Un hombre con una mascarilla tapándole la cara durante la pandemia
de COVID-19. Alejandro Ramos
El uso
generalizado de las mascarillas durante la pandemia de
coronavirus es un obstáculo para la comunicación no verbal
porque oculta la boca y parte de la cara. A la mayoría de la
población, esto le puede requerir mayor gestualidad o producir
leves malentendidos, pero para las personas sordas no poder leer
los labios es un serio obstáculo a la hora de comunicarse. El
colectivo pide que se usen equipos de protección transparentes y
se implementen técnicas de comunicación más inclusivas para
prevenir que la crisis sanitaria agrave su situación de
vulnerabilidad.
La imposibilidad de leer los labios de su
interlocutor dificulta las actividades básicas de las personas
sordas, desde hacer la compra hasta poner una denuncia en la policía
o recibir atención médica.
Aleida Sáfores, estudiante de medicina con una
pérdida sensorial moderada en ambos oídos, dice que el uso
generalizado de las mascarillas "intensifica el constante
sentimiento de discriminación y el cansancio que le supone a las
personas sordas la lucha diaria por acceder a la información y ser
una parte activa de la sociedad".
Pone como ejemplo su experiencia durante una reciente
consulta médica. Aunque le explicó a la médica que tiene hipoacusia,
esta rechazó su petición de que se retirara la mascarilla a una
distancia de más de dos metros y procedió con la consulta. Sáfores
le insistió varias veces en que no entendía lo que decía y aunque
hablase en ocasiones más alto, pronto volvía a su tono normal, que
ella no podía oír bien.
Desde Fasican, la Federación de Asociaciones de
personas Sordas de las Islas Canarias, piden que aquellos que
trabajen en atención al cliente usen pantallas faciales o
mascarillas transparentes que permitan leerles los labios.
Sin embargo, aunque las pantallas faciales estén
consideradas equipos de protección personal, no pueden sustituir a
las mascarillas. Las pantallas protegen de los aerosoles y las
salpicaduras que pueden transmitir el virus y tienen múltiples
ventajas. Facilitan la comunicación no verbal, son más cómodas para
las personas que portan gafas y son fáciles de desinfectar y
reutilizar. Aún así, no pueden sustituir a protección de las vías
respiratorias que otorgan las mascarillas y deben ser utilizadas
solo como un complemento.
Paseantes en la Playa de Las Canteras, en Las Palmas de Gran
Canaria con mascarilla y pantalla facial. Alejandro
Ramos
Las mascarillas transparentes tampoco son una
posibilidad en estos momentos. En respuesta a las denuncias por
parte de la comunidad sorda, varias empresas y organizaciones de
toda Europa se han lanzado a desarrollar modelos que permitan leer
los labios. Sin embargo, no existe ninguno homologado actualmente en
España.
Roberto García, docente de psicología de la
personalidad en la Universidad de La Laguna con experiencia con
personas sordas, dice que el obstáculo añadido que suponen las
mascarillas puede tener "un impacto psicológico" en las personas con
problemas de audición porque "agrave el sentimiento de aislamiento".
Para mejorar la comunicación con ellas, subraya la
importancia de la paciencia y la búsqueda de métodos alternativos de
comunicación. "Dado que no todo el mundo puede aprender lenguaje de
signos, es importante que cuando alguien se comunique con nosotros
de una manera a la que no estamos acostumbrados, tengamos paciencia
e intentemos entendernos", dice. "A las personas sordas hay que
hablarles de manera clara y sin darles la espalda, entendiendo su
situación y buscando maneras de comunicarse que le sean más cómodas
sin caer en exageraciones". Si hablando no consiguen entenderse,
García recomienda probar la comunicación escrita.
El uso obligatorio de las mascarillas comenzó limitado al
transporte colectivo pero se ha extendido ahora a todos
los espacios públicos donde no se pueda guardar la distancia
de seguridad. Alejandro Ramos
Los problemas de las personas sordas durante esta
crisis sanitaria no se limitan al uso de mascarillas. El acceso a la
información, de especial importancia en un momento de cambios
drásticos y en rápida sucesión, sigue siendo un problema grave, ya
que a menudo no hay transcripciones ni intérpretes a lenguaje de
signos en los principales medios de comunicación. Lo mismo ocurre en
la educación, que con su traslado online no
se ha adaptado bien a la necesidad de todos los alumnos.
El secretario general de las Naciones Unidas, António
Guterres, ya avisó de cómo la pandemia está exacerbando las
desigualdades y la exclusión que sienten los grupos más vulnerables
de la sociedad. "Las personas con discapacidades son de las más
golpeadas con por la COVID-19", ha dicho. "Con la vista puesta en el
futuro, tenemos una oportunidad única para diseñar e implementar
sociedades más accesibles para cumplir los Objetivos de Desarrollo
Sostenible".
Para Sáfores, la estudiante de medicina, el cambio
más importante que debe dar la sociedad para integrar a las personas
sordas como ella es cambiar la manera de pensar sobre la
discapacidad. "Debemos recordar que la discapacidad es una
construcción social dentro de un sistema de opresión y privilegio
como lo son el género, la raza, la clase o la sexualidad", dice.
"Una vez que se toma consciencia de esto, basta con la empatía y el
trato equitativo, incorporando la accesibilidad y las adaptaciones
no desde el paternalismo y la condescendencia, sino desde la
consciencia y el compromiso social por una sociedad equitativa".