Ley
53/2007, de 28 de diciembre, sobre el control de comercio exterior de
material de defensa y de doble uso
Hay que denegar la exportación de armamento “cuando
existan indicios racionales de que las armas puedan ser empleadas en
acciones que perturben la paz, la estabilidad o la seguridad en un
ámbito mundial o regional, exacerbar tensiones o conflictos, ser
utilizadas de manera contraria al debido
respeto y la dignidad inherente
al ser humano para la represión interna, o en situaciones de violaciones
de derechos humanos, o vayan a países con evidencia de desvío”
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http://www.guerraeterna.com/pedro-sanchez-renuncia-a-defender-los-derechos-humanos-si-hay-puestos-de-trabajo-en-peligro/
Pedro Sánchez renuncia a defender los derechos humanos si eso
supone un riesgo económico

La entrevista a Pedro Sánchez en La Sexta en la noche del
domingo nos ha permitido confirmar dos hechos básicos en la decisión del
Gobierno español de autorizar la venta de bombas a Arabia Saudí para su uso
en la guerra de Yemen. Hubo una amenaza directa del Gobierno saudí de poner
fin a las relaciones económicas con España, y toda esta crisis se originó
por lo que fue un error de la ministra de Defensa, según la versión
ofrecida por Sánchez.
Hay algo más que admite varias interpretaciones, pero que
Sánchez dejó claro en una de sus respuestas. Está muy bien tener una
política de derechos humanos, pero no tanto si eso pone en peligro
inversiones y puestos de trabajo. Una guerra en la que han muerto decenas de
miles de personas es algo terrible, pero un Gobierno puede colaborar con
ella, aunque sea de forma reducida, y no sentirse responsable. ¿Por qué?
Tiene mucho dinero que perder.
En varios medios de comunicación, se informó de que el
Gobierno saudí había protestado por la decisión de Margarita Robles de
suspender la entrega de bombas guiadas por láser en un contrato aprobado por
el anterior Gobierno y ya pagado por el cliente. El Gobierno no se atrevió a
concretar mucho más. Los saudíes, a diferencia dela
crisis que han tenido con Canadá, prefirieron optar por la discreción y
no hacer público su enfado. Seguro que pensaban que este era un problema que
podían arreglar sin levantar la voz.
Sánchez fue
bastante claro en la entrevista: “El
dilema que tenía este Gobierno era romper las relaciones comerciales,
económicas y políticas con un tercer país, con el impacto que eso podía
tener en determinadas zonas de este país, por ejemplo la bahía de Cádiz, o
cumplir con un contrato que firmó la anterior Administración”. El peligro
consistía en perder el contrato de construcción de cinco corbetas por valor
de 1.800 millones de euros en las instalaciones de Navantia en Cádiz y
Ferrol. Esa fue la amenaza que llegó de Riad.
La ministra de Defensa quedó completamente desautorizada. Fue
señalada como la causante de esta crisis. Sánchez dijo que Robles no fue
consciente de las dimensiones comerciales de esa decisión, con lo que hay
que suponer que la tomó sin consultarla con Exteriores, Economía o Moncloa.
Cabe la posibilidad de que esto no haya sido así, pero los comentarios de
Sánchez hacen pensar que el Gobierno tuvo que reaccionar ante una situación
creada por Defensa.
No es lo mismo ser ministro que presidente –eso lo sabemos
todos–, pero la humillación política sufrida por Robles es de las que dejan
huella.
Por último, las declaraciones de Sánchez ponen un límite muy
claro en cualquier esperanza que se pueda tener en que este Gobierno tenga
un política de derechos humanos distinta al anterior. El único consuelo, muy
pequeño, es que Sánchez no nos insultó con
la explicación absurda sobre el “armamento de precisión” con la que el
ministro de Exteriores, Josep Borrell, y la portavoz del Gobierno, Isabel
Celaá, nos intentaron engañar unos días antes.
Realpolitik más puestos de trabajo suman una potencia que
ninguna tragedia humanitaria ni violación de derechos básicos pueden
alcanzar. Estoy seguro de que Sánchez preferiría que se acabara la guerra de
Yemen, ¿y quién no?, pero está dispuesto a colaborar con los planes
militares saudíes porque aparentemente no nos podemos permitir adoptar una
postura ética y que respete la legislación español sobre venta de armas. Si
es verdad que miles de puestos de trabajo directos e indirectos dependían
del contrato de las corbetas, para el Gobierno, no hay más que hablar.
En otras palabras, los derechos humanos, para los que se los
puedan permitir.
“La responsabilidad que tiene
este Gobierno llega hasta nuestras fronteras. Lo que puedan hacer terceros
países no es responsabilidad de este Gobierno”, dijo Sánchez.
Eso no es lo que dice la legislación. Una ley aprobada en
2007, con un Gobierno socialista, dictamina que hay
que denegar la exportación de armamento “cuando existan indicios
racionales de que las armas puedan ser empleadas en acciones que perturben
la paz, la estabilidad o la seguridad en un ámbito mundial o regional,
exacerbar tensiones o conflictos, ser utilizadas de manera contraria al
respeto debido y la dignidad inherente al ser humano para la represión
interna, o en situaciones de violaciones de derechos humanos, o vayan a
países con evidencia de desvío”.
No hay mejor forma que describir la campaña de bombardeos
masivos saudíes sobre la infraestructura civil de Yemen que esa ley escrita
en 2007 por alguien que quizá ni siquiera sabía quién gobernaba Yemen, y
mucho menos lo que pasaría allí años después.
Este es el momento en que uno, si cree qué Margarita
Robles debería haber coordinado su decisión con Moncloa, se pregunta si una
ministra tiene que pedir permiso para cumplir la ley.
Pero ya sabemos que para los ciudadanos el cumplimiento de la
ley es una obligación inexcusable. Para los gobiernos, la ley consiste sólo
en una serie de directrices que se pueden obviar si resultan demasiado
onerosas desde el punto de vista económico o electoral.
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