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Iris Pérez, experta en ansiedad en adolescentes: «Lo que profesores y padres ven
es solo la punta del iceberg»
Chyntia Martínez
LA VOZ DE LA SALUD

Iris Pérez Bonaventura ejerce como psicóloga clínica en la
prevención, evaluación y tratamiento de problemas emocionales y conductuales
en niños, adolescentes y sus familias. La Voz de la Salud
La psicóloga considera
que «vivimos en una sociedad que nos enseña que ser valiente es no tener
miedo», pero que en realidad «ser valiente es tenerlo y aprender a
superarlo»
Todos sufrimos de
ansiedad en algún momento. El problema, es cuando esta se presenta
en exceso, sin que sepamos cómo gestionarla. Sobre todo en una etapa
complicada como es la adolescencia. Chicos y chicas que dan muchas vueltas a
las cosas, que se frustran pensando en la opinión que otros puedan tener de
ellos, que creen que es muy probable que ocurra algo malo en sus vidas o
que reflexionan demasiado sobre qué pasará en el futuro. Y no, no es de
extrañar que en este preciso instante tengas a alguien en mente, ya que se
calcula que uno de cada tres jóvenes sufre o sufrirá un trastorno de
ansiedad, y que de ellos, ocho de cada diez no reciben ayuda de ningún
tipo.
Pero más allá de las cifras,
conocer las señales de alarma y darle la importancia que requieren puede
ayudar a estos jóvenes. Eso es lo que llevó a Iris
Pérez-Bonaventura, psicóloga clínica, a publicar Ansiedad. A mí
también me pasa (B de Block, 2022). Un manual práctico para jóvenes y
adolescentes con el que pretende ayudarlos a abordar y lidiar con
la ansiedad. Doctorada en Psicología Clínica Infanto-Juvenil en
la Universidad Autónoma de Barcelona, pasó de especializarse en trastornos
de ansiedad en Yale a realizar un posdoctorado en psicología clínica
pediátrica en Minnesota, acreditándose como miembro activo de la Asociación
Americana de Psicología.
—¿Por qué un libro
dirigido a adolescentes?
—Trabajo en consultas
externas del hospital y, con la pandemia, veíamos un incremento exponencial
de la
ansiedad en menores. Los papás y mamás siempre me preguntaban si había
libros en los que se hablara de ella y yo iba a las librerías, buscaba y no
encontraba ninguno dirigido a adolescentes. Los había dirigidos a niños
pequeños o adultos, pero para adolescentes, nada de nada. Por eso pensé que
era importante escribir sobre esto. También hubo personas que me dijeron:
«Los adolescentes no leen, no vale la pena que hagas un libro para ellos».
Pero no les hice caso, porque al final tienen una sobreabundancia de la
información muy alta. En internet buscas 'ansiedad' y te salen miles de
entradas. Pero no está filtrada la información. Son muchos testimonios en
primera persona pero no estrategias basadas en la evidencia que funcionan
cuando tienes ansiedad. Le estuve dando vueltas a la idea y pensé en hacer
un libro que pudiera ayudar a todos los chicos y chicas que veía en consulta
y todo lo que me gustaría decirles. Y por eso escribí el libro, para
ayudarles.
—¿Qué es la
ansiedad, cómo definirla?
—Hay dos tipos de ansiedad:
la ansiedad adaptativa, que es aquella que te ayuda en el
día a día, a percibir los peligros o las amenazas, estar en alerta, poder
prepararte y defenderte ante estos peligros y amenazas reales; mientras que
la ansiedad desadaptativa es cuando no nos ayuda. Es excesiva e interfiere
en la vida diaria de la persona, ya sea en la vida familiar, social,
académica o laboral. El problema con este tipo de ansiedad es que no
existe el problema real. Al final es un miedo y nos hace ver un
peligro cuando no existe. Lo que debemos hacer es que la ansiedad adaptativa
o problemática disminuya hasta que sea adaptativa. Porque al final la
ansiedad es buena, nos ayuda. El problema es cuando hay un exceso de
ansiedad. Por eso el libro va dirigido a chicas y chicos que tienen un
exceso de ansiedad y que por lo tanto tienen un trastorno de
ansiedad.
