atención
sanitaria en los centros educativos
Padres de guardia
a la puerta de colegios en los que no hay enfermeros
Todas las
enfermedades pediátricas están en las aulas, pero allí no suele
haber nadie formado para atenderlas. Padres y profesores reclaman
desde hace tiempo la presencia de un profesional sanitario
Niños de un colegio en Barcelona, en una imagen de archivo. (Reuters)
18.04.2015A Mª Dolores Campos la
voz se le quiebra. "Le dimos un masaje respiratorio, y por fin
empezó a moverse. Vio cómo estaba yo, y me dijo: 'Mami, no
llores, no pasa nada'". No pasó nada, efectivamente. Pero no por suerte
o por medios, sino porque la madre de Fernando (4 años) estaba a la
puerta de su colegio cuando él se quedó sin respiración, cumpliendo el
'turno' que le toca hasta que la sustituye su marido. Y porque ella es
matrona y él, médico de urgencias en un hospital próximo, y
además llevan siempre consigo material sanitario.
Su hijo, Fernando, padece una
enfermedad rara no diagnosticada, no es capaz de deglutir y tiene que
alimentarse por un botón gástrico. Si traga algo, y últimamente es
aficionado a llevarse cosas a la boca, puede ocurrir lo que
efectivamente sucedió hace unas semanas. Un dado se le quedó atrapado,
dejó de respirar y cayó inconsciente. Su madre intentó que lo expulsara
y también sacarlo con la pala de laringo, y su padre -que llegó en taxi-
trató de intubarlo, pero el propio dado lo impedía... hasta que ella,
con unas pinzas, lo logró. Fernando, que estaba inconsciente, volvió en
sí. Él y su familia están hoy de enhorabuena: esta semana una
enfermera ha comenzado a trabajar en su colegio, algo que
llevaban reclamando desde que él empezó en la guardería, cuando los
servicios de atención temprana insistieron en que tenía que salir de
casa, socializarse y, sí, escolarizarse.
En el colegio de Fernando trabaja ya una enfermera. (Foto: EC
La reivindicación de esta
familia, sin embargo, no es sólo suya o del colectivo de afectados por
enfermedades raras. Belén Domínguez es madre de una adolescente de 14
años, Carla, que lleva 11 conviviendo con la diabetes.
Como Mª Dolores, Belén ha sacrificado parte de su trabajo por estar
con su hija en un colegio sin enfermero. Aunque ella tiene una
ventaja: es docente, aparte de tener cierta formación en enfermería,
así que lo que hizo fue aceptar un puesto a tiempo parcial en el
centro extremeño en el que estaba Carla. Desde entonces se ha ocupado
de su hija "y de todos los niños con diabetes que han venido después".
Mª Dolores
comprende a los padres que, como le ocurrió a ella, sienten "miedo" (a
que nadie le haga el control de glucemia a sus hijos en el colegio, a
que llegue el bajón de glucosa y nadie sepa actuar...) e inquietud por
depender de la buena voluntad de los profesores. Y
comprende también a los maestros, que se ven ante la necesidad de asumir
responsabilidades en materia sanitaria para las que no están formados:
"A los docentes nos entra temblor con cada niño que llega con una
enfermedad. Al mínimo error, el problema es tuyo. En mi centro hay un
chico con alergia que va con la adrenalina a todos sitios, pero
¿quién se atreve a ponerla?"
La presencia de personal sanitario
en los centros en que sea necesario es una vieja reivindicación de los
sindicatos de educadores. Es algo que atañe "al propio concepto de un
sistema educativo inclusivo, es decir, el que garantiza
que todo alumno llegue al máximo de sus potencialidades. Si el alumno
puede llevar una vida normal, el sistema tendría que acogerlo", dice
Carlos López Cortiñas, secretario general de la Federación de la
Enseñanza de UGT. La realidad es que, hasta la fecha, en la mayoría de
las comunidades existen protocolos -no obligatorios- para que los
profesores sepan cómo actuar ante dolencias como la diabetes, pero poco
más. "Llevamos tiempo diciendo que es un ámbito que está bastante
abandonado. Una enfermera no sirve sólo para atender una situación 'de
botiquín', un accidente, ni a niños con patologías crónicas que
necesiten un seguimiento,
sino también para toda la
formación referida a temas de salud que se incluye en los currículos
básicos, o cuestiones como la formación en hábitos saludables o cómo
actuar en una situación de crisis", dice José Luis Cobos, asesor del
Consejo General de Enfermería.
'Una enfermera no sirve sólo
para atender un accidente o a niños con patologías crónicas, sino
también para toda la formación en salud'
Sin embargo, esta figura
-"indiscutible", según Cobos- sólo existe de forma reglada en
comunidades como Valencia y Madrid,
donde hoy trabajan 164 diplomados universitarios en enfermería en
educación infantil, primaria y especial, en los centros en los que hay
niños "que requieren una atención sanitaria previsible y estable", según
explica José Carlos Gibaja, director general de Infantil y Primaria de
la Comunidad de Madrid. "Ha habido otras iniciativas, pero muy tenues y
no estructuradas", prosigue Cobos. Eso a pesar de que, como señala Luis
González, secretario de la Federación de Diabéticos Españoles (FEDE),
"todas las enfermedades pediátricas están en las aulas". La atención
sanitaria no sólo prevendría crisis, sino que también serviría "para
normalizar la situación de los niños. Por
ejemplo, hay muchos que no hacen ciertas actividades físicas porque
nadie les hace un sencillo control de glucemia".
"Desde luego, el hecho de que
hubiera un enfermero en los centros contribuiría a mejorar la situación,
sobre todo cuando se trata de administrar medicación, en lo que hay un
vacío legal", cuenta Javier Korta, jefe de Sección de
Neumología Infantil en el Hospital Universitario de Donostia y autor de
El asma en la infancia y la adolescencia (Fundación BBVA), que
recuerda que por ahora en casos de asma o alergia la situación se
parchea con un consentimiento y un informe médico que los padres
entregan a principio de curso indicando las pautas de
medicación. "Un profesional podría, en el caso de niños con asma, actuar
más rápidamente y evitar crisis graves que desemboquen en el hospital, y
en alergias, evitar con adrenalina el shock anafiláctico".
Evitaría, además,
el sobreesfuerzo de padres como Cristina, una mujer también murciana con
un hijo, Izan (7 años), que padece una fuerte alergia a la proteína de
la leche. Cualquier champú, suavizante y por supuesto alimento que la
contenga, incluso por mero contacto, puede producirle una reacción. Si
llega a sus labios, puede ser aún peor: "Propuse que, para que no
hubiera problema, los niños desayunasen en clase, y luego yo
limpio todo resto de
comida del aula y controlo que todos se laven las manos. Así me
quedo yo tranquila y también él, que ya sabe cómo es un shock
anafiláctico".
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