Público
Gijón, capital del antitaurinismo
español
https://blogs.publico.es/ecologismo-de-emergencia/2021/08/21/gijon-capital-del-antitaurinismo-espanol/
ECOLOGISMO
DE EMERGENCIA
Gijón, capital del
antitaurinismo español
JUAN
IGNACIO CODINA
Periodista,
doctor en Historia, subdirector del Observatorio Justicia y
Defensa Animal y autor de ‘Pan y Toros. Breve historia del
pensamiento antitaurino español’

Público en una corrida
de toros de la Feria Taurina de Begoña, en la plaza de toros de Gijón.
E.P./ANADEL
21 de
agosto 2021
El Ayuntamiento de
Gijón acaba de anunciar el fin de la tradicional feria taurina de Begoña,
que desde hace años se celebra cada verano en esta ciudad. En un sentido
histórico, esta noticia ha hecho justicia. No en vano, como veremos a lo
largo de este artículo, la tradición antitaurina de Gijón en particular, y
de Asturias en general, es digna de ser reconocida. Empecemos con una fecha,
la del 15 de agosto de 1914.
En aquel día, que era
sábado, se celebró en Gijón una de las manifestaciones antitaurinas más
multitudinarias de comienzos del siglo XX. En aquella tarde, mientras en la
plaza de toros de la ciudad se celebraba una corrida en el marco de la feria
de Begoña, en otra parte de Gijón (en concreto en la explanada del Coto de
San Nicolás) se convocó a la ciudadanía a una Fiesta cultural y
antitaurina a la que asistieron entre tres y cuatro mil personas.
Algunas de ellas eran tan insignes como el político republicano,
regeneracionista y progresista Gumersindo de Azcárate, o el por aquel
entonces rector de la Universidad de Oviedo, Aniceto Sela.
Pero, sobre todo,
asistieron ciudadanas y ciudadanos (familias enteras, cuentan las crónicas)
que, con su presencia en aquel acto popular, pretendían dejar bien clara su
oposición a la tauromaquia. Hoy en día, ante el reciente anuncio del
Ayuntamiento de Gijón, se sentirían muy orgullosos de la herencia de paz y
civismo que dejaron tras de sí.
Aquel 15 de agosto de
hace 107 años también se demostró lo que otro destacado gijonés, el
ilustrado Melchor Gaspar de Jovellanos, ya defendía a finales del siglo
XVIII: la mal llamada fiesta nacional ni es fiesta ni es nacional.
El célebre jurista, escritor, economista, político reformista y pedagogo
asturiano también se mostraría muy satisfecho hoy ante el anuncio del fin de
la feria de Begoña. Jovellanos, gran referente de la Ilustración española,
se opuso a la tauromaquia por considerar que la barbarie es contraria a la
razón pero, además, también por motivos humanitarios y de compasión ante el
sufrimiento animal.
Jovellanos es el máximo
exponente del antitaurinismo asturiano, pero ni mucho menos es el único. Y
es que, como digo, la historia nos ha dejado claras evidencias de la
existencia de una importante cultura antitaurina en Asturias en general y en
Gijón en particular. En lo que a Asturias se refiere, conviene recordar al
poeta avilesino Francisco Bances Candamo (1662-1704) o al religioso
ilustrado Benito Feijoo, quien mantuvo una estrecha relación con Asturias
hasta el punto de que llegó a ser vicerrector de la Universidad de Oviedo.
Asimismo, entre los ilustres antitaurinos asturianos también cabe citar a
escritores de la talla de Leopoldo Alas Clarín, catedrático de la propia
Universidad de Oviedo, o al novelista Armando Palacio Valdés. Ambos
mostraron en varios de sus libros críticas directas a la barbarie taurina.
Pero el listado de
destacados antitaurinos asturianos es muy amplio. Por ejemplo, toca hablar
del crítico literario y de arte José Francés (Madrid, 1883-1964) quien, a
pesar de no haber nacido en Asturias, siempre se consideró del Principado,
ya que todos sus ascendientes procedían de Llanes y de Gijón. Francés se
refiere a la tauromaquia como la «lepra taurina», y la responsabiliza de
causar el empobrecimiento espiritual y cultural de España.