—¿Cuáles son los
síntomas de un trastorno de ansiedad en la adolescencia?
—Nosotros decimos que son
chicos y chicas que sufren mucho en su día a día. Le dan muchas vueltas a
las cosas, se frustran pensando en qué dirán los demás y si los juzgarán, se
preocupan excesivamente por las personas que quieren, creen que es muy
probable que ocurra algo malo, piensan en el futuro de forma desmesurada…
Piensan tanto en el día siguiente, en el examen que van a tener, en cuando
vayan con los amigos o cuando vayan con la familia a un evento, que no
disfrutan del día a día. No disfrutan de lo que está pasando ahora porque
piensan en el mañana. Se sienten inseguros y tienen muchos miedos. Dejan de
hacer cosas por miedo. Son chicos a los que a veces les pasan cosas en el
instituto, como tener una presentación oral o un examen, y no van ese día.
Tienen que enfrentarse ese día a un amigo suyo y no van a clase para no
hacerlo. También se van de determinados sitios por temor a ser juzgados y
sienten sensaciones extrañas en el cuerpo que les provocan malestar y que
aparecen sin previo aviso. Por ejemplo,
dolor de cabeza o dolor de estómago. Pero de forma inespecífica, es
decir, sienten este dolor pero no hay una causa médica. Al final es porque
mente y cuerpo están conectados y si tú estás inquieto, nervioso y sientes
ansiedad, al final lo sientes en el cuerpo. Son este tipo de sensaciones que
nosotros llamamos psicosomáticas. O por ejemplo, notan que el corazón va muy
rápido o que les cuesta respirar.
—¿Qué
particularidades hay con respecto a los síntomas que se puedan dar en un
adulto?
—Al final la adolescencia es
una etapa crítica en el desarrollo.
Se configura la autoestima y la opinión sobre ti mismo. Es una etapa en
la que es muy importante que sepan lidiar y afrontar aquellas situaciones
difíciles porque al final aprenden una infinidad de herramientas que les
servirán para toda la vida. Tienen que aprender a tolerar la situación y si
lo hacen de jóvenes, mejor, porque de esa forma sabrán cómo afrontar las
diferentes situaciones que les vayan sucediendo. Además, el trastorno de
ansiedad, si no se detecta ni trata a tiempo, tiende a continuar en la edad
adulta. Incluso puede empeorar y convertirse en un predictor para
la depresión.
—En el libro
explicas los síntomas de una crisis de ansiedad. ¿Cuándo se da una crisis y
por qué se caracteriza?
—La verdad es que las
crisis de ansiedad cada vez son más frecuentes. Estamos
viendo cada vez más adolescentes y más jóvenes con crisis de ansiedad. Y
principalmente, tienen tres características. La primera es que es una
aparición brusca. Aparece súbitamente, sin avisar. Cuando tienes un ataque
no te da tiempo a ni siquiera a prepararte. Los adolescentes nos suelen
decir «me está dando, me está dando». Ni ellos mismos están preparados.
Tienen una duración generalmente corta, de unos minutos, que para uno mismo
parece que ha pasado mucho tiempo, pero en realidad no ha pasado tanto.
Todos estos síntomas vienen de golpe, aparecen con máxima intensidad y
después para que desaparezcan, lo hacen mucho más lentamente que cómo han
aparecido. Cuando hay todos estos síntomas nosotros decimos que hay
sintomatología física. Porque al final, con física nos referimos al cuerpo.
