Mayerlín Vergara, la
activista que rescata a menores explotados
sexualmente en Colombia: "Nos llegan niñas muy
chiquitas que no quieren vivir"
Mayerlín Vergara ha recogido este lunes el
Premio Nansen para los Refugiados (Acnur) por
sacar de la explotación sexual y la trata a
cientos de niñas y niños, muchos refugiado
Mayerlín Vergara, coordinadora regional de la
Fundación Renacer en La Guajira. Nicolo
Filippo Rosso/ Acnur
Gabriela Sánchez
6 de octubre 2020
Siempre la veía sola esperando en un parque. La
niña aguardaba la llegada de uno de los hombres,
con los que desaparecía durante unas horas.
Mayerlín Vergara se acercaba a ella para
charlar, pero una férrea coraza las separaba. La
menor le insistía en que estaba bien, en que no
necesitaba ayuda. La educadora y activista
colombiana seguía visitándondola para conversar
sobre cualquier asunto banal. Un día, un pequeño
gesto le indicó que algo comenzaba a cambiar:
"Cuando me acerqué, vi que se tapó la cara, con
cierta vergüenza. Y yo me dije: aquí vamos bien.
Empieza a problematizar su situación". El
caparazón se resquebrajaba.
Es así como
Mayerlín Vergara trabaja para apoyar a niñas y
niños víctimas de explotación sexual en
Colombia: paso a paso, gesto a gesto. "Como si
estuvieras armando un rompecabezas, y coges
pedacito por pedacito para ir armando", describe
en una entrevista con elDiario.es la
coordinadora de la Fundación Renacer en La
Guajira, en el lado colombiano de la frontera
con Venezuela, por donde cruzan miles de
solicitantes de asilo e inmigrantes venezolanos.
La activista ha sido galardonada con el Premio
Nansen para los Refugiados 2020, el premio
humanitario otorgado anualmente por Acnur, cuya
gala de entrega se ha celebrado este lunes de
manera virtual.
Su trabajo
consiste en ayudar a menores, muchos de ellos
refugiados venezolanos, a liberarse del
prolongado dolor causado por la violencia
sexual: "Nos llegan niñas tan chiquitas que
dicen que no quieren vivir… Te dicen que no
quieren abrir sus ojitos en la mañana. Niñas que
no tienen la posibilidad de expresar con sus
palabras el dolor".
Vergara abraza algunas de las niñas acogidas en
el hogar de rehabilitación de la Fundación
Renacer.
La educadora y activista ha dedicado más de 20
años a rescatar a niños y niñas explotados
sexualmente y víctimas de trata. Durante estos
años ha recorrido comunidades aisladas y zonas
con gran impacto del trabajo sexual en busca de
menores víctimas de este tipo de violencia,
detallan desde la Agencia de la ONU. En 2018
visitó la zona fronteriza con Venezuela en el
marco de una investigación, pero la realidad que
allí se encontró le empujó a quedarse en La
Guajira. El área ha experimentado un aumento en
la explotación sexual infantil entre la
población refugiada y migrante que huye de la
actual crisis de Venezuela, apuntan desde Acnur.
"Los
refugiados sentían que no valían nada"
"Es lo más
duro que he visto en la vida, en mis 20 años en
la Fundación Renacer. Lo que estaba pasando con
la población refugiada e inmigrante era para
ponerse a llorar. Las cantidades de gente
durmiendo en un aparcamiento, sin tener que
comer. Ellos sentían que estaban en un
territorio sin derechos, sentían que no valían
nada. Esa desesperanza que se veía en sus
ojitos, en los ojitos de los niños, pero también
en los ojitos de los adultos", recuerda la
activista.
Al menos la
mitad de los niños y niñas identificados por el
equipo de la Fundación Renace eran refugiados y
migrantes de ese país. Algunos de ellos habían
hecho el viaje a Colombia con sus familias,
otros venían solos y otros más eran víctimas de
trata, abusados por grupos que operan redes de
explotación sexual: "Para mí ya era imposible
volver a casa", reconoce Vergara, quien impulsó
un hogar de rehabilitación para menores
supervivientes de abusos sexuales.
Pero su
trabajo empieza mucho antes de la llegada de los
niños al hogar. Vergara recorre cada día La
Guajira en busca de menores en posible situación
de explotación sexual. "Si estamos por un barrio
y vemos a un grupo de niñas en un parque, nos
acercamos y empezamos a hablar. Uno puede
empezar hablando de cualquier cosa, de algún
artista, del partido de fútbol, y generar ese
ambiente de confianza. Es un encuentro
maravilloso, es un encuentro humano", describe
la educadora. "Hay que acercarse con un corazón
realmente dispuesto a interesarse en ellas y en
ellos, respetando sus ritmos".
Una de las menores acogidas por la Fundación
Renacer en La Guajira.
Para identificar situaciones de abuso buscan
ganarse su confianza. "Primero suelen decirnos:
"No quiero hablar contigo, no te conozco. Y eso
es muy normal que pase, porque su confianza en
los adultos está fracturada, porque son los
adultos los que le han fallado, son los adultos
y las adultas los que las han maltratado,
explotado, abusado".
