Gisela Rivero,
portavoz de educación de la plataforma, ha explicado
que el hecho de que todavía existan centros
preferentes es un "disparate" que provoca que se
produzca un "desarraigo social" y que se castigue a
estos menores "por ser diferentes, cuando la
diferencia es enriquecedora". De hecho no entiende
cómo en nuestros días siguen existiendo baños para
personas con diversidad funcional, lo que en su
opinión transmite la idea de que estas personas "son
asexuados". "Lo lógico es que dentro del baño de
hombres haya uno adaptado y en el de mujeres también",
puntualiza.
En una rueda de
prensa dada en la capital grancanaria varios padres
han mostrado ejemplos de casos de discriminación
sucedidos en centros de la Isla. Es el caso de Alexis
Bethencourt, quien expuso varios sucesos ocurridos con
su hijo en el Colegio Público Alcaravaneras. Así,
recuerda que el menor estaba en San Juan de Dios y que
gracias a su evolución era "apto" para el colegio
público, uno de los centros motóricos de la ciudad.
Sin embargo, en
la reunión con la profesora del centro llegó el primer
encontronazo. "La profesora cataloga al niño como
paquete -recuerda Bethencourt- e intenta convencernos
a mi mujer y a mí para que sacáramos al niño de ese
centro porque no iba a estar bien atendido para lo que
necesitaba". Cuando fueron a hablar con el director,
este les dijo que la frase salió de él. En la
siguiente reunión que mantuvieron con el colegio fue
cuando se dieron cuenta de que el pequeño estaba en la
clase "apartado y solo", y a pesar de que insistieron
en esto continuó aislado.
"El niño pasaba
horas prolongadas en sedestación cuando tiene que ir
sentado en un rulo, el colegio carecía de dicho rulo,
lo solicitamos y tuvimos que hacerlo casero, pero se
negaron a usarlo", proyecta el padre, quien también
narró que a su hijo le salieron cardenales en la
cadera porque tiene desplazamiento del hueso crocante
y no debe estar tanto tiempo sentado. "Cuando hacían
educación física lo llevaban en una camilla", un hecho
que Bethencourt no comprende porque le impide la
integración con el resto de compañeros a pesar de que
tiene un andador que le permite hacer ejercicios
físicos y compartir estos momentos con los demás.
Fue el pasado 9
de enero cuando, tras ver que al menor lo tenían
sentado casi todo el rato, decidieron acudir al
colegio con su andador. Antes de ello le enviaron un
escrito al director del centro en el que le informaban
que iba a acudir a clases con este aparato, escrito
que no tuvo respuesta. De esta manera, cuando
acudieron a dejar al niño en el colegio, les vetaron
la entrada al recinto tanto la seguridad como la
vicedirectora. "Me dijeron que el niño tiene vetada la
entrada al colegio con el andador por orden del
director", afirma Bethencourt. Ante esto decidieron
llamar a la Policía Local, quien verificó lo dicho y
tomaron los datos para realizar un informe. Mientras,
su hijo lloraba y preguntaba por qué no le dejaban
pasar y desde ese día no quiere estar solo en ningún
lado, aparte de hacerse las necesidades encima cuando
ya tenía esto controlado al 90%.
El padre acudió
junto al inspector de la zona quien, tras una larga
conversación, no le da ninguna facilidad, siendo la
única solución "que el niño acuda con silla de ruedas,
cuando es capaz de caminar con el andador". Este hecho
fue denunciado ante la Fiscalía y se presentó una
querella, aunque tras reunirse con la directora
territorial de Educación, quien al principio no dio
ninguna solución, permitieron al menor ir con el
andador "momentáneamente". Pero este permiso también
lleva consigo un trato vejatorio hacia el alumno ya
que no puede entrar por la puerta principal, "la
entrada para los niños normales, mi hijo tiene que
entrar por la puerta trasera del colegio. No saben
explicar qué es normal y no normal", indica el padre.
Al hijo de Alexis Bethencourt no
lo dejaron entrar en su colegio con un andador.
Un colegio
que es reincidente
Susana Leito es madre de una chica que entre los
años 2009 y 2011 también estuvo en el Colegio
Alcaravaneras. "El tono principal que existió en aquel
periodo es el de discriminación permanente a nuestra
hija", recalca, ya que todo el tiempo se magnificaban
las dificultades que tenía la menor y se minimizaban
las capacidades que tenía. Su hija tiene necesidades
motóricas y utilizaba en la escuela una mesa adaptada,
además de escribir todo en un ordenador. Por ello la
sentaban detrás de la última fila, "totalmente
aislada".
