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https://www.publico.es/economia/big-fives-grandes-petroleras-gastan-mil-millones-dolares-bloquear-medidas-cambio-climatico.html
Las grandes petroleras gastan mil millones de dólares para bloquear medidas
contra el cambio climático
ExxonMobil, Shell, Chevron, BP y Total no escatiman
esfuerzos para obstruir los objetivos de los Acuerdos de París. La ONG
británica InfluenceMap desvela en un informe la verdadera agenda de las
grandes empresas petroleras.

DIEGO
HERRANZ
Madrid, 18.03.2019
Blanquean su imagen
corporativa con amplios programas de responsabilidad social corporativa. O
con proyectos innovadores en energías renovables inmersos en sus
fundaciones. Aunque, en realidad, despliegan millones de dólares a la
pervivencia de los combustibles fósiles. Es decir, a mantener o expandir el
calentamiento global.
Siguen el argumentario de El
Gatopardo, la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Aquel que pregona
“cambiarlo todo para que nada cambie”. Un reciente estudio de InfluenceMap así
lo atestigua. Las cinco grandes firmas petroleras que gobiernan el tortuoso
mercado energético (de crudo y gas, esencialmente) destinaron a lo largo de
2018 casi 200 millones de dólares -el estudio habla de 153 millones de
libras- a retrasar, controlar o bloquear cualquier iniciativa
diseñada a combatir el cambio climático.
ExxonMobil, Shell,
Chevron, British Petroleum (BP) y Total no dan puntada sin hilo. Hacen suyo
el proverbio castellano de “ni un mal gesto, ni una buena acción”. Pura
imagen. El informe asegura que estas petroleras se han gastado desde los
Acuerdos de París de 2015 más de 1.000 millones de dólares en estrategias
de lobby, que han hecho coincidir con campañas de lavado de imagen a
favor de las energías limpias. Entre otras, Climate
Action 100+, un programa de medidas contra el cambio climático que
incorporó a las mayores firmas privadas del mundo.
Entre sus actos de
influencia más reseñables, los expertos de esta institución sin ánimo de
lucro británica, que enfoca sus objetivos filantrópicos a desenmascarar a
las corporaciones que actúan en el sector energético y a defender la causa
contra el calentamiento global, destacan el uso de las redes sociales.
Las petroleras se
quejan de un exceso regulatorio que les merma los beneficios y les disparan
los costes
Por ejemplo, emplearon 2
millones de dólares en campañas en Facebook e Instagram para promover los
supuestos beneficios de que los combustibles fósiles ocupen un lugar aún más
destacado en el mix energético global -en detrimento de las
renovables- durante las elecciones de mitad de mandato (Midterm) de
noviembre pasado en EEUU.
Su misión es de una
innegable nitidez. Ganarse el favor del nuevo poder legislativo. Al
fin y al cabo, cada cuatro años, en estos comicios, se renuevan los 435
escaños de la Cámara de Representantes, una tercera parte de los cien
senadores y 36 de los 50 gobernadores de la Unión. Y conviene tener en
perfecto estado de revista los servicios de lobby en el paraíso del
poder soterrado y en el mercado más importante del mundo. Dentro de una
acción global orquestada para debilitar las agendas de reformas
favorecedoras de las energías renovables de los gobiernos que avanzan hacia
la consecución de los Acuerdos de París.
Entre las que ocupan un
lugar destacado las críticas a lo que consideran, sin complejos, un exceso
regulatorio en su industria, que -aducen- les resta dinamismo, les reduce
los beneficios y les ocasiona multimillonarios gastos anuales por
requerimientos legales.
Inversiones
multimillonarias en gas y petróleo
Los botones de muestra
que ofrece el informe son más que relevantes. BP donó 13 millones a una
campana, a la que también se sumó Chevron, que logró frenar la imposición de
una tasa al carbón en el Estado de Washington. Un millón de los cuales se
destinó a publicidad en medios. Edward Collins, uno de los autores de la
investigación de esta ONG, hace hincapié en la banalidad de la estrategia
de las big five.
“Sus marcas
corporativas revelan claros apoyos públicos hacia el combate
del cambio climático, pero sus acciones de lobby van en la
dirección contraria. Abogan por soluciones de bajas emisiones de CO2
mientras aumentan sus inversiones y gastos hacia la expansión del negocio de
los combustibles fósiles”. Después de los Acuerdos de París de 2015, de los
que se salió EEUU por designación expresa de Donald Trump, las compañías de
petróleo y gas dieron su apoyo a la paulatina supresión del carbón como
fuente de energía y formalizaron la Iniciativa Climática del Petróleo y del
Gas para impulsar medidas voluntarias que redujeran la polución por
emisiones fósiles.
