LA TERCERA
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debates/2016/05/895-679857-9- me-averguenza-chile.shtml
Me
avergüenza Chile
Pablo González
09 de mayo del 2016
La muerte
de una niña en un recinto del Sename es un episodio más de una historia que
nos llena de vergüenza a todos. Con todo, el problema excede al Sename,
cuyos niños gravemente vulnerados en sus derechos son la punta de un iceberg
que nadie quiere ver. En Chile, 7 de cada 10 niños chilenos sufre maltrato
en sus hogares, y uno de cada 11, abuso sexual. Es decir, si usted lleva a
sus hijos al cine, probablemente la mayoría de los niños a su lado estén
siendo maltratados o abusados. Incómodo, ¿no?
Chile
ratificó en 1990 la Convención de los derechos del niño, pero, hasta hoy, no
la cumple. Que todos los niños disfruten plenamente sus derechos no es un
ideal, es un mínimo. Sólo nuestro fracaso de construir una sociedad sana,
nos lleva al problema del Sename, de cómo restituir derechos ya vulnerados.
El énfasis de la política debiera ser la prevención. En este sentido, urge
una política hacia las familias que las dote de herramientas para la crianza
sana, que reduzca el stress, que genere espacios de juego, que reduzca los
horarios de trabajo y transporte. Por supuesto, este propósito excede al
Sename y debe comprometernos a todos.
Segundo, los organismos del Estado deben dejar de
vulnerar los derechos del niño en sus actuaciones. No sólo la transgresión
de la policía contra los niños mapuches, sino también los niños prematuros y
los hospitalizados separados de sus papás, los infantes en sala cuna en
horario extendido y los largos horarios de trabajo de los padres, por citar
algunos.
Tercero, urge un sistema de monitoreo y evaluación de
desarrollo y derechos, con estándares claros y medidas correctivas frente a
desviaciones. El Estado debe abandonar la lógica de intervención sectorial y
generar políticas niño-céntricas, desde sus necesidades y derechos. Es
deseable un sistema de seguimiento y acompañamiento de la trayectoria del
desarrollo de cada niño, desde la gestación hasta su salida de la enseñanza
media, con apoyos que aseguren que todos alcancen su máximo potencial.
Cuarto, el Estado debe resolver el problema de la
pobreza en la infancia. Uno de cada cuatro niños es pobre, lo que significa
que no tiene acceso a juguetes, a espacios de entretención o a una
alimentación adecuada. Estamos condenando a muchos niños a perpetuar el
ciclo de la pobreza por las malas experiencias de sus primeros años de
vida.
Quinto, urge actualizar la legislación para que
cumpla con los estándares de la Convención de los derechos del niño.
Por
último, es importante aclarar que no se trata de un problema de recursos.
Sin duda hay que gastar más, pero también hay que gastar bien. Hay que
establecer una asignación familiar digna, programas para familias, abandonar
la nefasta política de sala cuna y concentrarse en jardines infantiles de
calidad (muy distantes de los actuales) y plazas y espacios de juegos. No
hay inversión más rentable en el futuro, ni más justa y necesaria.
Y no nos debería preocupar nada más mientras no
cumplamos esto. De no ocurrir todo lo anterior, sólo será cuestión de tiempo
para que ocurra otra muerte que nos llene de vergüenza nacional.
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