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Guatemala

Tragaluz

Solo hay una infancia

23/02/2014

Jaime Barrios Carrillo

No hay peor ciego que el que no quiere oír. Organizaciones como UNICEF han dado alarmas sobre la infancia guatemalteca. Las estadísticas muestran las violaciones de los derechos del niño en Guatemala. Las humillaciones, la orfandad, la falta de escolaridad. Algo sumamente trágico porque solo se vive una infancia. Y sobre todo la desnutrición que padecen los niños, la cual ha llegado a niveles inaceptables, de las más altas de Latinoamérica.

La Organización Internacional del Trabajo, refería hace un tiempo que en el país laboraban 800 mil menores de edad en malas condiciones. Esta situación parece no haberse superado.

La infancia guatemalteca es explotada y se le induce a la criminalidad. Se abusa sexualmente de los niños. Se roban niños. Se asesinan niños. El infanticidio prolifera entre la pobreza y la ignorancia. Junto a las drogas, la prostitución, el abandono y la violencia. ¿Qué puede esperarse del futuro si no se cambian las estructuras del infanticidio estructural? ¿Cuántos niños nacidos en este siglo llegarán a la vida adulta? ¿Cuántos vivirán una vida plena, llena de realizaciones y felicidad?

La expresión “dar atole con el dedo”, viene del hecho dramático de que muchas campesinas paupérrimas engañan a sus hijos hambrientos, dándoles atol con un dedo para paliarles el hambre. El dedo recuerda el pecho y el atol pretende substituir a la leche. Las razones de esta costumbre son de un concretismo bárbaro: la mujer campesina, generalmente desnutrida, no tiene leche, es seca. Demasiados hijos y muy seguidos. Necesidad de trabajar en plena lactancia. Agotamiento del cuerpo. Este dar atol con el dedo significa en buen guatemalteco “engañar” y en su origen “engañar al hambre”. Por añadidura el dicho se aplica a toda forma de engañar. ¿Cuánto atol con el dedo vienen dándonos por años, por décadas, por siglos?

Porque los niños no son solo el futuro de la patria, son la patria. Bastaría con volver a esas páginas del Señor Presidente donde Asturias narra con convicción desesperada la historia de la humilde Fedina Rodas. Intercalando capítulos Asturias nos cuenta la brutal detención, el interrogatorio sin sentido y la creciente ansiedad de la madre que quiere dar el pecho a su bebé, también preso el pequeño, y al cual oye llorar desesperadamente hasta que el llanto se va extinguiendo hasta la muerte.

Nuestros niños sin infancia, en la época de las bolsas infladas y cerradas que no saben que el camello no pasará por el ojo de la aguja. La infancia es el tiempo de los tiempos. Pasa pronto pero según los psicoanalistas no termina nunca, ya que afecta toda la vida del adulto. Innegociable resulta entonces robarles a los niños su infancia.

¿Qué se dirá dentro de 100 años sobre nuestra época, cuando ser niño resulta casi un delito, castigado con la pena de muerte por inanición o por enfermedad o el castigo del trabajo forzado en lugar de la escuela, el juego y la seguridad de un hogar. El que no ha sido niño difícilmente podrá desarrollar su humanidad.