“Hay sacerdotes
con delitos mucho más sofisticados que los abusos”
Pablo Larraín hace en
‘El club’, la radiografía del horror, del lado más negro del alma
humana, con una historia de sacerdotes ‘protegidos’, aunque
apartados de la Iglesia por los ‘pecados’ cometidos. Gran Premio en
Berlín, la película posee el don de la conmoción.

El director chileno Pablo Larraín durante el rodaje de su última
película.
MADRID.-
“Intento capturar
el tiempo del horror”. Tras escribir en el cine la crónica de su país
desde los inicios de la dictadura, el chileno Pablo Larraín ha
apresado, efectivamente, ese tiempo del que habla y ha retratado el
mismísimo infierno. Su nueva película ‘El club’, Gran Premio del
Jurado en el Festival de Berlín y presente en San Sebastián, es el
reflejo de los rincones más oscuros, malvados, depravados y pútridos
del alma humana. Soberbia película que le confirma como uno de los
cineastas más interesantes del planeta, es la historia de cómo la
Iglesia se ocupa de los suyos, aunque estos sean pederastas, ladrones
de bebés o cómplices de asesinatos y dictaduras. ‘El club’ es una
sacudida, un filme que goza de la excepcional capacidad de la
conmoción.
Un grupo de sacerdotes, apartados de la iglesia por los ‘pecados’
cometidos, vive en una casa retirada de un pequeño pueblo. Una monja,
uno de los personajes más turbadores de esta historia, se ocupa de
ellos. La vida transcurre con tranquilidad hasta que aparece una
víctima y el pasado embiste contra ellos. Rodada con una óptica
antigua “para lograr una caligrafía visual de la penumbra”, la
película cuenta en el reparto con Alfredo Castro (actor inseperable de
Larraín), Roberto Farias, Antonia Zegers y Alejandro Goic.
¿Por qué la iglesia católica?
Estudié en dos colegios católicos y conocí muchos curas. Algunos eran
gente muy respetable, valiosa. Otros hoy están presos o en medio de
procesos judiciales. Y hay otros a los que nunca más vi. Ese es el
club de los curas perdidos y esos eran los que me provocaban
curiosidad.
Pero de ahí a hacer una película…
Hace años vi en un diario la foto de una congregación que vivía en una
casa en Alemania en un sitio muy bonito. Era una fotografía como
sacada de un comercial, de publicidad. Allí vivía un sacerdote chileno
acusado de abusos sexuales. Me pareció increíble que vivieran allí
algunos sacerdotes como él. Y entonces empecé a preguntar.
¿‘El club’ es, una vez más en su filmografía,
otra película sobre la impunidad?
Sí. La impunidad a través de los
círculos del poder. Eso provoca un interesante material dramático.
Además, con este tema tenía la posibilidad de provocar y explorar
susceptibilidades. Cuando con una película despierta las
susceptibilidades del público, la obra toma fuerza. A veces ocurre con
susceptibilidades más colectivas, otras veces, religiosas, otras con
susceptibilidades que están conectadas con la impunidad… entonces
afectan más.
La impunidad, pero también el arrepentimiento y
el perdón. Sus personajes no se arrepienten de nada.
¿Has visto alguna vez un sacerdote que admita lo que haya hecho?
Aunque haya fotos, testigos… nunca va a asumir que hizo algo. Los
personajes de la película están construidos sobre casos reales. Lo del
robo de bebés es real, lo de los abusos sexuales…
El estreno de la película coincide con
declaraciones del Papa Francisco sobre los errores de la Iglesia. ¿Ve
un posible cambio?
Creo que es muy difícil que lo haga, que consiga el cambio. Aunque sí
creo que esta iglesia nueva está intentando la pugna con la vieja. Y
eso era parte de lo que yo quería con la película. Mostrar la pugna
entre la nueva y la vieja Iglesia. Hay quienes quieren hacer una
iglesia más abierta y humilde, que es un poco lo que propone el Papa
Francisco, que admite los errores cometidos. El Papa hoy dice cosas
interesantes y pretende seguir adelante, pero veremos si le dejan.
Una cosa es admitir errores y otra cosa es actuar
contra ellos…
Sí, es verdad, y
yo me pregunto ¿por qué permite que los obispos sigan encubriendo a
algunos monstruos? A Fernando Karadima (protagonista de uno de los
mayores escándalos de la Iglesia en Chile en la actualidad) le siguen
encubriendo, está protegido y es uno de los líderes de la iglesia
chilena. No hay forma de que vaya preso. Eso está ahí y el Papa lo
permite, es como para por lo menos preguntarse ¿por qué?
¿Usted por qué cree que es?
Hace unos días se
hicieron públicas unas cartas donde se desvela el sistema de
encubrimiento empleado con Karadima. No dejaban duda alguna. Y, sin
embargo, el escándalo de este asunto es el que ha querido la Iglesia,
que ha denunciado que hacer públicas estas cartas es una
vulnerabilidad de la intimidad… La Iglesia se ocupa de los suyos.
A la vista de esto ¿usted
cree que hay mucha gente que seguirá creyendo en esta Iglesia?
La Iglesia
intenta ser un tótem moral. Ellos difunden un mensaje de amor, paz y
perdón, pero luego tiene estos lugares, estas casas donde lavan sus
cosas. Y allí no solo hay curas por problemas sexuales, hay curas con
delitos mucho más sofisticados que los abusos sexuales. Al fin y al
cabo, y quitarle la importancia real que tiene, los abusos son
consecuencia del deseo mal administrado y es, finalmente, muy humano,
aunque ellos piensen que se puede reprimir. Pero hay otros delitos… Y
hay casas de estas en todas partes del mundo. Todos sabemos lo que
pasa con algunos obispos y con curas famosos, porque algunas cosas se
cuentan en la prensa, pero ¿qué pasa con el cura de un pueblo de 1.000
habitantes?
Da la sensación de que, aunque lo haga, no tiene
intención de denunciar con su película ¿es así?
Eso es, no hay un objetivo de denuncia. Aquí lo que hay es un material
dramático fascinante, que se mezcla con elementos religiosos y eso
levanta muchas susceptibilidades. Para ‘el club’ rodé tres finales y
con cada uno cambiaba el resultado de la película. Luego los otros dos
que retiré no me parecieron posibles.
Esta es una película oscurísima, negra, ¿por qué
la abre con una cita del Génesis sobre la luz?
“Y
vio Dios que la luz era buena y separó la luz de las tinieblas”. Es la
confianza en la conciencia humana. Hay mucha gente que ve un destino
desesperanzador en la película, pero yo no lo veo tan así, creo que es
una mirada compasiva, de hecho. Hay gente que con la película ha
vuelto a mirar de nuevo hacia la fe. La gente que tiene fe comprende
que la Iglesia es frágil y que pueden existir lugares como esa casa.
Es una especie de laberinto sin salida donde algunos, sin embargo, ven
la luz. La película deambula por lugares humanamente razonables.
Sin embargo, usted ha capturado un horror casi
del averno…
Uno no mide las
consecuencias de lo que está haciendo. El cine a veces es como dejar a
un niño con bombas. Pero, sí. Hace poco, estaba un día en casa, en la
segunda planta y desde allí vi a mi hijo de tres años, abajo, con un
cuchillo. Corrí hacia abajo lo más rápido que pude y sí, esos treinta
segundos que tardé en llegar fueron el tiempo del horror. Eso es
precisamente, el tiempo del horror, lo que intento capturar.