eldiario.es
DESALAMBRE DerechosHumanos
en eldiario.es
Un día en un centro de menores tutelados: una mochila, una
flor y unas manchas en el techo
Fronteras
Acompañamos a Youssef,
un joven que fue menor extranjero no acompañado en España, en su visita
a un centro de acogida de Accem similar al lugar donde creció
Gabriela Sánchez
06/02/2020 Gabriela Sánchez

Valle, la cocinera del centro a la que todos llaman "la gobernanta",
abraza a uno de los menores. Olmo Calvo
Unas
manchas marrones en el techo del recibidor advierten de que el
dolor de los adolescentes que viven entre estas paredes a veces explota
en arrebatos. Aquel día fue una lluvia de natillas de chocolate; otro fue un
grito en la cocina o un niño aislado en un sofá sin mediar palabra con su
alrededor. Youssef lo llama "la mochila". Esa mochila cargada de un peso
superior a los niños que lo soportan. Esa que les hace tambalearse y puede
empujarles a "tirarla y correr hacia cualquier lugar". Pero esa mochila,
dice, guarda una serie de herramientas que también les permiten avanzar.
Aquí les ayudan a conseguirlo.
Cuando Youssef empezó a cargar la mochila tenía diez años y no quería
trabajar en el campo como quienes vivían a su alrededor. Él quería "otra
cosa", y esa "otra cosa" parecía no estar en Marruecos, sino en España. Ese
niño menudo, tragó saliva frente a un enorme barco de turistas antes de
escabullirse en su interior escondido entre la gente. 15 años después, llama
a la puerta de un centro similar al que fue su hogar durante su adolescencia
en Toledo.
Entra
sonriente, algo nervioso, y abraza a Mounir, el mismo educador que tantas
charlas le daba cuando aún era un niño. Esas que "podían sonar a lo mismo",
pero "tenían su efecto". Ahora, con 25 años y convertido en taxista en la
ciudad manchega, es él quien hablará con los adolescentes. Ha venido a uno
de los encuentros organizados por la ONG Accem en su centro de acogida de
Toledo, que buscan la creación de referentes positivos entre los niños
tutelados.
A las
13 horas, la casa está casi vacía. El personal del centro espera el regreso
de los chavales, quienes pasan la mañana en el instituto. Valle, la
cocinera, ya tiene preparada una enorme cazuela de macarrones. Ahmed y
Bassim (nombres ficticios), los primeros en llegar, aparecen con timidez en
el salón.
Youssef charla con uno de los menores OLMO
CALVO
Youssef
se presenta en su idioma. Es consciente de que acercarse a los chavales no
es sencillo, aunque él haya sido uno de ellos. Los tres proceden del mismo
país, Marruecos. Los tres atravesaron solos el Estrecho. El joven taxista
observa en ellos la desconfianza de aquellos primeros años en España,
reticencias a los límites, los estragos de la soledad. Es consciente de que,
para ellos, hoy es un educador más, alguien nuevo que les contará "lo mismo
de siempre", pero también sabe que las palabras pueden acabar sirviendo.
Hoy a
Ahmed (nombre ficticio) no le apetece mucho hablar. Hoy le apetecería ser
invisible y se afana por hacer todo lo posible para aparentarlo. Cubre su
cabeza con una capucha, responde con pocas palabras, mantiene sus manos en
los bolsillos y su mirada se pierde en cualquier punto indefinido del salón.
De vez en cuando, el adolescente de 16 años parece olvidarse de la razón de
su frustración, y charla un poco con quienes se encuentran de visita en el
centro de menores donde vive desde hace unos meses.
Pronto
regresa el enfado, acompañado del silencio, esa mirada perdida y unos ojos
enrojecidos que empiezan a destellar cuando no puede aguantar más aquello
que le reconcome. Dice que le han robado unas zapatillas, que está enfadado,
que nadie hace nada. Vuelva a callar, aprieta los labios, evita las
lágrimas.
