Público
Una tarjeta roja por la desprotección de los menores en el
deporte extraescolar
IGNACIO FERNÁNDEZ SARASOLA,
ALEJANDRO CARRIEDO CAYÓN, ANA BELÉN BERNAEDO GURIÉRREZ, ISABEL GONZÁLEZ,
CRISTINA MUÑIZ ARTIME, ELLIÁN TUERO HERRERO, JOSÉ MANUEL PARRILLA FERNÁNDEZ,
LEONARDO ÁLVAREZ ÁLVAREZ, MARÍA LUDIVINA VALVIDARES SUÁREZ, MIGUEL ÁNGEL
FRESNO LINERA, UNIVERSIDAD DE OVIEDO, ALBERTO CARRIO SAMPEDRO, UNIVERSITAT
POMPEU FABRA
1 de agosto 20230
La minoría de edad constituye un factor de
vulnerabilidad al que el ordenamiento jurídico ha de dispensar tutela. Pero
todavía existen ámbitos en los que esta protección no se ha alcanzado; y uno
de ellos es la práctica del deporte extraescolar, en el que el vacío legal
resulta casi absoluto.
Este desinterés institucional responde a la idea de que la
práctica de deporte resulta per se beneficiosa para los/las menores de edad.
Y de ninguna manera es así. Los beneficios que les proporciona la actividad
física se desvanecen cuando ésta no se desenvuelve en un entorno adecuado
que les favorezca, tanto en su desarrollo físico como intelectivo,
psicológico, cívico y en valores.
Conscientes de esta realidad, un grupo
multidisciplinar de la Universidad de Oviedo y de la Universidad Pompeu
Fabra, integrado por especialistas de diversas ramas del conocimiento
(Psicología, Medicina, Derecho, Sociología, Economía, Filosofía y Ciencias
de la Educación) promovimos un análisis de la actual situación del deporte
infantil y juvenil en Asturias, a fin de detectar posibles problemas y
tratar de hallar soluciones que pudieran también extenderse a otros
territorios.
Tras recabar encuestas, analizar el organigrama de
federaciones y clubes, concertar entrevistas con profesionales del deporte,
y asistir a entrenamientos y competiciones, los resultados no hicieron más
que constatar la ausencia de protección en la que niños y niñas se hallan
inmersos.
Niños desatendidos o bajo presión de sus padres
De esta desasistencia son responsables los tres agentes
principales que debieran tutelar el deporte extraescolar: progenitores,
clubes y federaciones, e instituciones públicas. La desatención hacia los
niños y niñas por parte de los agentes indicados deriva, fundamentalmente,
de la imparable tendencia a profesionalizar el deporte infantil y juvenil
que los tres grupos comparten.
Esta profesionalización del deporte de base resulta
notable en primer lugar en el caso de muchos padres y madres, cuyo nivel de
exigencia hacia sus retoños para que sean los mejores (en términos puramente
competitivos) les somete a una presión excesiva. Presión que se inocula a
las propias gradas, donde la agresividad verbal y física alcanza a menudo
cotas intolerables, al punto de que la Dirección General de Deportes de
Asturias ha implantado la "tarjeta
negra", que habilita al equipo arbitral a suspender los encuentros
cuando el comportamiento del público resulta inadecuado. Medida que en la
práctica se ha mostrado inútil.
En el caso de clubes y federaciones, estos resultan
beneficiados por la actual desregulación del deporte base. La investigación
demostró la visión puramente profesional que esas entidades tienen de esa
actividad que compromete a menores.
Falta de formación
Sólo un 10% del staff técnico de los clubes que
trabaja en el deporte base ha participado en algún tipo de curso formativo
respecto de menores de edad. Su única formación es técnica, considerando,
además –de forma manifiestamente errónea–, que ésta resulta suficiente para
atender a las especificidades físicas y psicológicas de los niños y niñas,
como si no existiese diferencia entre trabajar con menores, o hacerlo con
adultos.
A nivel físico, esta falta de preparación se traduce en
horarios de entrenamiento en ocasiones excesivos, especialmente perceptible
en deportes individuales como la gimnasia, en la que en edades de 12 a 15
años se llega a entrenar una media de 11 horas semanales, sin tener
presente, además, que se trata de edades de escolarización obligatoria.
Por otra parte, el desconocimiento del negativo impacto de
una excesiva exigencia física en los y las menores da lugar a lesiones
impropias de edades tempranas, al margen del carecer de medios de protección
(por ejemplo en fútbol y rugby para los impactos en la cabeza). Y, desde
luego, el llamado biobanding ni
se plantea por clubes y federaciones.
Lo que importa es el resultado
Desde una perspectiva psicológica y cívica, federaciones y
clubes se atienen principalmente, cuando no exclusivamente, a los resultados
en las competiciones. La presencia de ligas
experimentales en la que se tengan en cuenta también las conductas de
deportistas, entrenadores/as y público son casi inexistentes y responden
a iniciativas privadas de personal técnico más concienciado con la actual
desprotección de la infancia. Frente a ello, en deportes de equipo se
admiten resultados humillantes que, además, se hacen públicos en las webs
federativas.
Esta pulsión competitiva se traduce también en la
presencia de intermediarios deportivos, o en la división dentro de los
clubes de equipos de "los mejores" y "los peores", circunstancia que da
lugar a situaciones de bullying.
Tarjeta a las administraciones
Finalmente, las Administraciones Públicas son también
parte responsable de esta desprotección de la infancia, en su caso por
omisión. No controlan la actividad de los clubes y federaciones, a los que
financian exclusivamente por criterios cuantitativos (cuántos niños/as van a
entrenar) o puramente deportivos (competiciones en las que participarán) sin
ponderar las condiciones en las que van a ser entrenados los y las menores:
¿cuentan los clubes con políticas de integración que permitan a menores con
diversidad funcional ejercer su derecho al ocio? ¿Atienden a políticas de
género, que son siempre beneficiosas para evitar la proliferación de
discriminaciones? ¿Ha participado el staff técnico en cursos
específicos que les proporcionen cualificación para trabajar con menores de
edad?
Ninguno de esos parámetros se pondera para conceder ayudas
públicas y, a la postre, las subvenciones acaban representando una fuente de
financiación que emplean clubes y federaciones para cribar a los futuros
deportistas profesionales, deshaciéndose de los niños y niñas que no les
interesan tan pronto como dejan de recibir financiación pública.
Así las cosas, el panorama de este estudio resulta
bastante desolador: cerca de cuarenta problemas detectados y escasa
conciencia social e institucional de la necesidad de afrontar los cambios
que se necesitan para paliarlos.
Mientras tanto, los y las menores de edad son las víctimas
de esta despreocupación generalizada. Y ellos serán la generación que
mañana, seguramente, adoptará esa misma actitud negativa, al haberse criado
en un ambiente deportivo inadecuado.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The
Conversation
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