Han tenido el
inconveniente de no haber tenido una familia normal.
José Antonio García, Ibrahim Arbib, Luis Enrique Quique
Chamizo y Xabier Rubio fueron jóvenes tutelados en Galicia, Cataluña,
Madrid y Baleares. Ayer contaron su experiencia en el primer encuentro
internacional Jóvenes e Inclusión. Alguno conoció el primer centro de
menores con tan solo tres años, como José, de Allariz; otros, algo más
tarde. Pero todos vivieron el vértigo que supone cumplir los
18 años y salir al mundo sin el soporte y la ayuda que dan una familia.
«Aunque educadores, pedagogos y psicólogos intenten apoyarte, tu sabes
que vas a estar solo. Es decir, son trabajadores, no pueden vincularse
como tus padres. Sabes que tienes un tiempo limitado, debes formarte
mucho más rápido que cualquier otra persona en lo social y en lo
personal», explica José.
Quique recuerda ese día: «El día
de mi 18.º cumpleaños a las 9 de la mañana estaba fuera del centro.
Estás comiéndote las uñas sabiendo que ese día tu ya no perteneces a
eso, y le vas dando vueltas a la cabeza sobre qué puedes hacer.
Lo que haces es por instinto de supervivencia».
Porque a veces la salida del
centro de menores no es del todo fácil. Xabi no tuvo un final feliz a
los 18 años, pero ahora, con 28, no solo ha vuelto a tener contacto
con el centro, sino que es referente para un menor internado.
«Se acercan los 18 y piensas, aquí me van a dar la patada, y
te pones nervioso. Empiezas a portarte mal, porque sabes que, te
portes bien o mal, mañana te vas».
Son las víctimas. Fueron niños
de hogares problemáticos (que no ellos), y además deben sobrellevar el
estigma de ser niños tutelados. «Te miran distinto. Lo primero
que te preguntan es qué has hecho», dice Quique. Todos sus
compañeros coinciden: «La primera frase que suele soltar la gente es
'por algo estás ahí'. Más nos han hecho a nosotros de lo que hemos
podido hacer», insisten.
«Sabemos qué no es
familia»
Pero han sabido buscarse su
familia. «Para mí está demostrado que no todo es la sangre. Nosotros
hemos tenido el ejemplo de tener que renunciar a una familia que se
nos ha adjudicado, y hemos podido elegir después a la nuestra», dice
Quique. José asegura que en ese aspecto tienen una ventaja en relación
a otros jóvenes: «Nosotros sabemos lo que no es una familia,
tenemos el ejemplo de lo que nunca debes hacer. Para mí,
personalmente, algo que va a tener un valor enorme algún día si pasa
es ser padre; si tengo un hijo intentaré que no sufra lo que
he sufrido yo».
Ibrahim añade la madurez como
algo que han adquirido con más rapidez. «Aprendemos muchas cosas en el
día a día que un chico que está viviendo con sus padres no aprende».
Xabi añade: «Incluso cómo ves a las personas. Noto que mis amigos se
quedan más atrás y tú estás más avispado, ves cuándo puedes confiar en
la gente y cuándo no».
Ibrahim estudia
un ciclo superior de Química. Xabi trabaja en un ayuntamiento y
estudia por las tardes otro ciclo superior. José trabaja como
coctelero y barman en una cafetería y Quique en una compañía
telefónica pequeña. Los cuatro han sabido integrarse social y
laboralmente en la sociedad, y saben lo difícil que es conseguirlo sin
apoyo.