Un
lunes de enero, Laurent Barthélémy Guibahi Ani no se presentó en la
escuela. Recorrió a pie los 30 kilómetros que separaban su casa del
aeropuerto de Abiyán, la capital económica de Costa de Marfil. Nadie
sabe los motivos exactos por los que Laurent, con 14 años, decidió
introducirse en un avión con destino a Europa sin avisar a nadie. Solo
que, durante el último año, tras la muerte de un amigo en el contexto de
una huelga de educación, había tenido la cabeza en otra parte. Tal vez
lo suficiente como para arriesgarse a viajar muy lejos, aunque pudiera
costarle la vida.
Su
cuerpo fue encontrado en
el tren de aterrizaje de un avión que llegó el pasado 8 de enero al
aeropuerto Roissy-Charles de Gaulle de París. Laurent "hablaba mucho de
la torre Eiffel, decía que quería verla. De mayor quería ser
científico", afirmó, días después, uno de sus compañeros de clase a RFI.
Al igual que Yaguine Koita y Fodé Tunkara, los dos niños que fallecieron
en circunstancias parecidas en 1999 y cuyo
caso removió a Europa, Laurent era un buen estudiante. Tal vez por
eso era consciente, a una corta edad, de la falta de oportunidades en su
tierra natal.
El
adolescente vivía en Youpogon, uno de los suburbios más grandes y
humildes de Abiyán. Era el menor de una familia de cuatro hermanos, que
lo apodaba cariñosamente Prince [Príncipe]. Unos días después de lo
ocurrido, Ani Marius, su padre, un profesor particular de matemáticas y
física que estaba muy orgulloso de los méritos escolares de Laurent,
lamentaba entre lágrimas "la locura" que su hijo había cometido.
Durante el último año, afirmó
a Le Monde, su hijo parecía tener
la cabeza "en otra parte". En 2019, durante la
huelga en la que los docentes marfileños paralizaron escuelas y
universidades para exigir mejores condiciones, Laurent había visto a uno
de sus amigos morir apuñalado. "Después de eso, hablaba menos, le afectó
mucho y decía que se había dado cuenta de lo peligroso que era ser
estudiante en este país", aseguró al diario francés uno de sus hermanos.
Las
huelgas de funcionarios marfileños que reclaman mejoras salariales y un
sistema justo de pensiones vienen
sucediéndose desde 2016. Costa de Marfil es conocido por ser el
primer productor del mundo de cacao y una de las principales potencias
de África occidental, pero también por las altas tasas de analfabetismo,
paro y trabajo infantil ligado a las plantaciones de cacao y a la
industria extractiva.
Un
46,3% de la población que vive bajo el umbral de la pobreza, según estimaciones
de 2015 del Banco Mundial. A ello se suma el conflicto que comenzó
tras la muerte de su padre fundador a principios de los 90 y que no
terminó hasta 2011, cuando el entonces presidente Laurent Gbagbo fue
detenido y posteriormente trasladado a La Haya para ser juzgado ante la
Corte Penal Internacional. El país continúa inmerso en la cultura de la
violencia, con un contexto político tenso que podría agravarse tras las
elecciones presidenciales que se celebrarán este 2020.
Vidas perdidas, dos décadas
después
Laurent acudía al instituto Simone Gbagbo, que tiene 7.000 alumnos, 115
por clase y tres o cuatro por banco previsto inicialmente para dos. Su
padre y su madrastra se extrañaron mucho cuando no regresó el lunes a
casa, y el martes acudieron al centro preocupados. "Constatamos que no
había acudido el lunes y lo buscamos por todos lados mientras sus padres
denunciaban su desaparición", relató a Le
Monde Liliane NGoran, la directora de la escuela, recordando
que Laurent destacaba en las materias de ciencias y flojeaba en las de
humanidades.
"Tres días después, la policía del aeropuerto de Abiyán vino con una
bolsa encontrada cerca de la pista de aterrizaje que contenía las
pertenencias de un niño", explicó NGoran. "Nos preguntaron si
reconocíamos la camiseta. Era la camiseta de deporte que llevaba el
logotipo del establecimiento. De los estudiantes de cuarto. Era la
suya".
El padre de Laurent en el instituto al que acudía su hijo COMUNIDAD
SAN EGIDIO
La
tragedia ha causado un fuerte debate en el país africano debido la
facilidad para burlar las medidas de seguridad de la aeropuerto,
insuficientes, según denuncian medios
nacionales. Laurent se introdujo en el tren de aterrizaje minutos
antes del despegue del avión. Horas después, fue encontrado en París,
muerto por congelación ante la imposibilidad de resistir las bajas
temperaturas del compartimento sin presurizar. De la misma forma
fallecieron Yaguine y Fodé, los niños guineanos que llevaron consigo una
carta para los líderes europeos.
"Sus muertes no tuvieron ningún efecto. En los años 1999-2000, esta
carta sacudió a la gente, pero luego se olvidó", advertía este verano
Liman Koita, padre de Yaguine. Esta vez, la muerte de Laurent ni
siquiera ha arrancado promesas a las altas esferas europeas, en un
contexto en el que Francia
planea endurecer su política migratoria.
Y,
apenas un mes después de lo ocurrido, el Tribunal de Estrasburgo ha
avalado las
devoluciones en caliente en la frontera española, un cambio de
criterio que condenan de forma unánime las organizaciones de derechos
humanos, insistiendo en la ilegalidad de estas prácticas, contrarias a
las garantías del derecho internacional. Uno de los dos demandantes,
N.T., provenía de Costa de Marfil.
Entidades como la Organización Internacional de las Migraciones (OIM)
han reiterado numerosas veces la necesidad de establecer rutas seguras
para los migrantes. Según
la OIM, en 2019 murieron 148 migrantes dentro de las fronteras
europeas, aunque 1.885 fallecieron en el Mediteráneo, en un intento por
alcanzar el continente. Pese a que Costa de Marfil tiene tradición como
país receptor de inmigración intracontinental, la crisis política y
económica de la década de los 2000 hizo que aumentara el número de
migrantes y solicitantes de asilo marfileños, tanto hacia otros países
de África como a Europa. Francia, de la que Costa de Marfil fue colonia
hasta 1958, siempre ha sido uno de los principales destinos.
El
instituto de Laurent puso en marcha una campaña de sensibilización
inmediatamente después de lo ocurrido. A principios de mes, la Comunidad
de San Egidio de Abiyán organizó una charla en el centro. Miembros
locales de la ONG hablaron del futuro negado a muchos jóvenes africanos
y de la necesidad de intentar construirlo en lugar de origen. "Muchos de
estos jóvenes sufren marginación y pobreza, y lo primero en lo que
piensan, ya desde una corta edad, es en ayudar a sus familias", señala a
eldiario.es Jesús Romero, director de la organización. Condena, una vez
más, que vidas como las de Laurént, Yaguine o Fodé, continúen
perdiéndose mientras se endurecen las políticas migratorias.
La
semana pasada, Marius Ani pudo viajar finalmente a París tras casi dos
meses de trámites burocráticos. El viernes regresó a Costa de Marfil
acompañando el féretro de Laurent. "Me siento aliviado, estoy contento
por traer el cuerpo de mi niño con su familia", afirmó a medios
del país africano poco después de aterrizar. Antes, pudo contemplar
con sus propios ojos la torre Eiffel de la que tanto hablaba su hijo.