Asimismo, conviene
destacar a la periodista y escritora María Luisa Castellanos (Llanes,
1892-México, 1974), considerada una auténtica pionera del feminismo en
España, y que fue una de las primeras mujeres en estudiar en la Universidad
de Oviedo (se matriculó en Derecho). Por su parte, el pintor y escritor
Darío de Regoyos (Ribadesella, 1857-Barcelona, 1913), un renombrado artista
que expuso su obra en Bruselas, Amberes, Ámsterdam, París, La Haya, Madrid,
Bilbao, Berlín, Londres, Burdeos, México D. F., Buenos Aires, Múnich o
Barcelona, también mostró críticas a la sanguinolenta tauromaquia tanto en
sus lienzos como en su obra escrita (es el caso del libro titulado
España Negra, publicado en 1899).
Pero, como digo, además
de estos grandes intelectuales, la propia sociedad asturiana fue de las
primeras en organizarse horizontalmente para manifestarse en contra de la
barbarie taurina. El culmen de todo ello fue este multitudinario festival
antitaurino de 1914, promovido por la Sociedad Antiflamenquista Cultural y
Protectora de Animales y Plantas de Gijón, y que fue secundado y apoyado por
numerosas organizaciones y personalidades, entre ellas el rector de la
Universidad de Zaragoza, la Juventud Socialista de Oviedo, la Agrupación
Socialista Femenina de Madrid, la Sociedad Antitaurina de Éibar, el Comité
Central de las Juventudes Socialistas de Madrid, o autores de tanto renombre
como Jacinto Benavente o Eugenio Noel.
El mejor resumen que se
puede hacer de aquel encuentro antitaurino lo plasmó en su momento el
escritor e intelectual Rafael Riera. En un amplio artículo publicado en
octubre de aquel mismo año de 1914 en la revista Nuevo Mundo, este
periodista relataba que en el macro festival antitaurino de Gijón habían
sido liberados unos quinientos pájaros que, tras salir de sus jaulas,
revoloteaban alegremente entre los asistentes, surcando libres el cielo. Así
lo cuenta el propio Riera: "Allá, en la plaza de toros, se martiriza a
pobres animales, con gran contentamiento de la multitud, que ve despertados
y alimentados instintos sanguinarios. Mientras, aquí, en lo alto de esta
colina [en la que se celebró el citado festival antitaurino de Gijón], se
ofrece el supremo goce de la libertad a unos centenares de pajarillos,
provocando una saludable emoción en las gentes. Barbarie y amor
contrapuestos". Mientras en un extremo de la ciudad se celebrara la
barbarie, en el otro se celebraba el amor. No se puede explicar mejor.
En fin, para terminar
volvemos a Jovellanos, a quien siempre conviene regresar en caso de dudas.
El ilustrado sostenía que, históricamente, cada vez que nuestro país ha
podido alcanzar unas determinadas cotas de educación, progreso y cultura,
así como de humanidad, las corridas de toros se han puesto en el punto de
mira por su barbarie. Y esto lo decía en el siglo XVIII. ¿Qué no diría
Jovellanos hoy en día? Estamos en el XXI y todavía nos seguimos preguntando
cuándo veremos el fin de la sanguinaria tauromaquia, que tanto daño nos hace
como sociedad y como país. No en vano, el genial gijonés se preguntaba:
"¿Cuál es, pues, la opinión de Europa en este punto? Con razón o sin ella,
¿no nos llama bárbaros, porque conservamos y sostenemos las fiestas de
toros?". Pues sí, Jovellanos, pues sí, y así nos siguen llamando.
Gijón ha dado un
importante paso adelante dando la espalda a la barbarie y abriendo las
puertas al progreso y a la humanidad. Ojalá sea el comienzo de la decadencia
de la tauromaquia. Gijón ha hecho justicia con su histórico pasado, mirando
hacia el futuro con afán modernista y regenerador. Si lo opuesto a la
barbarie es el amor, como escribía Riera, Gijón ha apostado una vez más por
este último. Si Jovellanos levantara la cabeza, brindaría con un culín de
sidra. Y todas y todos nosotros lo haríamos con él.