El sociólogo Jeremy
Rifkin (Denver, 1945), que se define como activista en favor de una
transformación radical del sistema basado en el petróleo y en otros
combustibles fósiles, lleva décadas reclamando un cambio de la sociedad
industrial hacia modelos más sostenibles. Asesor de gobiernos y
corporaciones de todo el mundo, ha escrito más de veinte libros
dedicados a proponer fórmulas que garanticen nuestra pervivencia en el
planeta, en equilibrio con el medio ambiente y también con nuestra
propia especie.
25 de abril 2020

-¿Cuál cree que será el impacto de la pandemia
de la COVID-19 en el camino hacia la tercera revolución industrial?
-No podemos decir que esto nos haya cogido por
sorpresa. Todo lo que nos está ocurriendo se deriva del cambio
climático, del que han venido advirtiendo los investigadores y yo mismo
desde hace tiempo. Hemos tenido otras pandemias en los últimos años y se
han lanzado advertencias de que algo muy grave podría ocurrir. La
actividad humana ha generado estas pandemias porque hemos alterado el
ciclo del agua y el ecosistema que mantiene el equilibrio en el planeta.
Los desastres naturales –pandemias, incendios, huracanes, inundaciones…–
van a continuar porque la temperatura en la Tierra sigue subiendo y
porque hemos arruinado el suelo. Hay dos factores que no podemos dejar
de considerar: el cambio climático provoca movimientos de población
humana y de otras especies; el segundo es que la vida animal y la humana
se acercan cada día más como consecuencia de la emergencia climática y,
por ello, sus virus viajan juntos.
-Es esta una buena oportunidad para extraer
lecciones y actuar en consecuencia, ¿no cree?
-Ya nada volverá a ser normal. Esta es una llamada de
alarma en todo el planeta. Lo que toca ahora es construir las
infraestructuras que nos permitan vivir de una manera distinta. Debemos
asumir que estamos en una nueva era. Si no lo hacemos, habrá más
pandemias y desastres naturales. Estamos ante la amenaza de una
extinción.
-Usted trabaja, estará trabajando estos días,
con gobiernos e instituciones de todo el mundo. No parece que impere el
consenso respecto al futuro inmediato.
-Lo primero que debemos hacer es tener una relación
distinta con el planeta. Cada comunidad debe responsabilizarse de cómo
establecer esa relación en su ámbito más cercano. Y sí, tenemos que
emprender la revolución hacia el Green New Deal global, un
modelo digital de cero emisiones; tenemos que desarrollar nuevas
actividades, crear nuevos empleos, para reducir el riesgo de nuevos
desastres. La globalización se ha terminado, debemos pensar en términos
de glocalización. Esta es la crisis de nuestra civilización,
pero no podemos seguir pensando en la globalización como hasta ahora, se
necesitan soluciones glocales para desarrollar las
infraestructuras de energía, comunicaciones, transportes, logísticas, …
-¿Cree que durante esta crisis, o incluso
cuando se rebaje la tensión, los gobiernos y las empresas tomarán
medidas en esa dirección?
-No. Corea del Sur está combatiendo la pandemia con
tecnología. Otros países lo están haciendo. Pero no estamos cambiando
nuestro modo de vida. Necesitamos una nueva visión, una visión distinta
del futuro, y los líderes en los principales países no tienen esa
visión. Son las nuevas generaciones las que pueden realmente actuar.
-Usted plantea un cambio radical en la forma
de ser y de estar en el mundo. ¿Por dónde empezamos?
-Tenemos que empezar con la manera en la que
organizamos nuestra economía, nuestra sociedad, nuestros gobiernos; por
cambiar la forma de ser en este planeta. La nuestra es la civilización
de los combustibles fósiles. Se ha cimentado durante los últimos 200
años en la explotación de la Tierra. El suelo se había mantenido intacto
hasta que empezamos a excavar los cimientos de la tierra para
transformarlo en gas, petróleo y carbón. Y pensábamos que la Tierra
permanecería allí siempre, intacta. Hemos creado una civilización entera
basada en el uso de los fósiles. Hemos utilizado tantos recursos que
ahora estamos recurriendo al capital de la tierra en vez de obtener
beneficios de ella. Estamos usando una tierra y media cuando solo
tenemos una. Hemos perdido el 60% de la superficie del suelo del
planeta; ha desaparecido y se tardará miles de años en recuperarlo.
