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«¿Qué hacen los pediatras y psicólogos metiéndose en
la cama de sus pacientes?»
El doctor José María Paricio ha dedicado su vida al
cuidado y al estudio de la infancia
MÓNICA SETIÉN - @SetienMonica Madrid 16/05/2017
El doctor Paricio ha
dedicado casi toda su vida a la salud de la infancia. Este pediatra, miembro del Comité
de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría, ha publicado en
revistas como Pediatrics y varios capítulos en libros sobre medicina. Ha
colaborado con el Ministerio de Sanidad en el Observatorio de Salud de la Mujer
y en la Guía de práctica clínica sobre la atención al parto normal. Su libro «Tú
eres la mejor madre del mundo» es
un manual sencillo y que no pontifica en ningún tema.
¿Cuál es el objetivo de su libro?
-Como
pediatra me he dedicado fundamentalmente a tratar niños y a hablar con sus
madres. En un momento de mi vida profesional en que disponía de algo más
de tiempo pensé que podría ser interesante explicar todos los
conocimientos pediátricos que había adquirido mientras hacía la
especialidad en el hospital La Fe, en Valencia. El estudio y la
experiencia al asistir a talleres y jornadas enriquece mucho, al igual que
las conclusiones de las conversaciones con madres. Hablando con ellas me
di cuenta de que las cosas no siempre cuadraban con lo que estaba escrito
en los textos pediátricos. Se aprende mucho escuchando atentamente lo que
te dicen.
Pensé que
sería bueno que todos conociéramos esos puntos de vista de las madres que
cuadran o matizan los del pediatra. Hay demasiados libros que dicen
«enseñe a comer o a dormir a sus hijos»; hay muchos libros que son muy
sensatos, pero otros muchos pecan de excluyentes y dicen frases como «hay
que hacer esto porque si no las cosas pueden ir fatal». Yo he intentado
huir de eso. Prefiero exponer lo que la ciencia dice y lo que las madres
hacen y les ha ido bien, por si a otra madre, o a otro pediatra, le puede
llegar a servir. La crianza, la lactancia, la maternidad no son
enteramente reductibles al fenómeno científico.
-¿Siguen siendo las madres las que llevan el
peso de la familia y los hijos, o empieza a haber participación paterna?
-Es
cierto que desde la perspectiva de mi carrera profesional hay un cambio.
Los pediatras de mi generación sabemos hablar con madres, no con padres,
porque, salvo excepciones, ha sido palmaria la ausencia paterna en las
consultas. Hace tres y cuatro décadas si los niños venían con el padre por
estar la madre trabajando o enferma, saber lo que le pasaba a su hija o
hijo era muy difícil. De eso no se ocupaban ellos y no sabían si tenían
fiebre, desde cuando o cómo era la tos. Hoy, afortunadamente vienen ambos,
madre y padre, con mayor frecuencia y el padre puede responder con rigor.
Se empiezan a ocupar más, vaya. Parte del mérito está en ellos mismos, y
en ellas que les exigen más, pero influye también el hecho del paro
laboral en ellos y que hay ahora más mujeres trabajando fuera del hogar.
Pero
sigue siendo cierto que la crianza está en un porcentaje muy alto en manos
de las madres, independientemente del trabajo de ambos. Es un problema de
sociedad machista, de falta de educación en valores de igualdad desde la
escuela primaria, y de repetir estereotipos en la propia familia.
Estamos
muy contaminados por una cultura misógina de varios milenios y eso es duro
de vencer, sobre todo si desde los ministerios correspondientes no se toma
en serio el problema. Si no cambiamos el marco de relaciones laborales en
nuestro país, las mujeres seguirán sacrificándose y sin poder conciliar su
vida personal, familiar y profesional.
-¿Se exigen demasiado a sí mismas las mujeres?
-Sin
duda. Las madres suelen tener tal grado de auto-exigencia y quieren tanto
a sus hijos que con frecuencia creen que algo que han hecho mal es la
causa que ha podido perjudicar a su hijo. Hay que convencerlas de que el
virus que tiene su bebé no tiene nada que ver con lo que hayan hecho ellas
los días anteriores, que lo habría cogido igual o de otra manera si
hubiese hecho cosas diferentes. Se culpabilizan muchísimo. Es una
constante entre las madres pensar que han hecho algo mal. Si el niño no
come o no duerme bien, muchas madres dicen: «no estoy a la altura, no lo
estoy haciendo bien».
Muchas
mujeres tienen interiorizado que tienen que ser una «buena madre», una
buena esposa y una buena en todo y eso no es así. Esta idea proviene de un
mito cultural ancestral erróneo. Creo que nunca habrá suficientes
oportunidades para decirle a una madre que se siente mal que lo está
haciendo bien. Las mujeres hacen lo que mejor creen y lo que mejor pueden.