Lo notamos en el pecho, porque el corazón nos va muy rápido; en las manos y
en las piernas,
que nos tiemblan; en la boca, que la tenemos seca; o en que sudamos
mucho. Empezamos a sudar de forma excesiva e incluso sufrimos náuseas. La
sensación de que te vas a caer, la visión borrosa o en túnel, que quiere
decir que solo ves una parte de lo que está sucediendo o que solo ves una
parte de lo que sucede a tu alrededor. Sofocos, escalofríos, también son
frecuentes. Son una serie de sensaciones que crean mucho malestar. Y por
último, tienen la sensación de peligro inminente, de que algo malo o muy
catastrófico va a ocurrir. Generalmente hay tres miedos
principales y se puede tener uno o incluso los tres: el miedo a perder el
control en cualquier momento, a volverse loco o a que te pase algo grave.
Muchas veces consultan a urgencias porque les está costando respirar, les va
el corazón muy rápido y piensan muchas veces que puede ser un
ataque al corazón. Con lo cual, crea mucho malestar.
—¿Suele ser el
propio chico o chica que se da cuenta que le está sucediendo algo o los
padres los que se suelen dar cuenta?
—Normalmente, y
desafortunadamente, la ansiedad es un trastorno internalizante, igual que la
depresión. Hay trastornos de conducta en lo que se ve lo que está pasando,
de hecho los niños que tienen trastornos de conducta tienen alteraciones
conductuales como que se portan mal, son muy inadecuados o molestan más. En
cambio, la ansiedad o la depresión es más interna y por eso les llamamos
trastornos internalizantes. Al final lo que los profesores o los padres ven
es lo que nosotros llamamos punta del iceberg. Debajo del
agua están sucediendo muchas cosas. Nos encontramos muchas veces que el papá
vea que su hijo está teniendo una crisis de ansiedad, pero igual es la
tercera o la cuarta vez que le pasa y puede que en la primera y segunda no
haya dicho nada. Con el miedo de 'a ver si me va pasar algo' o 'a ver si voy
a estar loco', no lo cuentan y se sienten muy solos. Por eso se llama así el
libro: Ansiedad. A mí también me pasa. Para romper el estigma un
poco y que se pueda hablar de la ansiedad.
—¿Cuáles serían las
señales de alarma?
—Tanto a papás como a
profesores, cuando vean a chicos y chicas que se apartan del grupo, que se
ponen la mano en el pecho, que empiezan a sudar, que tienen náuseas. Claro,
es verdad que hay otros síntomas que son más internos, como que el corazón
te va deprisa, que los otros no lo ven. En una crisis de ansiedad hay
síntomas que se ven y otros que no. Pero si vemos algunas de estas señales,
decirle que se puede retirar del grupo y de la situación que le está creando
malestar, que intente calmarse a través de estrategias y respiraciones, que
también se explican en el libro, y una vez que esté mejor, que vuelva.
Siempre decimos que tiene que volver. Porque lo que pasa mucho es que se van
de la escuela y ya no vuelven al día siguiente.
—¿Qué es pensar y
qué es rumiar?
—Los adolescentes me suelen
decir 'pero si rumiar es lo que hacen los animales'. Al final la palabra
'rumiar' está muy bien elegida porque es como darle vueltas una y otra vez.
En el caso de los animales, a la comida, y en el caso de los humanos, a
pensamientos que en este caso son negativos. Cuando una persona piensa, lo
hace para solucionar un problema. Y es bueno pensar. No hay que ser
impulsivo y saltar. Si bien el problema con la ansiedad es que piensan
demasiado, dan demasiadas vueltas y es cuando empiezas a rumiar.
Le das muchas vueltas al problema, una y otra vez, pero sin centrarte en las
soluciones. Te quedas atrapado en los problemas. Y así es como los
pensamientos, que ya de por si son negativos, porque es algo que te genera
malestar, se convierten en repetitivos y catastróficos. Te quedas enganchado
en ellos como si fuera una rueda sin final, sin poder avanzar. Estás
atascado en el procedimiento, no en la solución. Por eso a veces, los
adolescentes que sufren ansiedad te cuentan una cosa que les preocupa, y te
lo vuelven a contar una y otra vez. Pueden estar días así y les puede crear
problemas de sueño o concentración. Porque están en la clase, el
profesor está explicando cosas y ellos están en sus propios pensamientos.