-¿Qué les diría a quienes creen que es mejor
vivir el momento, el aquí y el ahora, y esperan que en el futuro vengan
otros para arreglarlo?
-Estamos realmente ante un cambio climático, pero
también a tiempo de cambiarlo. El cambio climático provocado por el
calentamiento global y las emisiones de CO₂ altera el ciclo del agua de
la tierra. Somos el planeta del agua, nuestro ecosistema ha emergido y
evolucionado a lo largo de millones de años gracias al agua. El ciclo
del agua permite vivir y desarrollarse. Y aquí está el problema: por
cada grado de temperatura que aumenta como consecuencia de las emisiones
de gases de efecto invernadero, la atmósfera absorbe un siete por ciento
más de precipitaciones del suelo y este calentamiento las fuerza a caer
más rápido, más concentradas y provocando más catástrofes naturales
relacionadas con el agua. Por ejemplo, grandes nevadas en invierno,
inundaciones en primavera por todas las partes del mundo, sequías e
incendios en toda la temporada de verano y huracanes y tifones en otoño
barriendo nuestras costas.
-Las consecuencias se irán agravando con el
tiempo.
-Nos enfrentamos a la sexta extinción y la gente ni
siquiera lo sabe. Dicen los científicos que van a desaparecer la mitad
de todos los hábitats y animales de la tierra en ocho décadas. Ese es el
marco en el que estamos, nos encontramos cara a cara con una extinción
en potencia de la naturaleza para la que no estamos preparados.
-¿Cuán grave es esa emergencia global? ¿Cuánto
tiempo nos queda?
-No lo sé. He sido parte de este movimiento en favor
del cambio desde los años 70 y creo que se nos ha pasado el tiempo que
necesitábamos. Nunca volveremos dónde estábamos, a la buena temperatura,
a un clima adecuado… El cambio climático va a estar con nosotros por
miles y miles de años; la pregunta es: ¿podemos nosotros, como especie,
ser resilientes y adaptarnos a ambientes totalmente distintos y que
nuestros compañeros en la tierra puedan tener también la oportunidad de
adaptarse?
Si me pregunta cuánto tiempo nos llevará cambiar a una
economía no contaminante, nuestros científicos en la cumbre europea del
cambio climático en 2018 dijeron que nos quedaban 12 años; ya es menos
lo que nos queda para transformar completamente la civilización y
empezar este cambio. La Segunda Revolución Industrial, que provocó el
cambio climático, está muriendo. Y es gracias al bajo coste de la
energía solar, que es más rentable que el carbón, el petróleo, el gas y
la energía nuclear. Nos estamos moviendo hacia una Tercera Revolución
Industrial.
-¿Es posible un cambio de tendencia global sin
EE UU de nuestro lado?
-La Unión Europea y China se han unido para trabajar
conjuntamente y Estados Unidos está avanzando porque los estados
desarrollan las infraestructuras necesarias para lograrlo. No olviden
que somos una república federal. El gobierno federal solo crea los
códigos, las regulaciones, los estándares, los incentivos; en Europa
sucede lo mismo: sus estados miembros han creado las infraestructuras.
Lo que ocurre en Estados Unidos es que prestamos mucha atención al señor
Trump pero, de los 50 estados, 29 han desarrollado planes para el
desarrollo de energías renovables y están integrando la energía solar.
