"Me acusaron de adulterio y me dijeron que tenía que pagar con mi
vida. Por eso huí y no puedo volver a mi país", explica Maggi, quien
prefiere no dar su nombre real. Maggie es una refugiada gambiana que
casi pierde la vida por resistirse a permanecer en un matrimonio
forzado. "Llevo tres años en España, pero no soy feliz", expresa con
lágrimas en los ojos. Cuando Maggi huyó de su país tuvo que dejar a
sus hijos en casa de una amiga y desde entonces sueña con el
reencuentro. Lo cuenta en la
biblioteca viviente celebrada los pasados 13 y 14 de octubre, un
espacio de encuentro en el que los y las asistentes compartieron sus
conocimientos y experiencias sobre migraciones. Acompañada por
Juanjo Guerrero, un trabajador social de la
Fundación Unblock, hablan de la desprotección que viven las
jóvenes refugiadas en España.
Ella es una de las invitadas en el encuentro del
proyecto europeo FAB y una de las protagonistas de la biblioteca
viviente. El objetivo del evento es visibilizar las experiencias de
niños, niñas y jóvenes migrantes que emprendieron su viaje a Europa
solos, así como las de las familias de acogida. "Es increíble que
pasen estas cosas", "y más aún que no se tomen medidas", comentan
los asistentes. La vivencias de los protagonistas, al igual que el
informe de por Causa "La
Acogida de Menores Migrantes en España", apuntan a una misma
dirección: es preferible la acogida familiar a la
residencial. Sin embargo,
solo el 0,96% de los y las menores migrantes en España son acogidos
en familias.
Un nuevo hogar
Moha es otro de los participantes. Junto a su madre de acogida,
Esperanza, cuenta su historia en una de las salas de la biblioteca
viviente. "Yo salí de Marruecos a los 17 años y cuando llegué a
España me llevaron a un centro de menores", relata.
Como ocurre habitualmente cuando se llega a la mayoría de edad,
a Moha le echaron del centro sin alternativa cuando cumplió los 18
años. Entonces, Esperanza le abrió las puertas de su casa y desde
entonces viven juntos. "¿Te has encontrado con muchas
dificultades?", pregunta una mujer a Esperanza. "La verdad es que
no. Es un chico estupendo", responde. Gracias a esta nueva familia
que han creado Moha y Esperanza ahora a ambos se les abren nuevas
oportunidades. "Me estoy sacando la ESO y estoy en varios procesos
de selección para trabajar", explica Moha con ilusión.
Emilia Lozano y Luis Casillas, fundadores de
Somos Acogida, tampoco se perdieron esta cita. Son un matrimonio
del barrio de Hortaleza que decidieron actuar ante el repunte de la
violencia hacia los niños y niñas que se encontraban en el centro de
menores del barrio. "Durante la pandemia les dejaron viviendo en la
calle", denuncia Emilia. Crearon "Somos Acogida" para que ninguno de
estos niños se quedara sin hogar al cumplir los 18. Sogbe Toure, uno
de ellos, les acompañó en el evento para contar su historia. "Tuve
que salir de mi hogar cuando tenía 16 años. Me metieron en un centro
de menores y a los 18 años me dejaron en la calle", relata. Fue
entonces cuando Emilia y Luis acogieron a Toure en su casa hasta
encontrar una alternativa.
Toure no ha sido el único que ha pasado por allí, ya que la casa de
Emilia se ha convertido para muchos en un refugio. "En Nochevieja
hicimos merienda y vinieron como 17, ¿te imaginas a tantos en un
piso de 70 metros cuadrados?", cuenta con una sonrisa. Toure sonríe
desde el otro lado de la mesa recordando aquel día. "Se respiraba
felicidad", añade Emilia. Entonces este matrimonio se prometió no
renunciar nunca a seguir apoyando a estos jóvenes. Así, han
conseguido acoger a varios de ellos en una casa de acogida en Puebla
de Almoradiel (Toledo). Allí vive Toure: "Yo siempre he sido más de
ciudad, por eso al principio me costó", reconoce. Emilia le mira con
una sonrisa. "Ahora es más de pueblo que yo", bromea. Para Emilia la
acogida tiene un impacto positivo en ambas partes: "Es lo mejor
que he hecho en mi vida. Con ellos hemos reído, jugado, aprendido…".
Por eso anima a otras familias a que den el paso y sobretodo a que
aprendan a valorar todo lo que estos jóvenes aportan a nuestra
sociedad.
Los relatos de las familias emocionan e inspiran al público a partes
iguales. Mensajes que abren caminos en los que el cariño y la
complicidad se imponen ante los prejuicios y el rechazo. Sin
embargo, la certeza de que son excepciones, tal y como señalan los
datos, siembra cierta desesperanza. Por eso, el
informe de la Fundación por Causa dedica un apartado a hablar de
buenas prácticas para que las excepciones pronto se conviertan en la
norma.
En un evento lleno de experiencias, culturas y diversidad no podía
faltar la música. El popular grupo madrileño
Los Mohas 19 presentó uno de sus temas. "Esta canción habla
sobre el amor de las madres", dice uno de ellos. Esas madres a las
que personas como Okba Mohammad, periodista sirio en España, lleva
más de siete años sin ver por culpa de la guerra. Madres como Maggi,
que luchan cada día por abrazar a sus hijos y conseguir que nunca
les vuelvan a separar. O madres como Esperanza, quien acogió con los
brazos abiertos a Moha formando una nueva familia donde el cariño y
los cuidados son el denominador común para ambos. Y de pronto esa
canción que habla sobre un amor que todos los niños y niñas del
mundo necesitan choca con un sistema de acogida que construye muros
entre quienes solo buscan el calor de un hogar.