En 2019, los desembolsos
presupuestados en planes de inversión para la extracción de gas y petróleo de
estas cinco grandes petroleras se incrementarán hasta los 115.000 millones
de dólares, de los que sólo el 3% irán a proyectos de bajas emisiones. Shell
y Chevron se apresuraron a criticar el contenido de InfluenceMap.
Con argumentos como que
“no hacen apología” de sus contactos con legisladores o reguladores,
redoblando su respaldo a los Acuerdos de París y a sus objetivos
medioambientales, o apelando a la transparencia de sus iniciativas de
reducción de gases que provocan el efecto invernadero o a su compromiso con
las energías limpias para lograr que el clima no rebase los 1,5 grados
centígrados en 2050 en vez de los 2 grados establecidos en la capital
francesa.
Los expertos de esta
institución ponen como modelo de buen gobierno corporativo la decisión del
fondo soberano noruego, que mueve más de un billón de dólares en activos
globales a los que exige -entre otros propósitos- un demostrado compromiso
con el medio ambiente. Motivo por el que ha sacado de sus carteras de
inversión a compañías dedicadas a la exploración o a la extracción de
petróleo.
Un proceso de
desinversiones que el Ministerio de Finanzas de Noruega, dueño del fondo del
que se nutren las pensiones de las personas en edad de retiro, ha instaurado
también en Norges Bank, entidad que sólo financiará con las petroleras
proyectos de energías renovables o que aceleren la transición hacia las
energías limpias. “Tenemos 11 años para parar el caos climático.
No podemos encontrar
justificación alguna en que las petroleras se opongan a regulaciones
exigentes y a sanciones duras de sus negocios con elevadas emisiones de CO2
a la atmósfera”, dice Jan Erik, CEO de Storebrand Asset Management, la firma
privada de activos más importante de Noruega. Y eso incluye “rechazar todo
intento de la Administración Trump de diluir las avalanchas regulatorias
en el sector para promover la reconversión industrial hacia las energías
renovables e impedir la proliferación de iniciativas de influencia entre
bambalinas el Capitolio -sede de las dos cámaras del Congreso- y en la Casa
Blanca.
La industria
petrolífera se acomoda con Trump
El lobby petrolífero se
instaló de inmediato en el Despacho Oval tras el triunfo de Trump. Hasta
lograr estabilizar el precio del barril en los más de dos años de su mandato
entre los 45 y los 65 dólares por barril. En cumplimiento del complejo
equilibrio de intereses geoestratégicos entre países productores y
consumidores de crudo.
El crudo ha remontado un 32% su cotización en el
actual trimestre, a pesar de la caída de la demanda por el enfriamiento de
la economía mundial
En detrimento de los
grupos de presión de las renovables que afloraron a la vera de Barack Obama.
Encabezado -el del oro negro-, por Scott Pruitt, al frente de la Agencia de
Protección Medioambiental desde la andadura presidencial de Trump. Y del que
han salido voces como la de Harold Hamm, el multimillonario magnate del
fracking -una técnica de extracción del crudo a partir de esquistos
bituminosos y a través de procesos de pirólisis, hidrogenación o disolución
térmica- que nunca ha tenido reparo alguno en avisar a la OPEP, desde
entonces, de que “podrían matar” a la industria petrolífera si el cártel
trata de encarecer artificialmente el mercado. O, mejor dicho, de calentar
sin su consentimiento los precios. En un aviso beligerante sin precedentes
en la historia de la poderosa organización que lidera Arabia Saudí.
El del petróleo es un lobby que
ha aterrizado de nuevo en Washington con intención de quedarse. Al menos,
durante el periplo presidencial de Trump. A pesar de su promesa de “drenar
la ciénaga” de grupos de presión próximos a la Casa Blanca, cuando aún
se jactaba de ser la auténtica voz contra el establishment, el
enemigo de los Clinton y del poder establecido. O de la salida de su
gabinete del ex secretario de Estado, Rex Tillerson, antiguo consejero
delegado de Exxon Mobile.
Porque, pese a su volatilidad derivada
del recorte de cuotas de la OPEP, por un lado, y de la disminución de la
demanda por la pérdida de fuelle de la economía global, por otro, el
barril de crudo está a punto de firmar su mejor trimestre desde 2002,
tras rozar los 40 dólares a mediados de diciembre. Una escalada del 32%
desde el inicio de 2019 que ha catapultado su cotización, en EEUU, por
encima de los 60 dólares.
Catherine Howarth,
ejecutiva jefe de ShareAction, organización que promueve inversiones con
responsabilidad social corporativa, pone el dedo en la llaga: “El informe de
InfluenceMap deja evidencias de que la retórica de las petroleras no
concuerda con su acción empresarial, que sus credenciales sobre cambio
climático no pueden convivir con el ejercicio de sus lobbies ni con
sus intentos de sabotaje para revertir el calentamiento global. Es un juego
sucio, con dinero que no se emplea de forma legítima”.
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