https://elpais.com/elpais/2019/08/12/opinion/1565627638_292481.html
El País
¿Nos hemos vuelto todos locos?
Sánchez hizo
exactamente lo que debía con el 'Aquarius';
ahora debe hacer lo mismo y no convertirse
en cómplice
Los
migrantes rescatados por el 'Open Arms', el pasado
jueves. Francisco
Gentico EL
PAÍS
Resumen
de los capítulos precedentes. El 1 de agosto, el
buque español Open Armsrescata en el
Mediterráneo a 55 personas que huyen a la
desesperada de distintos países de África, 20 de las
cuales son menores. A la mañana siguiente rescata a
otras 69, 10 de las cuales son niños. Ocho días más
tarde, cuando Malta e Italia, los puertos más
cercanos, han rechazado de manera reiterada e
inequívoca, con argumentos falaces, tramposos o
abyectos, acoger a esos desesperados —algunos de
ellos enfermos—, su número asciende a 160, y la
situación a bordo del barco se complica cada vez
más: hay discusiones, incidentes violentos, amenazas
de motín. Mientras tanto, los tres países
involucrados en el incidente (España también lo
está, puesto que el Open Arms navega bajo
bandera española) se quitan de encima el marrón, la
UE no sabe/no contesta, el resto de socios europeos
silban mientras se liman las uñas, el desalmado
Matteo Salvini, feliz en bañador y con barriguita
cervecera, suelta chistes graciosísimos contra
Richard Gere —que ha cometido la imperdonable
fechoría de llevar víveres y sonrisas a los
náufragos— y los demás contemplamos atónitos la
función desde la playa, con un puro en una mano y un
mojito en la otra. La pregunta es: ¿Nos hemos vuelto
todos locos o qué?
Sí, ya
conozco la respuesta que se da a quienes no tenemos
la más mínima duda —pero es que ni la más mínima— de
que hay que sacar a esa gente de ahí de inmediato y
como sea: con una sonrisa de suficiencia y una ceja
levantada, se nos tacha de buenistas, se nos
previene contra el llamado efecto llamada, se
pondera la laberíntica complejidad del problema
político de fondo, un problema migratorio que atañe
a toda Europa, tal vez el principal problema de la
UE, que puede agravarse si nos dejamos llevar por
irresponsables arrebatos humanitarios. Mi respuesta
a esa respuesta es la siguiente: con el debido
respeto, váyanse ustedes a la mierda. Y también: si
esto es un problema político, yo soy Naomi Campbell.
Y también: cuando uno se encuentra en medio del mar
con un montón de desdichados —niños y enfermos
incluidos—, uno no se pone a estudiar las
respectivas normativas nacionales sobre rescate
marítimo, uno no inicia una sesuda reflexión sobre
política migratoria, uno no se encomienda a nadie:
coge a esos infelices, los lleva a puerto, los cura
y los da de comer y de beber; y luego hablamos. Y,
si hay que violar una ley que impide hacer eso, pues
se viola y punto, como hizo hace poco la capitana
Rackete (¡viva la capitana Rackete, carajo!). O como
hizo un año atrás, sin ir más lejos, el presidente
Pedro Sánchez, ofreciendo el puerto de Valencia a
los 630 desgraciados que se hacinaban en el Aquarius. Por
supuesto, Sánchez fue acusado entonces de buenista,
de oportunista y de no sé cuántas zarandajas más,
pero hizo exactamente lo que debía hacer. Es verdad
que luego la UE no ha estado a la altura y que
todavía es incapaz de concertar una política de
asilo común que encauce este problema: un problema
que, cuando los náufragos ya están en tierra firme y
atendidos como Dios manda, se convierte
efectivamente en un problema político (y además muy
serio). Pero no antes.
Antes es
otra cosa: antes es un puro problema de decencia
mínima; por debajo de eso, ya está el infierno. Así
que, presidente Sánchez, vuelva hacer ahora lo que
hizo bien hace un año, y luego vuelva a pelear a
brazo partido para que la UE fije de una vez por
todas una política decente, compartida y eficaz en
este asunto trascendental. Vuelva a hacerlo y no se
cubra de ignominia usted y no nos cubra de ignominia
a todos, convirtiéndonos en cómplices de esta
canallada.