Redacción
BLANCA AZNAR GALLEGO
20 de abril 2020
Barcelona, 20 abr (EFE).- Marta (nombre ficticio),
una joven de 22 años de origen chino infectada por
coronavirus que ha estado hospitalizada por una
neumonía y que acaba de salir de alta, ha confesado
a Efe que no ha querido contar a nadie que dio
positivo en COVID-19 porque sufrió algunas "escenas
de racismo" tras conocerse los primeros contagios en
España.
La
chica, adoptada de pequeña en Pekín por un
matrimonio catalán y que prefiere no revelar su
identidad, ha confesado que, cuando se dieron los
primeros casos de coronavirus en Cataluña, a finales
de febrero, se percató de cómo algunas personas se
cubrían la boca cuando pasaban por su lado o
compartían un mismo espacio con ella, aunque
reconoce que "fueron situaciones puntuales" con las
nunca antes se había encontrado.
Hoy hace
14 días que Marta, estudiante universitaria, fue
dada de alta, aunque ha decidido seguir aislada en
una habitación de su casa como medida de precaución,
tras haber estado ingresada en el Hospital de Mataró
(Barcelona) durante una semana, porque quiere
proteger a sus padres y su hermana ante un posible
contagio.
"Hace
una semana fue el cumpleaños de mi hermana y tuve
que felicitarla por videollamada, aunque vivimos en
la misma casa", cuenta Marta como una de las
anécdotas de estos días tan inusuales.
Antes de
ser hospitalizada, ya llevaba varios días con tos,
pero no le dio importancia porque "decían que a los
jóvenes casi no nos afecta".
La idea
generalizada que se ha extendido es que a los
jóvenes no les toca de cerca esta enfermedad, aunque
la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha
alertado de que este grupo de la población no está
exento de contraer el virus, y que, por tanto, no
son inmunes a ella.
Cuando a
la tos se le sumó la fiebre, la joven decidió acudir
a Urgencias, donde le hicieron el test que confirmó
el positivo por COVID-19 y, más tarde, una placa en
los pulmones detectó una neumonía, lo que obligó a
su hospitalización y aislamiento.
A raíz
de su experiencia, Marta advierte de esta falsa
creencia que hace pensar que sólo las personas
mayores padecen síntomas graves y recuerda lo que
ella notó: "Me ahogaba al subir una pequeña cuesta
que había hasta llegar al hospital y perdí el
sentido del gusto y el olfato".
"No
tenía ganas de hablar, ni apetito, y estaba muy
cansada durante todo el día", rememora la joven, que
cuenta que los primeros días se los pasó enteros
durmiendo.
Según ha
podido saber, ella era la persona de menor edad de
entre todos los enfermos del hospital de Mataró, ya
que la mayoría de pacientes eran personas mayores, a
excepción de un sanitario de 31 años contagiado en
el mismo centro médico.
Por
ello, ha querido remarcar que, a pesar de que ella
también se creía "inmune y estaba siguiendo el
confinamiento al cien por cien", se ha visto
afectada por la enfermedad "como cualquier otra
persona", por lo que ha animado a todos los jóvenes
a seguir con las recomendaciones sanitarias y las
medidas de distanciamiento social.
Marta
confiesa que lo que peor llevó durante su
hospitalización fue que su padre o su madre no
pudieran estar a su lado físicamente debido al
aislamiento al que deben someterse todos los
pacientes infectados por la COVID-19.
Esta
carencia afectiva de los familiares, sumada al bajo
estado anímico que provocó el virus en ella, fue lo
que "más incertidumbre" le generó, además de la duda
de cómo había podido contagiarse manteniendo una
estricta higiene, distanciamiento social, sin haber
tenido ninguna patología previa y considerándose
"una chica sana".
"A causa
del alto riesgo de contagio, las enfermeras iban
cubiertas con los conocidos Equipos de Protección
Individual (EPI) y trataban de no acercarse
demasiado, cosa que hizo que a veces me sintiera un
bicho raro", sonríe al decirlo.
Admite
que, como paciente, en ningún momento tuvo una
"sensación de colapso" en el hospital y ha
agradecido "muchísimo" la predisposición y la
implicación del personal sanitario del centro
durante su estancia. EFE