La violencia hacia el niño
"El efecto inmediato del
castigo físico puede ser detener el mal comportamiento, pero
el efecto a largo plazo es incrementar la posibilidad de una
conducta peor y de otros problemas, incluyendo el deterioro
del aprendizaje”.
Por
Carlos Alberto Saz
Noviembre
20 / 2020
Hace 23 años, el viernes 8 de agosto de
1997, el que escribe estas líneas publicó en este
prestigioso rotativo, El Diario de Hoy, el artículo “El
castigo físico a los niños”, referente a la violencia hacia
los niños y a los adolescentes, que puede ir desde palabras
hirientes, regaños fuertes, humillaciones azotainas, hasta
la conducta aberrante de energúmenos, depredadores sexuales,
que abusan de niños y de adolescentes.
Decía que “Un día de éstos, vi el castigo salvaje que una
vendedora de frutas ambulante, cuando abofeteaba, tiraba del
cabello y le profería insultos a una hija adolescente. El
espectáculo en plena calle fue ingrato, grosero y
repugnante. Así castigan casi siempre estas desalmadas
madres a sus hijos”.
“En este comentario nos sirvió de fuente el librito titulado
‘Golpear a las personas es incorrecto’, publicado por Räda
Barnen , de Suecia, y Epoch Worldwide, dos instituciones
reconocidas en el mundo por su dedicación a la protección de
niños y jóvenes”.
Esta publicación refiere que ya es tiempo de erradicar el
castigo físico infantil porque golpear a los niños es una
violación a sus derechos fundamentales como personas y una
confirmación constante a su bajo estatus. Porque es una
práctica peligrosa, que a veces causa serios daños.
Daños “accidentales” en los castigados, o termina esta
costumbre de castigar, en una reconocida conducta de abuso
al niño o al jovencito.
Castigar físicamente incita a actitudes y comportamientos
violentos, tanto en la niñez como en la vida adulta. La
violencia sólo engendra violencia.
El castigo físico —continúa el librito— es cualquier castigo
en el cual la fuerza física tenga la intención de causar
dolor o malestar: golpear a los niños con la mano o con una
vara, correa u otro objeto; dar un puntapié, zarandear o
tirar a los niños, arañar, pellizcar, etcétera.
Esta forma de disciplina es usada frecuentemente, pero sus
efectos son dañinos, han sido comprobados; en la mayoría de
las sociedades, los niños son las únicas personas que no
están protegidas contra ello. En varios países del mundo
este inadecuado procedimiento ha sido prohibido.
“El efecto inmediato del castigo físico —refiere un
especialista en esa publicación— puede ser detener el mal
comportamiento, pero el efecto a largo plazo es incrementar
la posibilidad de una conducta peor y de otros problemas,
incluyendo el deterioro del aprendizaje”.
“También esta clase de castigo —continúa el especialista—
puede inducir a la delincuencia, y posteriormente en la
vida, puede producir depresión, abuso infantil, maltrato a
la esposa u otros crímenes”.
Pero como dice R äda Barnen: “Esta forma de disciplina es
usada frecuentemente”. Tan frecuente que no se termina.
Veamos algunas notas de abuso infantil publicadas en El
Diario de Hoy de hace unos años:
Miércoles 6 de diciembre de 2006: “Piden regresar a abusador
al país. El hombre cumplió condena de seis años. Walter R.,
inmigrante, de 36 años, fue sentenciado en 1990 a 6 años de
prisión en Los Ángeles, por tocar de una manera indebida a
un menor de 3 años”.
Viernes 8 de mayo de 2007: “Sujeto a cárcel por violar a su
hija”. “La víctima está embarazada. El agresor estaba
borracho. El incidente sucedió en la ciudad de San Miguel”.
Domingo 13 de mayo de 2007: “Acusan a joven por muerte de
hijastra. La niña murió tras recibir los golpes en
diferentes partes del cuerpo. Una hermana de la víctima
narró cómo eran abusadas por el hombre. En la mayoría de los
casos el abuso es cometido por personas cercanas”. Esto
sucedió en Ciudad Delgado.
Domingo 2 de marzo de 2008: “El policía José M., de la
Unidad de Investigaciones (Udin), del departamento de
Morazán, es acusado de violación sexual agravada en su hija
menor de 11 años”.
En El Diario de Hoy del sábado 14 de noviembre de este año
se lee “Hombre mata a su mujer, Marta Idalia, de 37 años, y
a sus hijos, Luis Gustavo, de 10, y Wuilliam Alexánder, de
17. El crimen fue en casa de las víctimas, en el cantón El
Jute, de Candelaria de la Frontera”.
“El abandono y la negligencia pueden constituir una forma
insidiosa de causar daños graves, existiendo la impresión de
que gran parte del retraso que se observa en niños que
sufren maltrato está menos relacionado con la violencia
física que con la negligencia y los agravios emocionales que
frecuentemente lo acompañan”, se lee en el libro “Niños
maltratados”, de Juan Carlos Casado Flores, José A. Díaz
Huertas y Carmen Martínez González, Editorial Díaz Santos,
S. A., Madrid, España, 1997.
Maestro, psicólogo,
gramático