Son las
zapatillas, dice, pero el inicio de esa rabia contenida, ese trasfondo que
le colapsa, empezó en el lugar del que prefiere no hablar. El maltrato
recibido por un familiar en Marruecos es parte de ese pasado que prefiere
olvidar, explican quienes están con él cada día. La otra cara de su país es
su madre, a quien sí llama con frecuencia.
Dos de los menores acogidos por Accem descansan en su habitación. Olmo
Calvo
"Cuando un menor procede de un contexto de una familia desestructurada y no
ha tenido alguien que le haya proporcionado una relación sana de apego, su
forma de relacionarse con el mundo no suele ser muy saludable. Pues las
relaciones de cariño de niño son las que nos enseñan los límites", explica
Hella Aguilera, psicóloga del equipo de Accem que ha trabajado con menores
migrantes tutelados. "Esa situación genera una baja tolerancia a la
frustración. En la vida van a pasar ciertas cosas que hay que aceptar. Si no
las aceptas, no tienes capacidad para ser feliz", añade la especialista.
Unos
gritos estallan en la cocina. El educador Mounir trata de calmar a Ibrahim
(nombre ficticio). Las educadoras han encontrado una botella de aceite de
oliva en su habitación y no está permitido introducir comida del exterior.
Él se enfada, da un brusco golpe contra la pared y corre hacia su
habitación. Al rato regresa muy tranquilo, abraza a la cocinera, pone la
mesa y recoge el plato del invitado. "Cualquier adolescente, nacional o
extranjero, que no haya tenido una relación sana con un familiar, puede
generar ciertas conductas disruptivas ante la baja tolerancia a la
frustración. Pero lo más importante no son las conductas: el problema es el
sufrimiento que eso acarrea. Se puede ver en sus miradas, esa rabia, esa
amargura".
Uno de los menores frente a un mural que reza 'te quiero, hermano' OLMO
CALVO
"Perdí mi infancia para sembrar una flor"
Youssef
recuerda bien ese sufrimiento. Él, ya desde su posición de adulto,
define ese dolor como "soledad". "Me veía solo mucho tiempo, sin estar con
mi familia. Tenía educadores, compañeros, pero me sentía solo. Es entonces
cuando empezaba a pensar si había merecido la pena", reconoce el joven
taxista, quién sí tenía una buena relación con sus progenitores, pero
decidió migrar para "tener un futuro". Se recuerda con preocupaciones que no
debería tener un niño: "Prepararme para ser independiente a los 18 años,
hacer cosas para ayudar a mi familia. Pensaba: he perdido mi infancia, he
invertido años en sembrar una flor y, como no lo haga bien y no me salga
flor, he sufrido para nada".
"La
cuestión era aguantar. Pesa mucho la mochila que tenemos cuando de niños
dejamos todo solos. Hay niños que no soportan el peso, la tiran y corren y
pueden ir a cualquier camino", sostiene Youssef.
Uno de los menores friega los platos OLMO
CALVO
"Si no
hubiese tenido un trato indinvidualizado como el que me dieron en mi centro,
y hubiese estado en uno saturado, no sé qué hubiese sido de mí.
Necesitábamos protección, y a mí me la dieron". Según los últimos datos
proporcionados por Interior a eldiario.es, a fecha de 31 de julio de 2019,
en España había 12.262 menores extranjeros no acompañados. De ellos, solo
154 residen en Castilla-La Mancha.
La
vivienda, de techos altos y motivos de madera, cuenta con dos plantas. La
superior tiene varias habitaciones, todas masculinas excepto una de ellas.
La habitación de las niñas y adolescentes no está ocupada. La última joven
que pasó por este lugar se ha escapado. Ella tiró una parte de su mochila y
corrió, nadie sabe muy bien a dónde.
"Algunos de los menores han estado viviendo en la calle, muchos vienen a la
defensiva, desconfiados porque es lo que han vivido. El maltrato que han
recibido en Marruceos de parte de la policía u otros menores. Llegan aquí y
todo es nuevo. Hay que estar encima para que integren ciertas normas. Todo
eso les cuesta, a veces no quieren estar aquí pero poco a poco van entrando
en la dinámica del trabajo", sostiene Mounir, también director del centro de
Accem.
