https://www.publico.es/sociedad/safia-aaddam-hay-negocio-enorme-acogida-menores-migrantes.html#md=modulo-portada-bloque:4col-t1;mm=mobile-big
El libro habla de una
nostalgia por un país que realmente no se conoce y donde no se ha
nacido, ¿cómo lleva ese choque cultural una niña?
Hay un duelo que
arrastran nuestros padres por dejar su país. Traen consigo esa tristeza
y esa nostalgia por la pérdida de contacto con la naturaleza, con el
campo, su legua y su cultura. Ese duelo sale en el día a día y lo
heredamos los hijos. Es un choque complicado, porque nuestros padres lo
idealizan a ratos para sanarse. Pero fuera de casa percibimos todo el
tiempo que nuestro país de origen es algo negativo, pobre y salvaje. Es
una pelea constante descubrir ese sitio donde nuca has estado, pero que
vive constantemente en ti.
No es casual que la
novela comience con la protagonista, Lunja, en la sala de una psicóloga.
¿Cuántos traumas se acumulan en una infancia atravesada por la condición
de migrante?
El libro es ficción,
pero se basa en mi experiencia y la de otras hijas e hijos de
inmigrantes. La terapia es el hilo conductor porque Lunja descubre que
sus problemas de salud mental están relacionados con sus traumas de la
infancia, con problemas que viven muchísimos hijas e hijos en su
infancia y adolescencia. Son niños y niñas pobres que se enfrentan a la
diferencia de clase social a una edad muy temprana. A eso se suman los
comportamientos institucionales, que también son traumáticos, y una
responsabilidad familiar que no les corresponde a esa edad. Te
conviertes en la intérprete de tus padres, les acompañas a servicios
sociales, al médico, traduces las cartas que llegan… Todo eso son
estresores que se acumulan y aumentan la posibilidad de sufrir
depresión, ansiedad y otros problemas de salud mental.
También queda patente
que no es lo mismo ser hijo que hija, algo quizás conflictivo de
denunciar, aunque ocurra lo mismo en el caso de las familias españolas.
La diferencia es
grande. Las niñas tienen que asumir roles de responsabilidad que no son
habituales en los hijos varones. Lunja, además de ser pobre e
inmigrante, es mujer. Siempre asumimos un rol de cuidadoras y estamos
más expuestas que los hijos varones. Ellos cargan con la misma mochila,
pero la nuestra pesa más, es el peso del patriarcado.
Intento dejar claro
que el machismo es universal y estructural, está en todas las
sociedades. Las mujeres africanas tenemos miedo que denunciar el
machismo de nuestra sociedad y nuestra cultura se vuelva en contra, de
que despierte las voces racistas y de que se olvide el machismo de
España para centrarnos en el de otros países. Eso hace que no podamos
contar con tranquilidad realidades que podemos y debemos criticar.
En la novela hay tres
generaciones de migrantes, dos de ellas hijos de migrantes. ¿Cómo cree
que será la próxima generación? ¿Se avanza realmente hacia una igualdad?
Sí, estamos avanzando,
pero nos topamos contra una pared invisible. Nos hemos estancado. La
lucha antirracista se ha reducido a hacerse una fotito, a colorear
partidos políticos con rostros de migrantes. Nosotros luchamos muy
fuerte porque nuestros padres no lo han hecho. Ellos solo se pudieron
preocupar por tener los papeles en regla, trabajar, traer comida a casa
y callarse la boca. Nada de lucha ni de denuncia porque nos quitan los
papeles y nos echan del país. Eso es lo que he aprendido yo en casa, a
no denunciar ni luchar, aunque se tuviera la razón. No se lucha porque
el monstruo está en la institución y te afecta más por tu condición de
migrante. Ahora, los hijos e hijas de inmigrantes conocemos nuestros
derechos y denunciamos lo que no han denunciado nuestros padres. Ya no
vamos a estar solo limpiando culos y aguantado lo que nos digan personas
racistas, lo denunciamos. Pero topamos con una pared que en algún
momento tendremos que derrumbar. El racismo si no se combate desde la
estructura, desde lo institucional, no va a acabar.
Una de las polémicas
tradicionales es la del uso del velo. Se trata en la novela y en España
volvió a surgir hace unos meses, cuando la diputada ceutí
Fátima Hamed participó llevando el velo en un acto público con la
vicepresidenta Yolanda Díaz y otras políticas de la izquierda. ¿Qué
piensa sobre esta polémica?
