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“Yo dejé de ser una niña, me robó mi infancia”: el testimonio de una mujer que sufrió los abusos de la Iglesia

Leonor Paqué relata a este diario los abusos que recibió durante su estancia en un sanatorio de Bilbao, donde se alojaban numerosos niños con tuberculosis alejados de sus padres
 

Por Carmen Asenjo 

19 de febrero 2022

Niñas del sanatorio. 1971.

Han sido muchos los expertos dedicados a la recuperación de las víctimas o su acompañamiento, que han asegurado que las mujeres son, probablemente “el sector, no solo más olvidado, sino el más dañado”. Los estudios reflejan asimismo que siete de cada diez víctimas son hombres, pero ¿qué pasa con el 30% restante?.

Las mujeres son, en este caso, esas personas olvidadas por las instituciones religiosas, hecho que se ha visto enormemente reflejado en su dificultad para romper su silencio.

Leonor Paqué relata su historia a LUH, que comenzó en 1971 en un sanatorio de Bilbao cuando tenía tan solo ocho años. A este lugar, custodiado por monjas, acudían menores enfermos con tuberculosis y permanecían allí por un periodo de varios meses, alejados de sus padres. Durante su estancia, Leonor recuerda los “castigos terroríficos” y actitudes que más tarde reconocería como “maltrato psicológico” infundado por sus cuidadoras religiosas. “No había amor”, señala la afectada.
 

Leonor y su familia jugando en el sanatorio. 1971.

El lugar era frecuentado por un cura, que acudía allí los domingos con motivo de la misa. Su actitud, era reflejada como alguien “cariñoso” y “alegre” pero sus actos no se correspondían con su impresión. “Estábamos tan faltas de cariño que en un primer momento nos agradaba la atención que nos daba”, admitía la víctima. Después, este “comenzó a aparecer en las habitaciones por la noche, se metía en la cama y nos tocaba”. El sentimiento que recuerda de manera más vívida es el de la “vergüenza” y “soledad”. A partir de ese momento “yo dejé de ser una niña, me robó mi infancia

Las niñas, denunciaron los hechos entre ellas y colocaron sus sábanas de manera estratégica para que el religioso no pudiera acceder a ellas. Cuando la cuidadora les preguntó una noche el motivo de sus actos, estas señalaron “es para que el cura no nos toque”. La declaración alertó a los superiores que, lejos de tomar acciones legales, se limitaron a trasladar al abusador.

El reencuentro

Años más tarde, la enfermedad de su padre y su humilde situación económica llevaron a su familia a buscar apoyo en un religioso del País Vasco que tenía fama de “buen samaritano”. “Hay un cura que ayuda a los pobres” les avisaron. Leonor acompañó a su madre en una de sus numerosas visitas y fue entonces cuando las esperanzas de la familia de recibir dinero se evaporaron por completo: “Mamá es él, es el cura”. 

Con más de 40 años, Leonor Paqué nunca ha llegado a denunciar por la vía legal lo que le ocurrió porque, como ella misma señala, nunca fue “nunca pensé que mi caso le interesaría a la justicia española''. La novela En sus tibias manos que ella misma escribió, le sirvió de terapia y mecanismo de superación, “Yo ya no soy valiente, valiente fue esa niña”.