Asesina a su padre y a su madrastra por quitarle el móvil
durante un mes
El menor
aseguró a los agentes que había escuchado disparos desde su cuarto y había
escapado. Parecía un robo. Pero acabó confesando: les disparó a bocajarro
por la espalda
Nacho Abad
17 de mayo 2020
Una pareja de la Guardia Civil vigila el acceso a la finca Los
Curas, este jueves, después de hallarse en el lugar los dos
cadáveres. (EFE)
José Manuel, el dueño de una
finca aislada en mitad de los
montes de Toledo, escucha cómo al silencio que
habitualmente envuelve su vida lo rasga el sonido de un coche
acercándose. El ruido, todavía opaco por la lejanía, despierta su
curiosidad y también una alerta en su cerebro. No espera a
nadie. Puede ser cualquiera, gente buena o gente mala. Son
las nueve de la noche. Se acerca a la puerta y pocos minutos después
aliviado reconoce en la lejanía el Dacia de su vecino más próximo,
Emmanuel. Vive en un caserón a unos cuantos kilómetros de distancia.
El vehículo se acerca a toda velocidad por el camino, levantando
polvo, lo que trasmite una sensación de urgencia.
Al volante va Vicente [nombre ficticio]
de 17 años, el hijo de su vecino. Está alterado y
su aspecto es desaliñado. "Han matado a mi padre y a su novia y yo
he salido huyendo", le suelta casi sin saludar. José Manuel le
invita a pasar y le pregunta qué ha pasado. El chico le cuenta que
había salido a cazar por el monte y que desde allí escucha ruidos y disparos
que provienen de su casa. Cuando se acerca ve a su padre
y a su madrastra tirados en el suelo, muertos, y la casa
revuelta. Coge el coche y escapa. Explica que si no ha llamado a
pedir ayuda es porque su padre le quitó el móvil tras una discusión
un mes atrás aproximadamente. José Manuel, nervioso, avisa al 112 y
relata los detalles que le ha trasladado el único superviviente de
la masacre.
La Guardia Civil y los servicios
sanitarios se moviliza enseguida. Cuando llegan a la finca
llamada Los Curas de Zangameño, abren la puerta y
encuentran los cuerpos de Emmanuel, de 38 años, y Micarla, de 24,
tirados en el suelo del salón. Muy pegados, casi uno encima del
otro. El médico no puede hacer nada más que confirmar su muerte.
Avisan al grupo de homicidios y también a José Manuel para que lleve
al menor a la finca. Necesitan que explique 'in situ' qué ha pasado.
El vecino lleva a Vicente en su coche de
regreso a la finca. Allí el hombre contempla con terror la escena
del crimen. También observa la casa completamente desordenada. Cajones
abiertos, cosas tiradas por el suelo, sillas caídas, el sofá tumbado.
Todo apunta a un robo.
José Manuel consuela al menor, pero lo
que no sabe es que va a ser testigo de excepción de cómo se resuelve
un crimen en tiempo récord. Todo comienza a girarse en cuanto llega
el equipo de homicidios desde Toledo.
Los ojos experimentados de los agentes descartan
inmediatamente que se trate de un crimen de violencia de género con
posterior suicidio, básicamente porque a la pareja la han matado de
varios disparos de escopeta, pero allí no hay arma. Al contemplar
con más detalle la escena detectan algo que no les cuadra. Para
robar no es necesario tirar las sillas, la mesa y el sofá por el
suelo, bastan con los cajones y los armarios abiertos.
El estado de la casa sugiere más una pelea,
pero le preguntan al chico y solo ha escuchado los
disparos. Además, los cadáveres no presentan lesiones de lucha
previa. Más bien es cómo si la muerte les hubiera sorprendido a
traición, sin darse cuenta. Por sus ropas parece incluso que les
ejecutaron justo al llegar de dar un paseo por el campo. Además,
cuando preguntan abiertamente al chaval qué ha sucedido, les dice
que él ha escuchado tiros cuando estaba en su cuarto. Se ha asomado,
ha visto los cadáveres y ha huido por la ventana. José Manuel, que
se entera, no puede dejar de asombrarse. A él le ha contado otra
película.
Los investigadores hablan entre ellos
convencidos de que la escena del crimen ha sido construida. Eso los
lleva a coger a Vicente y hablar con él en una esquina del salón.
José Manuel no pierde ojo. Poco después acaba detenido. Lo que
trasciende es que el chaval ha confesado.
Durante la conversación ha
incurrido en varias contradicciones que le han hecho notar los
agentes y finalmente para liberarse del peso de la culpa lo ha
reconocido todo de forma espontánea. Todo apunta a que lo que hay
detrás del crimen son dos meses de confinamiento, un padre muy
estricto que le prohibía salir de casa, pero lo que más le dolió fue
que le quitara el móvil y lo aislara virtualmente. Así llevaba casi
un mes. Hay quien cree que este hecho despertó su rencor y que a
raíz de aquello, y ante la negativa de su padre a devolvérselo,
comenzó a macerar su venganza.
El día del crimen sobre las ocho de la noche logra
recuperar el móvil y manda un mensaje a un amigo al que le dice que
su padre tiene problemas y que él está asustado. Le pide que si no
ha recibido noticias suyas antes de las once de esa noche, que acuda
a la finca a recogerlo. En el pueblo especulan que con ese mensaje
estaba preparando ya su coartada.
En la fiscalía de menores ya se han
hecho una idea de lo que pudo pasar aquella noche. Vicente
sorprendió a su padre y a su madrastra recién llegados de un paseo. Les
disparó a bocajarro, por la espalda, varias veces, sin mediar
palabra. Luego revolvió la casa y tiró los muebles para simular un
robo. Escondió el arma que la
Guardia Civil todavía no ha encontrado, probablemente en el
monte dentro de algún agujero que conozca. Luego subió a su cuarto y
escapó por la ventana para darle verosimilitud a su relato.
Los vecinos del pueblo, Villarejo
de Montalbán, no se lo pueden creer y hay rumores de todo tipo,
desde que Emmanuel era muy estricto con su vástago hasta que ambos
rivalizasen el amor de su madrastra, más cercana a la edad del joven
que a la de su marido, pero nada de eso está comprobado. De
Vicente dicen que es un chico educado y tranquilo, ilusionado con su
formación profesional y con planes de futuro como la de terminar el
grado medio en Informática. Nadie jamás pudo imaginar que cogería
una escopeta y, a sangre fría, asesinara
a su padre y a su madrastra.