gobiernos es
apoyarse en una interpretación pesimista de la situación, porque sería
demasiado arriesgado asumir el escenario optimista. La paradoja actual
es que nuestra política se basa en una ficción, no en hechos, porque no
los conocemos; conocemos un espacio de posibilidades, que se estrecha
gracias a la virología y a las simulaciones informáticas. Vivimos en una
simulación.
P. Los virólogos han
pasado a ser máximas autoridades estos días. En Alemania, el Gobierno ha
escuchado además a equipos multidisciplinares. ¿Cómo deben tomar las
decisiones los mandatarios estos días?
R. Hace falta una
investigación multidisciplinar para alumbrar un plan de una nueva
sociedad del día después. Eso nos garantizaría un futuro más sostenible.
¿Dónde está la ciencia política investigando el papel de China, de EE UU
y de la UE? ¿Qué pasa con la socialdemocracia europea? ¿Cómo es posible
que Scholz [ministro de Finanzas alemán] traicione a sus colegas en
Italia y en España? Hacen falta sociólogos, feministas y especialistas
en diversidad, economistas, periodistas, filósofos, historiadores y
profesores de literatura que analicen la narrativa del desastre. ¿Se
parece al terremoto de Lisboa? ¿Es un tsunami? Soy moderadamente
optimista, pero las posibilidades son menores si no empezamos a planear
ese futuro incluyendo a los expertos en humanidades.
P. Ha mencionado a los
periodistas. Una de las consecuencias de esta crisis es que la recesión
económica hará inviable la supervivencia de muchos medios. ¿Qué
significa esto para la sociedad?
R. Es obvio que en
esta crisis se trabaja más online, es decir dependemos de EE UU más
que antes. Los europeos están produciendo valor añadido para los
estadounidenses. Cada conferencia de Zoom, de Skype, Facebook, Netflix
es consumo pero no es europeo. Una medida razonable sería cerrar las
redes sociales estadounidenses en la UE para relanzar nuestras redes
basadas en periodismo de calidad. Por ejemplo una red social de EL PAÍS,
es decir con todas las ventajas de una red social, pero gestionada por
periodistas expertos.