Cuenta atrás para el 18
cumpleaños
El
educador insiste en la importancia de estar encima de los chavales, dar un
trato personalizado, para aligerar el peso de las duras experiencias que
arrastran, y puedan centrarse en salir adelante antes de cumplir los 18
años. A esta casa son derivados menores tutelados que proceden de un centro
de primera acogida de Castilla-La Mancha.
"Al
llegar aquí, empezamos con los trámites de empadronamiento, tarjeta
sanitaria, revisión general, escolarización... Les damos un mes de que
conozcan a los educadores y cada uno tiene un educador de referencia: donde
se le explica por qué está aquí y lo que podemos trabajar con él, en un
protección, se le explica las normas....", detalla Mounir. Después de ese
periodo de adaptación se marcan unos objetivos personalizados en cada
menor.
El
cronómetro para el dieciocho cumpleaños de Namir (nombre ficticio) está en
marcha. Solo cuenta con cuatro meses para ultimar su plan antes de tener que
abandonar el centro, pero se siente preparado. Irrumpe en el salón con mucha
educación y aparente seguridad en sí mismo. Sudadera rosada, gorra, gafas
estilo aviador doradas y pantalón pitillo, el adolescente abraza a la
"gobernanta" antes de sentarse a la mesa. Habla un perfecto castellano.
Desde
Accem realizan los trámites para formalizar la documentación de los menores,
con el objetivo de que una vez cumplida la mayoría de edad cuenten con la
residencia en España y no se encuentren con la incertidumbre de una futura
expulsión. Según
publicó El País, solo un 21% de los menores extranjeros no acompañados
tiene este permiso, a pesar de que la ley obliga a las comunidades autónomas
a gestionarlo.
Namir no migró solo a España. Lo hizo, con visado de turista, junto a su
hermano mellizo, más callado, más tímido, más enfadado con su alrededor.
Durante los cerca de dos años que llevan en el país, han pasado por
diferentes etapas. Llegaron a escaparse de este centro durante un tiempo:
vivieron en las calles de Barcelona, en Girona e incluso cruzaron la
frontera de Francia.
Ahora,
con tan solo unos meses para dejar de ser menor, Namir dice que aquí no se
mueve. Aunque tiene sus diferencias con el centro y espera con ansias su
vida independiente, ha decidido aprovechar lo poco que le queda para salir
preparado. "Me estoy formando para que todo vaya bien y salir con un
título".
Los
papeles de ambos hermanos ya están tramitados y un amigo de la familia
reside en Guadalajara. La documentación y las redes personales les
aportan una calma de la que carecen otros muchos menores extranjeros no
acompañados. Esa tranquilidad que permite desear su 18 cumpleaños, en vez de
temerlo. "Nos iremos a vivir allí y saldremos adelante. Mi hermano sabe
cortar el pelo y yo quiero aprender: me gustaría montar una peluquería".
Cuando
Youssef mira hacie el pasado, recuerda ese cumpleaños con ilusión. Por fin
podría hacer aquello en lo que pensó desde que se vio solo en España: "Viajé
a Marruecos para ver a mi familia", confiesa el veinteañero. "Sacrifiqué
muchos años de mi vida, de mi infancia, pero a cambio conseguí un futuro.
Aguanté la mochila ocho años, me guiaron bien y ahora tengo la flor".
Youssef muestra una imagen en la que aparece él mismo de pequeño OLMO
CALVO
Una sociedad mal informada debilita la democracia
Ahora más que nunca se demuestra
que la desinformación debilita la democracia y por eso son necesarios medios
que te cuenten la verdad: la independencia de eldiario.es es posible porque
somos rentables y no tenemos deudas. Solo nos financiamos con la publicidad
y el apoyo de más de 35.000 socios y socias. Nuestro trabajo necesita de tu
apoyo, y cuesta dinero.
|