Hay que hablar del
velo sin ser paternalista ni infantilizar a las mujeres. Si una mujer
lleva el velo porque le da la gana no hay que cuestionarlo. Fátima es
una gran política, una persona con edad, cargos, formación y bagaje;
nadie la obliga a llevar el velo. Otra cosa es que pienses que el velo
puede ser una herramienta patriarcal y yo lo puedo respetar, pero no se
puede empezar a perseguir a mujeres veladas y a cancelarlas. Es hacer el
juego al patriarcado y eso se usa por la extrema derecha y por voces
racistas para afirmar que "una de las vuestras" critica su propia
cultura. Es como cuando se contrata a una persona extranjera para decir
que no están en contra de la inmigración legal, para blanquear su
discurso.
l colegio y el
instituto son los lugares donde más se hace patente la diferencia y la
exclusión de la protagonista. ¿Cuál es el principal problema de los
hijos de inmigrantes cuando van a un colegio español?
Portada de la novela 'Hija de inmigrantes' (Nube de tinta).
A la Educación
española le ocurre lo mismo que a cualquier otra institución. Es
estructural y sistemáticamente racista. Está basada en un perfil blanco
normativo. A partir de ahí es fácil que se ejerzan violencias. Si no
tienes en cuenta otras realidades y no eres consciente de que estás
ejerciendo esa violencia, más fácil es ejercerla. Hay persona que ya
forman parte de este país y que hemos tenido que entrar en un molde que
no está hecho para nosotras. Eso luego genera dificultades en la
adultez, no solo para las personas migrantes o racializadas, que sufren
porque el "color carne" de los rotuladores no es el de su carne, por
tener el pelo diferente, por su ropa. Se sufren agresiones por parte de
compañeros y del profesorado que se tratan como si fueran bromas y se
les resta la importancia que tienen. Luego está la diferencia de clase,
ver que no tienes libros y tus compañeros sí, solo porque no se tiene
dinero. Eso es violencia, es una injusticia enorme. Hay que trabajar
para reducir las diferencias, sobre todo a esas edades.
Aunque se nace en
España y se crece en España, conseguir la nacionalidad es un calvario.
¿Cómo se vive esto en un contexto económico que además no es favorable?
Para los hijos de
africanos hay condiciones específicas, hay que acreditar diez años de
residencia legal. Si tus padres no son españoles, tú heredas la
nacionalidad de tus padres, y también su estatus ilegal. El Estado te da
un NIE, un número de identidad de extranjero, y eso se suma a la
burocracia que hay detrás. Hay muchos niños nacidos en España que no
tienen papeles y más de 500.000 personas que han nacido aquí que no
tiene la nacionalidad. Si a eso sumas el racismo de las instituciones,
la falta de conocimiento y de dinero para pagar las tasas, al final
llegas a una edad en la que te das cuenta de que tienes permiso de
residencia, pero no la nacionalidad. No puedes votar ni ser funcionaria.
Cuando decides solicitar la nacionalidad hay muchas trabas y los tiempos
se alargan durante años. La razón que se da es porque el sistema está
colapsado, porque falta personal para las tramitaciones. Yo creo que es
por falta de interés, una estrategia para recortar derechos.
Votar es uno de esos
derechos y se acercan las elecciones en Andalucía. Allí hay una gran
presencia de población migrante, sobre todo de origen marroquí. ¿Cómo
cambiaría el resultado si esas personas pudieran votar en un contexto de
auge de la extrema derecha y su discurso contra la migración?
Vengo de trabajar en
Andalucia en la campaña "votar es un privilegio", para que gente que no
quiere votar ceda su voto a personas migrantes e hijas de migrantes que
han nacido en Andalucía y no tienen derecho a voto. Hay 711.000 personas
migrantes de las que 600.000 no van a poder votar. Es una discriminación
racista enrome. ¿Qué democracia es esta si cada vez que hay elecciones,
alrededor de un millón de personas tiene su voz silenciada? Esto hace
que ciertos partidos políticos centren su campaña en discursos extremos
contra los migrantes porque saben que no va a poder votar e influir en
los resultados, que no pueden responder en las urnas, que es como se
responde en democracia. Es de vergüenza.
Por eso es clave
acelerar los trámites de nacionalidad o ampliar ese derecho universal y
básico que es el voto. Tú cumples con todas las obligaciones, pero no
puedes votar. No hablamos del voto de los turistas, hablamos de gente
que ha nacido aquí y ha vivido aquí toda su vida y nunca ha podido
votar. Es desesperante. Al final ves que el discurso cala y ningún
partido político se moja del todo en proponer este tipo de cosas, porque
temen perder votos.
La regularización de
migrantes es uno de esos temas en los que los partidos no se mojan. Hay
una ILP en marcha ahora para conseguirlo. ¿Cómo cambiaría esta novela si
los padres de la protagonista hubieran tenido papeles desde el
principio?
Sería muy diferente.
Detrás de estos números y de la palabra migrante hay personas. Se ha
deshumanizado tanto a la población migrante que solo verbalizarlo da
mucha vergüenza. En una pandemia mundial que ha encerrado a todos en
casa no se ha tenido en cuenta la opción de regularizar a las personas
migrantes. En otras ocasiones sí se ha hecho, sin que hubiera emergencia
sanitaria, solo porque era necesario para el país y la economía. Pero
por cuestión de derechos, de dar un ingreso mínimo vital y ayudas, no.