Y pese a eso, se culpabilizan. Pocos padres he conocido con semejante
grado de responsabilidad-culpabilidad.
- Parto respetado sí... pero, ¿es seguro el
parto en casa?
-La falta
de respeto que ha habido y hay en muchos partos atendidos en hospitales en
los que, aparte de no tener en cuenta para nada, o poco, a la mujer que
allí está en un momento único de su vida, se ha banalizado el momento
hablando de cualquier cosa, bromeando fuera de lugar y como mucho
adoptando actitudes paternalistas pseudo-protectoras, ha llevado a muchas
mujeres a buscar alternativas, mucho antes de que el colectivo de
obstetras, matronas y pediatras se planteen cambiar su actitud y modales.
El parto
en domicilio, que dejó de existir tradicionalmente al final de los años 60
en nuestro país, es hoy un deseo de bastantes mujeres y una reivindicación
de grupos de mujeres que luchan por un parto respetado, al que se suman, a
veces desde hace tiempo, colectivos de matronas y algunos ginecólogos y
pediatras. Hoy por hoy, en nuestro país es una opción minoritaria, no
cubierta por ningún tipo de seguro y, sobre todo, desregulada.
El parto
en domicilio en otros países de Europa (Reino Unido, Holanda) supone
prácticamente el 50% de todos los partos y es una modalidad que cubren los
seguros púbicos y privados de estos países.
Hay
publicaciones en revistas prestigiosas de sociedades de
Ginecología-Obstetricia que nos dicen que el parto en domicilio que cumple
una serie de requisitos (embarazo y parto de bajo riesgo, adecuadas
condiciones de la vivienda de habitabilidad, higiene y distancia a un
hospital y atención por profesionales debidamente capacitados) es tan
seguro como el parto en el hospital. Es importante saber que la
capacitación del personal que atiende un parto en domicilio es
fundamental. En un estudio que comparaba los resultados de unos 300.000
partos domiciliarios frente a unos 200.000 hospitalarios, todos ellos en
países anglosajones desarrollados, la mortalidad neonatal fue tres veces
superior en los domiciliarios. Sólo cuando se comparaban los partos
domiciliarios atendidos por personal debidamente cualificado la mortalidad
era igual que la de los partos hospitalarios.
Eso nos
indica que no todo vale y que dada la evolución de nuestra sociedad, es
preciso, además de ofertar alternativas respetuosas y seguras en el ámbito
hospitalario o en el marco de las llamadas casas de parto o nacimiento,
empezar a normalizar el parto a domicilio, regulándolo y dándole
cobertura, para evitar que haya mujeres y recién nacidos que puedan sufrir
malas prácticas por desconocimiento y desregulación.
-¿Qué opina de la figura de las doulas?
-Es un
colectivo no reconocido ni regulado profesionalmente en nuestro país y ese
es su principal problema. Independientemente de lo que yo pueda pensar, he
de recordar que esta figura es nombrada en la Guía de práctica clínica
sobre la atención al parto normal del Ministerio de Sanidad de 2010: «Las
doulas son mujeres, en su mayoría madres, que acompañan a otras mujeres
durante la gestación, parto y puerperio, ofreciendo soporte, tanto físico
como emocional».
El
sistema de atención al embarazo y nacimiento en muchos países, incluido el
nuestro, contempla tan escasamente de forma personalizada los aspectos
físicos y emocionales en la mujer embarazada y que da a luz, que la figura
de asesoría, de acompañamiento al proceso es prácticamente inexistente.
Dadas las características del mundo familiar y laboral actual, resultan
difícilmente abarcables al 100% por la pareja de esa mujer.
La
matrona es la figura oficial y preparada para suplir estas necesidades,
pero depende de un sistema sanitario que regula su tiempo y espacio, y a
algunas mujeres puede parecerles insuficiente el tiempo y atención que se
les dedica, o puede simplemente preferir otro tipo de acompañamiento.
Dada la
desregulación en este campo, se han dado casos de intrusismo profesional,
debido a doulas que han asumido papeles que no les corresponde ni están
preparadas para ello. Por otra parte, colectivos regulados como el de
matronas, que ya tienen bastantes problemas profesionales, es lógico que
lo vivan, en general, como intrusismo. Veo difícil que se asienten de modo
estable y normalizado en nuestro país debido, no sólo a la rigidez
normativa de la atención al embarazo-parto y a los conflictos
profesionales mencionados, sino a que nuestra sociedad, a diferencia de
aquellas en las que aparecen originalmente las doulas, en la que la pareja
de la mujer tiene un gran papel y cada vez más asumido, podrían plantearse
temas de duplicidad de funciones o de celos de rol.