—¿Es normal tener
miedo?
—Al final el miedo es la
regla, no la excepción. Nos protege a la especie humana y nos prepara para
ser mejores. Todo el mundo lo tiene. Los miedos son normales y son buenos,
porque al final lo que hacen es prepararte para situaciones que pueden ser
potencialmente difíciles. Por ejemplo, si tienes un examen mañana, es normal
que tengas miedo a suspender. Pero el miedo no te puede dominar, tú tienes
que dominarlo a él.
—Entonces, ¿los
adolescentes que no tienen miedo suelen tener menos ansiedad?
—Sí. Hay chicos y chicas
impulsivos que no reflexionan ni piensan antes de hacer. Es verdad que
tienen menos ansiedad, pero también porque hacen las cosas directamente.
Pero luego, tienes mucha más probabilidad a que no te vaya bien en aquellas
cosas que haces. La diferencia es que no hay que ser impulsivo, ni tampoco
hay que rumiar, hay que pensar.
—¿Por qué resulta
importante tratar la ansiedad en adolescentes?
—La ansiedad es una
condición tratable al 100 %. Existe un tipo de terapia que es la
cognitivo-conductual que funciona y tiene evidencia. El gran
problema es que ocho de cada diez jóvenes con ansiedad no reciben una
intervención. La evaluación y el diagnóstico temprano es básico. Saber si la
ansiedad que sufre el adolescente acarrea un trastorno y si hay una
interferencia. Y hacer un tratamiento. Porque es lo que decíamos del
iceberg. Si lo dejamos sin tratar, si decimos «tranquilo ya se te pasará»,
«esto son cosas de la edad», «el tiempo lo cura todo»… con la ansiedad no
funciona. Hay que tratarla, manejarla y lidiar con ella. Porque si no irá a
más y al final es una bola de nieve. Si tu empiezas con ansiedad por los
estudios o con mucha presión académica, al final irá a más y cada vez te
costará más hacer cosas como hacer los deberes, ir a los exámenes... te vas
a bloquear. Hasta que afrontes que tienes ansiedad y aprendas estrategias
para lidiar con ella. Vemos que son chicas y chicos inseguros de ellos
mismos que les cuesta conocer y estar en situaciones con gente. Dejan de ir
o van y se van antes, al día siguiente se quedan en casa y dejan de
socializar. La ansiedad siempre irá a más, nunca a menos. Por eso es
importante intervenir para que el pronóstico no vaya a más. Es difícil ver a
un chico con un solo trastorno de ansiedad. Si llevan con ella un tiempo,
tienen más de un trastorno. Pueden tener un trastorno de ansiedad
generalizada, trastorno de ansiedad social, fobia, trastorno de ansiedad y
separación, hay muchos trastornos y más adelante llega a estar relacionado
con depresión.
—Aseguras que la
ansiedad se ha convertido en una pandemia invisible. ¿Qué ha pasado?
—Porque al final no se habla
de ella. Como sociedad estamos intentando superar el estigma de la salud
mental. Las plataformas online nos han ayudado mucho, eso es
verdad. Hay muchas personas que hablan en primera persona de que tienen
ansiedad. Pero a nivel comunitario aún cuesta mucho aceptar que tienes
ansiedad o aceptar que tienes pensamientos negativos, que tienes
inseguridades o miedos. Al final vivimos en una sociedad que nos enseña que
ser valiente es no tener miedo. Eso no es así, ser valiente es tener miedo y
aprender a superarlo y afrontarlo. Nos dice que si tenemos miedo o ansiedad
somos débiles, cuando esto no es así.
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