Cientos de miles de personas se han visto con todas las puertas
cerradas, gente que vivía sin contrato, y muchos eran niños y niñas. Es
una vergüenza que el PSOE y otros partidos que abanderan los derechos
sociales no estén en primera fila defendiendo una regularización, solo
por miedo, porque cala el discurso de que nos van a quitar el trabajo,
del efecto llamada, etc. Así solo se consigue que la política no sea
real, que no se combata la vulneración de derechos. Se habla de
feminismo y de igualdad, pero no se tiene en cuenta a las mujeres en
situación irregular. A ellas sí se las puede dejar desamparadas, que no
puedan denunciar a su maltratador o a su violador por miedo, porque no
tienen papeles. Esto debe cambiar.
Safia El Addam durante la entrevista con 'Público'.
—
Jairo Vargas
Aborda desde dentro,
como trabajadora social, el fenómeno de los menores migrantes, los
centros de acogida y las fundaciones que los gestionan. Habla de "mafia
buenista". ¿Por qué?
Porque sus
comportamientos y su manera de trabajar son muy parecidos a los de una
mafia, pero están camuflados con nombres buenistas, detrás de trajes y
mensajes de protección de la infancia y de derechos humanos. En
Catalunya, sobre todo a partir de 2018, llegaron muchísimos chavales y
se empezaron a abrir muchos centros de acogida de fundaciones privadas.
También se empezó a segregar, a hacer centros solo para chicos
migrantes. Ahí se vulneran derechos y hay malos tratos que nadie revisa
y a nadie le importan. El trato es diferente que otros centros, los
profesionales no son los mismos, no se les exige la misma formación y
experiencia. Hay muchos recién titulados. La diferencia profesional es
brutal y eso se refleja en el trato hacia los menores. Y a eso se suma
la falta de derechos por no tener papeles, que no se tramiten los
permisos, bien por dejadez o bien por irregularidades o castigos. Al
final los chicos acaban en la calle y hacen lo que pueden por
sobrevivir. Y muchísima gente tiene miedo de denunciar estas cosas. No
solo los chavales, también los trabajadores tienen miedo de contarlo
porque les puede influir en su trayectoria laboral. Son empresas muy
grandes, aunque sean fundaciones. Hay un negocio enorme con los menores
migrantes.
El esfuerzo de Lunja y
de sus padres para que vaya a la universidad es enorme. Ahora se debate
mucho sobre la meritocracia, ¿qué opina sobre esto alguien que viene de
un contexto tan difícil?
Me da mucha risa
cuando se habla de esto sin tener en cuenta las personas pobres,
migrantes e hijas de migrantes, que lo tenemos todo en contra para
llegar al mismo lugar que una persona blanca con unas posibilidades
económicas decentes. Es una vergüenza que se siga pensando que existe la
meritocracia y que con esfuerzo se consigue lo que se quiera. La
meritocracia es una absoluta mentira.
Yo he vivido en la
pobreza extrema y una situación de desigualdad en el colegio y en el
instituto. Yo no quería ir al instituto porque me veía diferente a los
demás y tenía que demostrar siempre el triple. Lunja consigue llegar a
la universidad, pero no es una heroína. Yo tampoco. No somos más válidas
que los compañeros que abandonaron el instituto para protegerse. La
violencia que se sufre es enorme y lo más fácil es dejar de estudiar. Lo
más probable es que nosotros acabemos fracasando y en los márgenes. Todo
está hecho para que acabemos así. El sistema está hecho para que todo se
complique y no puedas avanzar. No debería ser ni un debate. La
meritocracia es un discurso de privilegiados.
A la protagonista la
investigan para poder contraer matrimonio en España. ¿Qué se siente en
esa situación?
Es brutal. Hay un
prejuicio social por el que una mujer racializada está con una
persona blanca por un interés, no por amor. A eso se le suma lo
institucional. Hay exámenes para casarte con un español si tú tienes
un NIE. Yo lo he pasado. Me he tenido que sentar en una sala con una
persona que no me conoce de nada y que me somete a una veintena de
preguntas íntimas para ver que realmente me quería casar con mi
pareja. Si las respuestas no tienen el visto bueno, porque no sé
cuál es su película favorita, por ejemplo, hay una juez que envía
unos policías a casa para comprobar que realmente somos pareja.
Al final, si una
mujer tiene que casarse con un hombre para conseguir unos papeles
dice mucho del país en el que está. Si una mujer depende de casarse
para conseguir derechos significa que no puede conseguirlos por sí
sola. Refleja que debe de haber muchas trabajas para que una mujer
decida casarse por papeles.