La
desregulación no beneficia a nadie. Impide concebir una formación reglada
obligatoria, el diálogo con otros colectivos profesionales y hace que las
mujeres que deseen este tipo de servicios puedan ser estafadas o mal
tratadas, ya que tienen que asegurarse muy bien de a quién contratan.
Estas
mujeres pueden consultar grupos de doulas que están organizándose de modo
serio y transparente en varios países de Europa, incluido el nuestro, y
tienen portales en internet fácilmente accesibles y aclaratorios. Aún así,
sería una inestimable ayuda que el colectivo de matronas tuviese
catalogados estos sitios para poder ofrecer una información profesional.
La
recomendación de la guía del Ministerio de 2010 es «facilitar el
acompañamiento de la mujer durante el parto por la persona de su
elección».
-El contacto piel con piel es muy importante
para el bebé, pero ¿con el padre también puede hacerse y tiene el mismo
resultado?
-Efectivamente, hay multitud de pruebas científicas publicada acerca de la
importancia del contacto precoz piel con piel y mantenido entre madre y
bebé para aspectos que aseguran la supervivencia de la criatura y de la
especie: el establecimiento de la lactancia, el inicio de la vinculación,
la conservación de la temperatura corporal, la oxigenación, el intercambio
de mensajes esenciales, etc.
La madre
está hormonal, química, física y psicológicamente preparada para realizar
este contacto de la manera más eficaz, y el bebé recién nacido va a
aceptarlo de modo difícilmente superable y con el mínimo estrés, ya que su
madre, por decirlo gráficamente, huele igual o muy parecido por fuera que
por dentro. El calostro, el pezón, la areola, al bebé le recuerdan el olor
y sabor del líquido amniótico que hace tiempo que conoce, la voz de su
madre ya la ha oído hace tiempo y es un sonido que le apacigua…
Sabemos
por investigadores del Centro de las Ciencias del Gusto y de la
Alimentación de Dijon, que los bebés de pocas horas y días distinguen
perfectamente el olor de la leche de su madre, no sólo del de una leche
artificial, sino del de la leche de otras madres.
Por todo
ello, siempre que se pueda, y debería poderse casi siempre, debemos
asegurar el contacto con la madre. El que este contacto no esté
sistemáticamente garantizado en el parto, y sobre todo en caso de
cesáreas, es un fallo profesional en la atención.
Agotadas
todas las posibilidades, el padre o pareja y otros familiares pueden
suplir en parte los beneficios de este contacto y es deseable que así sea.
No habrá olores tranquilizantes, pero sí calor, sonido del latir del
corazón que le ha compartido el embarazo y se ha dejado oír durante el
mismo.
-Es usted un defensor a ultranza de la
lactancia. ¿Qué ocurre si a la mujer le es imposible dar de mamar a su
hijo? ¿Puede suponer un trauma para la madre?
-A quien
hay que defender es a la madre y a su bebé y eso pasa la inmensa mayoría
de veces por defender la lactancia. A la mayoría de madres que quieren dar
el pecho y acaban no pudiendo casi de entrada o no todo el tiempo que
deseaban, les supone un trauma importante. Hoy todo el mundo sabe, y sobre
todo las madres, que el pecho es mejor que el biberón para la salud de sus
hijos. Eso hace que se sientan culpables cuando no han podido empezar o lo
han interrumpido al poco de empezar. Creen que es por su culpa, pero no es
en absoluto cierto: dar el pecho en una sociedad culturalmente de biberón
y de muy pocos apoyos familiares, de amistades y sociales, es una
verdadera carrera de obstáculos. La culpa es antes del sistema de cuidados
sanitarios que les dijo que todo era muy fácil y luego no pudo ayudarla en
sus dificultades, o que le aconsejó todo lo contrario a lo que hay que
hacer, o de un entorno social hostil o desconocedor de la lactancia.
-Hablando de traumas... ¿Es un error adiestrar
en el sueño? ¿Es mejor dormirles en brazos y con mimos?
Adiestrar
el sueño en lactantes y niños sanos normales es un error. Creer que
venimos al mundo para que nos adiestren el sueño y generalizar el
adiestramiento como un método de cuidados de puericultura es una
equivocación que puede traer consecuencias nocivas para la estabilidad
emocional de niñas y niños.
Los
lactantes saben dormir desde el nacimiento, de hecho ya dormían dentro de
la madre y duermen muchas más horas al día que los adultos. El problema
para los adultos cuidadores que no han sido advertidos es que sus ritmos
horarios de vigilia y sueño no coinciden con los del adulto, pero son
enteramente normales y son justamente los que ellos necesitan para
desarrollarse adecuadamente.