El año pasado en la conferencia europea por la emergencia climática, las
ciudades estadounidenses declararon una emergencia climática y ahora
están lanzando su Green New Deal. Están sucediendo bastantes
cambios en Estados Unidos. Si tuviéramos una Casa Blanca diferente sería
genial pero, aún así, esta Tercera Revolución Industrial está emergiendo
en la UE y en China y ha comenzado en California, en el estado de Nueva
York y en parte de Texas.
-¿Cuáles son los componentes básicos de esos
cambios tan relevantes en diferentes regiones del mundo?
-La nueva Revolución Industrial trae consigo nuevos
medios de comunicación, energía, medios de transporte y logística. La
revolución comunicativa es Internet, como lo fueron la imprenta y el
telégrafo en la Primera Revolución Industrial en el siglo XIX en Reino
Unido o el teléfono, la radio y la televisión en la segunda revolución
en el siglo XX en Estados Unidos. Hoy tenemos más de 4 000 millones de
personas conectadas y pronto tendremos a todos los seres humanos
comunicados a través de Internet; todo el mundo ahora está conectado. En
un periodo como el que vivimos, las tecnologías nos permiten integrar a
un gran número de personas en un nuevo marco de relaciones económicas.
El Internet del conocimiento se combina con el Internet de la energía y
con el Internet de la movilidad. Estos tres Internet crean la
infraestructura de la Tercera Revolución Industrial. Estos tres Internet
convergerán y se desarrollarán sobre una infraestructura de Internet de
las cosas que reconfigurará la forma en que se gestiona toda la
actividad en el siglo XXI.
-¿Qué papel van a jugar los nuevos agentes
económicos en la formación de ese nuevo modelo económico y social?
-Estamos creando una nueva era llamada glocalización.
La tecnología cero emisiones de esta tercera revolución será tan barata
que nos permitirá crear nuestras propias cooperativas y nuestros propios
negocios tanto física como virtualmente. Las grandes compañías
desaparecerán. Algunas de ellas continuarán pero tendrán que trabajar
con pequeñas y medianas empresas con las que estarán conectadas por todo
el mundo. Estas grandes empresas serán proveedoras de las redes y
trabajarán juntas en lugar de competir entre ellas. En la primera y en
la segunda revolución, las infraestructuras se hicieron para ser
centralizadas, privadas. Sin embargo, la tercera revolución tiene
infraestructuras inteligentes para unir el mundo de una manera glocal,
distribuida, con redes abiertas.
-¿De qué forma afecta la superpoblación a la
sostenibilidad del planeta en el modelo industrial?
-Somos 7 000 millones de personas y llegaremos muy
pronto a 9 000 millones. Esa progresión, sin embargo, se va a terminar.
Las razones para ello tienen que ver con el papel de las mujeres y su
relación con la energía. En la antigüedad las mujeres eran esclavas,
eran las proveedoras de energía, tenían que mantener el agua y el fuego.
La llegada de la electricidad está íntimamente relacionada con los
movimientos sufragistas en América; liberó a las mujeres jóvenes, que
iban a la escuela y podían continuar su formación hasta la universidad.
Cuando las mujeres se volvieron más autónomas, libres, más
independientes, hubo menos nacimientos.
-No parece usted optimista y, sin embargo, sus
libros son una guía para un futuro sostenible. ¿Tenemos o no un futuro
mejor a la vista?
-Todas mis esperanzas están depositadas en la
generación milenial. Los mileniales han salido de sus clases para
expresar su inquietud. Millones y millones de ellos reclaman la
declaración de una emergencia climática y piden un Green New Deal.
Lo interesante es que esta no es como ninguna otra protesta en la
historia, y ha habido muchas, pero esta es diferente: mueve esperanza,
es la primera revuelta planetaria del ser humano en toda la historia en
la que dos generaciones se han visto como especies, especies en peligro.
Proponen eliminar todos los límites y fronteras, los prejuicios, todo
aquello que nos separa; empiezan a verse como una especie en peligro e
intentan preservar a las demás criaturas del planeta. Esta es
probablemente la transformación más trascendente de la conciencia humana
en la historia.