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En defensa de las niñas y los niños
A pesar de
todas las declaraciones y convenciones para
proteger a la infancia, aún hay demasiadas
personas a las que, en la práctica, no les
cabe en la cabeza que niñas y niños tengan
derecho a ser escuchados, o al honor y a su
propia imagen, o a su identidad y expresión
de género, ni les entra en la mollera eso
del interés superior del menor
Por Carmen
Camacho


Una
niña juega con un patinete Paco
Freire / SOPA Images Via ZUMA / DPA
31 de agosto 2021
A ver
cuánto tardan esos que siempre están de lado
del más fuerte, cuando se enteren de que en
esta misma semana ha entrado en vigor la
nueva Ley de la Infancia y Adolescencia en
Andalucía, en soltar eso de "pues a mí de
pequeño mi padre me tupía a correazos, y a
la vista está que no me generó ningún
trauma". Como si no fuera bastante marca de
aquel maltrato haber olvidado que los
golpes, venidos de quien se supone que te
protege y cuida, no sólo le dolieron a aquel
antiguo niño, sino que además han dejado muy
dañado al adulto en que se ha convertido.
Como si acaso no fuera bastante no poder
distinguir entre miedo y respeto;
como si acaso el hecho de haber pasado por
ese infierno validara que las niñas y niños
de ahora también tengan que pasarlo.
A ver
cuánto tardan, en cuanto sepan que el 20 de
noviembre ha sido declarado Día de la
Infancia en Andalucía, en decir eso de
"¿y para cuándo el Día del Padre y el de la
Madre? Ah, es verdad, ¡ya existen! ¿Para
cuándo una ley para la protección del Pater
Familias?". Olvidan que, desde antiguo,
la figura de la paternidad ha ido vinculada
a la idea de privilegio: "cuando seas padre
comerás huevos". Para quienes pretenden
tener autoridad sin echar antes sentido
común, la paternidad ha supuesto
históricamente una especie de rito de paso
hacia la supuesta adultez. Para los hijos de
estos padres, la familia ha supuesto una
prisión. Eso de "honrarás a tu padre y a tu
madre" está muy bien, siempre y cuando,
correspondientemente, haya un "honrarás a tu
hija y a tu hijo". El Premio Nobel Bertrand
Russell sostenía, del tirón, que "no se debe
aconsejar a los jóvenes que cedan a las
presiones de los viejos en asuntos vitales.
(…) Los argumentos de los padres no deben
ser razón suficiente para renunciar al
intento" –ponía por caso- de dedicarse al
teatro. ¡Y ya verás tú cuando los enemigos
de lo inclusivo se enteren, además, de que
el Defensor del Menor pasará a
llamarse a partir de ahora Defensoría de
la Infancia y la Adolescencia!
¿Estamos
dispuestos a escuchar a las niñas y niños?
Me temo que les tenemos demasiado miedo y
menosprecio. Su reino no es de este mundo
A día de
hoy, y a pesar de todas las declaraciones y
convenciones para proteger a la infancia,
aún hay demasiadas personas a las que, en la
práctica, no les cabe en la cabeza que las
niñas y los niños tengan derecho a ser
escuchados, o al honor y a su propia imagen,
o a su identidad y expresión de género, ni
les entra en la mollera eso del interés
superior del menor. Por descontado, a
ninguna de esas personas se les pasa por la
cabeza reconocer el valor social de las
niñas y niños y, ni mucho menos, tener
presentes sus opiniones. Estoy convencida de
que una ciudad pensada desde los y las
chaveas, cuyo plan urbanístico tuviera
realmente presentes las necesidades de los
más pequeños e incluso su mirada sobre las
cosas, sería una ciudad inclusiva de veras,
transitable, por supuesto más verde, menos
agresiva, más humana y acogedora con las
personas que tienen necesidades especiales.
¿Estamos dispuestos a escuchar a las niñas y
niños? Me temo que les tenemos demasiado
miedo y menosprecio. Su reino no es de este
mundo.
Pero
también se da mucho en estos tiempos el
atropello a la infancia por la vía
contraria, no por el desamor y la agresión
física, sino por una especie de asfixia de
amor e injerencia excesiva en sus vidas. Es
algo así como la consolidación de la frase
que reza eso de "tanto quiso el demonio a su
hijo que lo entortó". Allá por finales de
los 90, la poeta y pedagoga del
revés Isabel Escudero promovió la Asociación
Antipatriarcal en Defensa de los Niños,
centrada no tanto en los problemas de los
más desfavorecidos, de los que el Estado
debe ocuparse, sino en los específicos de
"los niños bien criados, esos niños del
Consumo (…)" asfixiados por el mercado, la
escuela, las actividades extraescolares y la
familia.
La
pedagogía ha de comenzar, más que
por los niños, por nosotros los
mayores
Vayan algunos ejemplos de dicha asfixia y
desconsuelo:
El negocio de los productos y servicios para
infantes es tan implacable que tener hijos
pareciera un lujo exótico, pues cómo privar
al niño ahíto de todo lo que nos dicen que
ha de tener. En este sentido, no nos puede
resultar extraño que la adicción infantil a
las pantallas y videojuegos se haya
convertido en un problema de primer orden.
Tampoco es de extrañar que niños con
enfermedades poco comunes o raras se tengan
que aguantar con su padecimiento; a la
industria farmacéutica no les interesa,
curarlos no es rentable. ¿Quién defiende el
derecho de estas criaturas a la vida y a la
salud?
Antaño las niñas y niños escapaban de la
intensidad de sus madres y padres a través
de la familia extensa (las tías, los
primillos, los abuelos…) y del cole. Ahora
la vida infantil suele darse casi en
exclusiva en el seno de la familia nuclear y
con la connivencia de la escuela con las
madres y padres, que deja sin apenas
respiraderos a las niñas y niños. Que el
padre, ahora, en no pocos casos, sea el
principal compañero de juegos de su hijo no
deja de ser algo realmente desnaturalizado.
Existe cierto empeño, además, en no pocos
progenitores y educadores, y por supuesto en
el mercado, en pretender que el niño deje de
serlo cuanto antes, que se dé prisa en ser
mayor. Es tremendo observar cómo hay quienes
regañan a los pequeños por el hecho de
comportarse como lo que son, seres llenos de
asombro, inventiva, curiosidad e inmensa
energía. Inflar a las criaturas de
actividades extraescolares que los preparan
para ser alguien el día de mañana suena a
demasiada prisa porque dejen de ser lo que
son, por acelerar el proceso y que, de paso,
dejen de joder con la pelota. Eso sí,
después esparcimos las imágenes de nuestros
vástagos en las redes.
"El psicoanálisis –cito de nuevo a Russell-
ha aterrorizado a los padres cultos, que
temen hacer daño a sus hijos sin querer. La
paternidad, que antes era un triunfal
ejercicio del poder, se ha vuelto timorata,
ansiosa y llena de dudas de conciencia".
Mala idea.
Como ven, aporto los dos extremos –el
desamor y el maltrato, por un lado, y el la
asfixia por amor e intervencionismo, por
otra- entre los que la infancia y la
adolescencia, incluso la más cubierta y
satisfecha, va tirando como puede. La
verdadera defensa de las niñas y niños quizá
estriba en tener todo ello (rémoras de una
pedagogía venenosa heredada del franquismo,
mercado, escuela, familia...) presente para,
de veras, darles la consideración, libertad,
escucha y trato que merecen. Visto lo visto,
la pedagogía ha de comenzar, más que por los
niños, por nosotros los mayores. |