"Cuando hicimos la consulta sobre esto, porque la niña
tenía dificultades visuales, dijeron que este sitio
era porque los cables se enchufaban detrás y no habían
otros recursos", por lo que los padres sugirieron a la
profesora que diera la vuelta a la clase y utilizara
la pizarra que estaba detrás para impartir las
lecciones. La respuesta de la tutora para descartar
esta opción fue que "a ella le entraba frío por
la puerta", por lo que la alumna siguió aislada del
resto de sus compañeros.
La hija de Leito, que también utiliza un andador, tuvo
varias caídas que no fueron fortuitas ni accidentales.
Una de ellas incluso hizo que perdiera un diente y se
le rompieran las gafas. La madre denuncia que estos
accidentes fueron consecuencia "de un descuido
repetitivo". Tras intentar cambiar a la menor de
centro educativo, esto fue rechazado porque este era
el que le correspondía. En este sentido Gisela Rivero
hace hincapié en que el obligar a los alumnos con
diversidad funcional a ir a un centro específico lo
único que hace es que se formen guetos. "En los
colegios todos estudian lo mismo, en los institutos
no, con lo que a los jóvenes con diversidad funcional
no se le permite elegir, se les está castigando por
ser diferentes", denuncia.
Finalmente Susana Leito pudo cambiar a su hija a otro
colegio que le ha permitido sentirse integrada y
empezar a tener amigos, pero explica que el impacto
emocional que tuvo por lo sucedido en el Colegio
Público Alcaravaneras fue muy fuerte y todavía "lo
está arrastrando".
Una
sociedad que no está adaptada
Loli Pérez tiene
una hija de 20 años con discapacidad intelectual que
actualmente está desescolarizada desde hace dos años
por no querer ir a los centros que se le estaban
aplicando. La primera infancia la pasó en un centro
ordinario y tres veces por semana iba a un aula de
pedagogía terapéutica, donde Pérez recuerda que
"avanzó muchísimo", lo que le permitía estar
relacionándose con la normalidad y atendida de forma
específica en momentos determinados.
"Creció y avanzó
mucho hasta los 12 años, pero cuando con esta edad se
determinó que debía pasar a un aula específica, pierde
integración y surgen los problemas psicológicos de mi
hija". Así, la joven empieza a negar y a escaparse, un
hecho que no había pasado nunca en la primera
infancia. "Cinco años de la vida de mi hija fueron un
calvario que afectó al hogar y culminó con un
accidente mortal -se tiró desde la ventana de un
tercer piso- del que pudo salvar la vida, pero nos
dejó con una secuela: nuestra sociedad no está
capacitada para aceptar que hay gente a distinto ritmo
en ella", subraya Pérez.
Esta madre cree
que no se está favoreciendo la integración de estos
menores con los recursos apropiados y que no se están
dotando a los centros profesionales que existen de los
apoyos necesarios para que tengan la atención que las
leyes contemplan. De hecho, opina que no es tan
complicado atender a un número determinado de personas
con alguna discapacidad en todos los centros "porque
con que estén en aulas normalizadas muchas de las
cosas se salvan". "No pedimos que las cosas se les
pongan más fáciles, solo pedimos que no se pongan más
difíciles. El trabajo del profesor se va al garete
cuando tienes que entrar o salir por una puerta
distinta", expone.
Pérez también
reitera en la idea de que los responsables políticos
deberían de dotar a las aulas de los materiales y
recursos necesarios y reforzar el apoyo a los
profesores, quienes en ocasiones están "desbordados".
Estos padres hacen un llamamiento a toda la sociedad
para que reconozca que todos funcionamos de manera
diferente y todos tenemos dificultades, muchas de las
cuales no son visibles. Así, Susana Leito anima a
todos los padres a que se sumen a estas
reivindicaciones porque de esta forma no habrá otra
manera de sentar un precedente a la sociedad para que
no se siga discriminando a los niños.
"Nuestros chicos
son una joya en la sociedad, cumplen una misión,
favorecer el crecimiento del resto de chicos, son
necesarios para que los que nos llamamos normalizados
valoremos el ritmo distinto de los demás, favorezcamos
la felicidad de las otras personas", añade en este
sentido Loli Pérez.
Retroceso
en la enseñanza inclusiva
En este acto también estuvo presente Marino Alduán,
decano de la Facultad de Formación del Profesorado en
la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, quien
percibió estos ejemplos como un retroceso en la
educación inclusiva.
"Son situaciones de un regreso al pasado que
contradicen derechos fundamentales", planteó Aldúan,
quien culpó a este atraso a los recortes, los cuales
afectan a los derechos fundamentales. El decano aclara
que aunque Canarias ha sido pionera en las escuelas
inclusivas, en este momento todos los servicios
"tienen que ser a coste cero", lo que se refleja en
las condiciones de reducción de plantillas,
especialistas o profesores de refuerzo que hace que no
permitan cumplir estas garantías básicas.