Como
aquella niña que se encontraba cada día en un
parque de la Guajira. Después de días de aquel
gesto, aquella mano tapándose la cara, llegó un
mensaje: "Me dijo: ‘He estado pensando en lo que
me dijiste y sí necesito la ayuda. Yo quiero ser
una mujer normal." . ¿Cómo que no era una mujer
o una niña ‘normal’? "No se veía "normal",
empezaba a transmitir esa vulnerabilidad", dice
la activista. Poco después, un nuevo mensaje:
‘Quiero ser libre, quiero trabajar y estudiar’.
"La etapa
más dura es cuando empiezan a pensar en ellas"
"Yo nunca
le había dicho que estaba presa, era una
deducción que ella sola había hecho, fruto del
diálogo", explica Vergara. Fue entonces cuando
supo que la menor había aceptado su ayuda. En
ese momento, comienza la intervención, en
coordinación con su familia y el Defensor del
Menor de Colombia, y son acogidos de forma
temporal en el hogar de rehabilitación del dolor
sufrido durante años de explotación.
"Es la
etapa más dura, porque es cuando ellas empiezan
a pensar en ellas. En la calle no piensan en
ellas, sino que tienen todos los mecanismos de
defensa activados. Tal vez el alcohol, las
drogas, el maquillaje, la rumba. Qué sé yo. Son
todos esas válvulas de escape para no pensar en
mí", indica Vergara.
Es lo que
ella llama "resignificación": "Recordar o hablar
de lo que me ha pasado, pero empezar a darle
otros significados para ya no sentirme culpable
por lo que me pasó: empiezan a dar otro
significado a esos hechos tan traumáticos que
vivieron".
"Hay niñas
que dicen sienten que su cuerpo está separado de
su alma"
Es en este
punto cuando se destapa el dolor amontonado en
su interior año tras año. "Aquí empiezan las
crisis. Aquí empiezan las ideas suicidas. Aquí
empiezan a darse cuenta que esa mujer que decía
ser su amiga no era su amiga, sino su proxeneta.
Que ese hombre que decía ser su novio no era su
novio, sino su proxeneta. Que esos otros hombres
que le decían que ella era linda, que era
preciosa, no le decían nada real, sino que eran
explotadores que se estaban aprovechando de
ella. Se dan cuenta de que su mamá era su
proxeneta o su papá su explotador. Para una niña
tan chiquita, darse cuenta de esto es muy
doloroso".
"Hay niñas
que dicen no quieren su cuerpo, porque sienten
como si su cuerpo estuviera separado de su
alma", recuerda Vergara.
Una
de las niñas acogidas por Fundación Renacer.
"Es todo un proceso de recuperación, muy
doloroso, pero que también tiene momentos
maravillosos", añade la activista, quien se
detiene en esas niñas que, dice, a su llegada al
centro no saben responder a la pregunta: "¿Qué
te gusta hacer?".
"Ayer, una
niña de esas que decían ‘no me gusta nada, no sé
hacer nada’, me enseñaba ilusionada las flores
que había hecho en manualidades. Poco a poco
ganan confianza cuando se dan cuenta de que
claro que saben hacer cosas. Lo contaba con
emoción; los ojos le brillaban", continúa.
"Trabajamos con sus familias para que entiendan
su dolor"
Las
familias son parte crucial del proyecto. "A
veces, decimos que se necesita otro hogar para
mamás y para papás, porque analizando las vidas
de ellas, muchas mamás también han sido
abusadas. Muchas mamás han sido maltratadas y
son historias también de mucho dolor. En esos
contextos se sienten que no tienen esas
habilidades para ser una buena mamá", explica la
Premio Nansen: "Debemos hacer ese trabajo con
las mamás, con los papás, para que comprendan el
dolor de sus hijos y de sus hijas".
En Colombia
tan solo en los primeros cuatro meses de 2020,
el número total de víctimas de
tratatransnacional identificadas en el país fue
un 20% más alto que en todo 2019, según
Acnur. El hecho de que la mayoría de los
refugiados y migrantes venezolanos no hayan
podido regularizar su situación en el país de
acogida los hace más vulnerables a la
explotación sexual y la trata, alertan desde la
Agencia de la ONU.
"La mayoría
de los explotadores son hombres, más del 90%.
Hemos encontrado a niñas víctimas de trata de
personas que son captadas en Venezuela y son
trasladadas hasta Colombia y acá son explotadas
sexualmente", detalla la activista en relación a
los datos recabados en La Guajira. "Hemos
encontrado algunas situaciones similares que nos
hacen creer que hay una red organizada", apunta
la educadora, quien ha recibido amenazas de
muerte durante las décadas de denuncias e
investigaciones contra la explotación sexual
infantil en Colombia.
Lo cuenta
con calma, sin que el miedo se asome. "Estaba
amenazada. También lo ha estado mi equipo de
trabajo y la directora de la Fundación, pero
siempre lo asumimos con mucha tranquilidad
porque sabemos por qué estamos y para qué
estamos".