Planificar metódicamente sesiones de tiempos incrementados de esperas con
llanto y miedo sin atender para que se acostumbren a los ritmos de los
adultos me parece muy imprudente. Acostumbrar a los niños a que da igual
lo que se quejen o pidan, que sus necesidades no serán atendidas, puede
pasar factura en la personalidad y modo de interactuar de niños sometidos
a métodos que, personalmente, veo crueles.
A la
mayoría de personas, niños o no, nos encantan los brazos y mimos. Muchos
bebés se duermen mal en lugares distintos del regazo de madre o padre,
otros no. Los hay que toleran que, una vez dormidos, se les deje en su
cuna y otros se despiertan. Cada bebé es diferente y hay que ir viendo qué
le gusta y qué pueden hacer sus padres. Es una historia a medias en la que
hay que tener en cuenta que el más frágil es el bebé y que hay que
amoldarse a él dentro de nuestras posibilidades.
-¿Es en realidad tan bueno el colecho?
-El
colecho no es ni bueno ni malo. Compartir cama con el bebé puede ser
cómodo para unos padres e incómodo para otros. Puede ser cómodo a
cualquier edad del niño o sólo los primeros meses. Puede vivirlo bien la
madre, especialmente si amamanta, porque le resulta más cómodo y puede o
no vivirlo bien la pareja de la madre.
El
colecho contribuye a aumentar la duración de la lactancia y, en
condiciones habituales, no aumenta para nada el riesgo de muerte súbita
del lactante, más bien al contrario, pues la lactancia materna disminuye
este riesgo y ésta es favorecida por el colecho.
El
colecho no es seguro si el bebé no duerme boca arriba, si los padres toman
alcohol, medicamentos sedantes o drogas o son fumadores; si tienen una
obesidad mórbida, si en la misma cama duermen otros hermanos o mascotas,
si la cama es de colchón muy blando y hay almohadas o cojines por medio y
si el colecho se hace en lugares distintos de la cama, como el sofá.
Dentro de
estos límites de seguridad, la madre y su pareja decidirán lo que creen
mejor para los tres. El colecho puede ser muchas cosas (cómodo, incómodo,
favorecedor de la lactancia, etc.), pero no es la manera única de dormir
de las familias y no es obligatorio para el mejor desarrollo de los bebés.
El dormir
de las familias no debería ser asunto de ningún colectivo profesional.
¿Qué hacen los pediatras y psicólogos metiéndose en la cama de sus
pacientes?
-¿En que consiste realmente la crianza con
apego?
-Es
importante saber que la llamada «crianza con apego» no es en absoluto la
teoría del apego. Es un estilo de vida, no una teoría comprobada como la
teoría del apego.
La teoría
del apego fue expuesta en los años 70-80 del pasado siglo por el
psicoanalista John Bowlby y, básicamente, explica muy bien la motivación
de la querencia entre humanos; según esta teoría que está vigente en la
actualidad, venimos al mundo con el deseo instintivo de ser queridos, de
que nos acojan y venimos muy preparados para que esto ocurra, de hecho es
nuestra madre la que normalmente nos acoge y asegura nuestra
supervivencia.
Por
cierto, respecto a la anterior pregunta he de decir que los métodos
irrespetuosos con las personas, con los niños, como son las técnicas de
adiestramiento basadas en el castigo (hacer llorar) para que un bebé o
niño adquiera un determinado hábito van contra las bases mismas de la
teoría del apego, contra el respeto a los niños y debemos oponernos a
ellas.
La crianza
con apego es una moda o filosofía de crianza que nos viene de USA, de la
mano de una organización fundada por una familia numerosa de padre
pediatra y madre enfermera que dice basarse en la teoría del apego, pero
que lo que aplica es una serie de puntos que, según ellos, lograrán niños
que, de adultos, habrán logrado el máximo de sus posibilidades emocionales
y profesionales e, incluso, que podría cambiar la deriva belicosa del
mundo.
Hay que decir que todos los puntos que preconizan están basados en un
trato respetuoso y cariñoso de alta calidad para los niños, con un
contacto físico materno, el mayor tiempo posible.
También hay que decir que no hay pruebas hasta ahora de que este estilo de
vida acabe logrando los loables pero ambiciosos objetivos que asegura. Los
que eligen este estilo de crianza tremendamente respetuosa deben saber lo
exigente que es como modo de vida muy centrado en el bebé y con muchas
dificultades para compatibilizar la vida familiar y profesional en esta
sociedad.
Algunos grupos de este tipo de crianza tienen tendencia al sectarismo. No
es bueno que critiquen ni que se aíslen de otras familias que han elegido
métodos de crianza menos exigentes pero también basados en el respeto y el
cariño. En este mundo, realmente no conciliador con la crianza respetuosa,
cada familia hace lo que puede y, mientras haya cariño y respeto de por
medio, todos los métodos son adecuados para contribuir al
desarrollo armónico
de los bebés.
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