Dos niños talibanes en uno de los campos de
las escuelas coránicas | Paco Cazalla. Radio
Mujer
La situación de los llamados
niños talibanes, niños internados en las
escuelas coránicas de Guinea Bissau que son
víctimas de explotación económica y
violencia, ha sido el primer trabajo de
investigación de Radio Mujer de Bafatá, la
radio hecha sólo por mujeres que se
abrió en Guinea Bissau hace dos años por iniciativa
de Periodistas Solidarios de la
Asociación de la Prensa de Sevilla.
En un amplio reportaje de 45
minutos emitido por Radio Mujer y las
emisoras comunitarias del país, revelamos la
situación en la que viven 861 niños en
21 escuelas coránicas de Bafatá, la segunda
ciudad más importante de Guinea Bissau. Se
les conoce como niños talibanes porque
son utilizados por algunos maestros de sus
escuelas para dedicarse a la mendicidad, un
problema preocupante que está extendido por
toda Guinea Bissau, especialmente en la
región de Bafatá, y también en Senegal,
Gambia, Guinea Conakri, Mali y Mauritania.
Además de ser obligados a mendigar por
las calles, muchos de ellos son privados de
libertad, sometidos a una mala alimentación,
a violencia física y sexual, y alejados de
sus familias.
Este trabajo de investigación
se llevó a cabo entre febrero y octubre de
2019 con entrevistas a menores, familias y
profesores en Bafatá y también en algunas
zonas de Senegal, donde encontramos
ramificaciones de la red de explotación de
estos niños, un trabajo en el que hemos
respetado en todo momento la identidad,
anonimato y voluntad de participar de los
menores.
Este reportaje ha venido a
confirmar que la vida de los niños en Guinea
Bissau no es nada fácil, debido a las muchas
adversidades que deben afrontar. Miles de
menores viven sometidos a unas duras
condiciones de vida y privados de los
derechos más elementales. La mayoría de los
que entrevistamos mostraban una gran
tristeza por estar lejos de sus familias
y un deseo de volver a sus casas, lo que
revela que estaban internados en las
escuelas coránicas en contra de su voluntad
y que se está cometiendo una clara violación
de los derechos humanos y la práctica de un delito
de secuestro, según establece la Ley de
2011 contra la trata de personas de este
país.
Según el testimonio de
algunas familias entrevistadas, profesores
de estas escuelas viajan por las aldeas en
busca de niños para llevarlos a Senegal a
estudiar el Corán a cambio de 10.000
francos. Otras veces son intermediarios,
reclutadores, los que se encargan de esa
labor de reclutamiento de los pequeños.
Una vez en la escuela
coránica, los menores son sometidos a unas
jornadas extenuantes de oraciones que
comienzan a las cuatro o cinco de la
madrugada y pueden acabar a las once de la
noche, con sesiones de hasta cinco horas
seguidas de rezos. Y cuando no están
rezando, son obligados a pedir limosna por
las calles. Pero si no recaudan una cantidad
mínima –entre 250 y 1.000 francos-, reciben castigos
físicos o son privados de ciertos
alimentos. Esos mismos niños también
mendigan para que les den un poco de arroz,
un arroz que luego supuestamente se utiliza
en la dieta diaria de estos centros.
Nuestra investigación ha
podido demostrar que hay redes de tráfico de
estos menores usados para pedir limosna:
centenares de niños de Bafatá que son
conducidos a Senegal, Mali y Mauritania para
estudiar en las escuelas coránicas, pero que
luego acaban viviendo en la calle y
mendigando todo el día lejos de sus
familias. Y otros tantos que traen a Bafatá
con el mismo objetivo procedentes de aldeas
y pueblos de otras partes de Guinea Bissau.
Según diversos testimonios, las familias
recibieron dinero a cambio de entregar a los
niños, quienes, en algunos casos, van
pasando de mano en mano movidos por estas
redes de explotación.
Muchos niños, además, son
entregados a estos profesores del Corán con
sólo cuatro o cinco años de edad, de modo
que, pasado un largo tiempo fuera de casa,
cuando vuelven apenas conocen a sus padres,
de los que no han tenido noticias durante su
etapa en la escuela, ni los padres a ellos,
claro. Hay que tener en cuenta que detrás de
esta lacra se esconde el drama de las
familias más pobres, que a veces necesitan
librarse de una boca para poder comer, y que
no pueden costear unos estudios con gran
demanda social que sí están al alcance de
las familias más pudientes.
Los niños talibanes viven así
inmersos en un ambiente de continua
violencia, tanto por parte de algunos de sus
profesores como de algunos compañeros y de
la propia ciudadanía que se siente molesta
con ellos cuando piden limosna por las
calles. Es la misma sociedad, sin embargo,
que contempla con indiferencia que esos
menores hayan sido entregados a extraños por
sus familias como una manera de aliviar sus
graves penurias económicas. La expresión
"dar un hijo" a otra persona, a veces
completamente desconocida, forma parte de la
"normalidad" de este país sin que cause el
menor rechazo social. Y, mientras, el Estado
se esconde detrás de la carencia de recursos
para justificar su falta de reacción, de
intervención para detener estas prácticas.
Todo el mundo tiene una coartada para no
acabar con la indefensión de estos niños.
Indiferencia fuera mientras
la lucha por la supervivencia se vuelve
muchas veces encarnizada dentro de las
escuelas coránicas. Los niños de más edad se
aprovechan de los más pequeños y en
ocasiones les roban el dinero que han
conseguido mendigando. Y como todos tienen
que conseguir una cantidad mínima diaria,
robarán en la calle si es necesario para
llevar algo a la escuela al final de la
jornada. Por esa razón, muchos de ellos no
consiguen resistir la presión, la violencia
y las penurias que sufren diariamente, y se
fugan del centro. En esos casos, algunos
acaban como vagabundos, porque han perdido
los lazos con su familia, o como migrantes
en otros países.
La mayoría son niños, pero
también hay algunas niñas talibanes, que
también sufren explotación en estas
escuelas. Esa mayoría se debe a que los
padres no consideran importante que sus
hijas aprendan a leer el Corán y, además,
porque prefieren que se dediquen al trabajo
doméstico en casa.
Este trabajo de investigación
ha contado con financiación de la ONU y la
colaboración para su elaboración del
Consorcio Media de Innovación de la
Comunicación Social de Guinea Bissau y
asesoramiento técnico de Periodistas
Solidarios. Radio Mujer de Bafatá está
gestionada por una quincena de asociaciones
de mujeres de un país situado entre los doce
naciones con menor índice de desarrollo
humano del mundo, donde el Código Civil
impide que las mujeres puedan iniciar una
actividad comercial sin el consentimiento
del marido y donde persiste la práctica de
la mutilación genital femenina.