PRODENI

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Comunicado de la Asociación Galega contra o maltrato a menores (AGAMME)
 


 

25 años de la Convención de Derechos del Niño

 

Un año más asistimos a la efeméride de la Convención de los derechos del Niño y de la Niña y un año más hacemos recuento de todo lo que queda por caminar para alcanzar el horizonte legislativo y ético que marca la Convención. Un horizonte que es como una especie de sistema métrico de la humanización (o deshumanización) de la sociedad a la que pertenecemos, una cinta reactiva que hace subir los colores a un sistema económico y político que el pueblo ya no acepta más porque vulnera sus principios más básicos.

Como en el movimiento clásico de una ola marina, dos fuerzas opuestas están a punto de entrar en colisión: la de las grandes estructuras de poder por una parte, la de las personas atacadas en sus derechos más básicos, por la otra. El nuestro es un Estado lleno de víctimas: personas sin vivienda, sin trabajo ni posibilidad de encontrarlo, bajo la mirada escrutadora de instituciones que, lejos de dedicarse a la protección ante el riesgo de exclusión, actúan a modo de medios de control y penalización de las personas. Pero incluso partiendo de esta premisa no podemos obviar una cosa, allí donde haya víctimas las personas menores de edad lo van a ser en mayor medida, de forma más severa, con menos posibilidades de remover su situación, con menos alternativas para actuar social y políticamente para promover un cambio, frecuentemente polivictimizados-as porque son el último escalón social, junto con las personas discapacitadas y ancianas (¿productividad?).

Vemos como van cayendo las garantías en nuestro esquema político, social y económico.

Los niños y las niñas de hoy no tienen igual acceso a la educación ni a la sanidad; su derecho a la vivienda se está pervirtiendo en el “derecho” a ser ingresados-as en centros o dados en acogimiento si sus familias no pueden asumir la pérdida de la vivienda (desempleo prolongado, desahucio realizado por entidades para la pura especulación);

El derecho a que se obre en base a su interés superior es la mayor de las falacias porque, tal y como se pone en práctica su interés superior no es lo que asegura el disfrute de sus derechos, sino lo que mejor le parece a quien tiene que tomar las decisiones que afectan a los niños y las niñas;

Los niños, niñas y adolescentes siguen siendo silenciados-as, desautorizados-as, tratados-as de poco veraces y fiables (piensa el ladrón…, las personas adultas mentimos en una porcentaje muy superior, los niños y las niñas no mienten, sobre todo cuando piden ayuda porque son víctimas);

Su acceso a la justicia sigue siendo precario por la persistencia de prejuicios que impiden la defensa de sus derechos e intereses; por la escasa e incorrecta formación de los equipos profesionales que sirven información a los juzgados para la toma de decisiones (puntos de encuentro, equipos forenses, equipos técnicos de menores), todos ellos sin formación específica en el área de atención a víctimas o testigos menores de edad y por supuesto tampoco en cuanto a la Convención de los Derechos del Niño y de la Niña; por la inexistencia de una formación específica de profesionales del ámbito jurídico en cuanto a los derechos de los niños y de las niñas en los procedimientos judiciales; por la pasividad de una Fiscalía que en demasiadas ocasiones vemos permanecer ajena a los intereses de las víctimas menores de edad en los procedimientos civiles.

Mientras tanto, esperamos la llegada de reformas legislativas que se anunciaron como clave para el avance de la CDN, pero que llevan encubierta la perpetuación y la justificación jurídica de una gran cantidad de prejuicios que impiden el disfrute de derechos de los niños y las niñas en procedimientos judiciales. El otro proyecto de ley que va a modificar radicalmente el panorama de derechos de la infancia –la ley de custodia compartida, con su aplicación de tábula rasa con salvedades en casos extremos– parte de una contradicción con dos de los que el Comité de Derechos del Niño y de la Niña considera derechos básicos: el derecho a que se obre en base al interés superior del niño y de la niña (de cada uno-a de ellos-as, no como algo genérico) y el derecho a ser escuchados en cualquier asunto que tenga relevancia en su vida (recientemente, la sentencia STS 4233/2014 establece el obligado cumplimiento de este derecho).

En este escenario no hay lugar para la celebración, sino para la reflexión: es perentorio paralizar el avance de las macroestructuras que están imponiendo la pérdida de derechos de las masas populares, es preciso restaurar los derechos de nuestros niños y niñas no sólo porque tienen derecho a un futuro o porque ellos-as son el futuro, sino porque es hoy cuando son niños y niñas, mañana ya no lo serán más. La pérdida del momento presente en espera de un futuro esperanzador puede significar que la futura persona adulta sea despojada de una fase esencial en su desarrollo, su infancia. La persona adulta victimizada en su infancia se mantiene en suspenso en ese momento a lo largo de toda su vida, siempre y cuando su situación de víctima no fuese correctamente resuelta.

Nuestros niños y niñas tienen derecho a la infancia, a una infancia digna, y es un deber de cada uno y cada una de nosotras, incluido el Estado y sus instituciones, lograr que esto sea así.

 

Asociación Galega contra o Maltrato a Menores (AGAMME)
 

Ferrol, a 20 de noviembre de 2014