¿Pegaría
usted a su hijo? No es esta una pregunta tan fácil de contestar
como parece porque en el fondo, casi nadie desea hacerlo. Pero a
pesar de los esfuerzos y buena voluntad de muchos padres lo cierto
es que según parece, en
España se sigue pegando mucho a los hijos.
Estas
al menos son las conclusiones de una reciente investigación
realizada en el marco del gran Proyecto europeo Daphne, destinado
a la “Erradicación del castigo físico sobre los niños”. Los
datos presentados lo han dejado muy claro: estamos
a la cabeza de Europa en el empleo del castigo físico como medio
para educar a los hijos. Y no solo eso; para muchos españoles
éste sigue siendo un método educativo aceptable y eficaz.
En
España, el castigo físico sigue siendo muy habitualPero estos
datos no son nuevos. Ya en 1997 en un estudio del Ministerio de
Trabajo y Asuntos Sociales, casi la mitad de encuestados justificó
el castigo físico como método habitual de disciplina. Desde
entonces la mentalidad ha cambiado, pero no tanto como creemos. En
2005 un estudio del CSIC confirmó que más del 25% aún pensaba que
su empleo era necesario habitualmente; para el 56.9% sólo de vez en
cuando. En otro estudio de Gámez-Guadix de 2010 un 64% de
universitarios dijeron haber recibido frecuentes castigos físicos
en la infancia.
Así
pues no debemos engañarnos. Cada vez son más los que desaprueban
el castigo físico, pero en España esta práctica sigue siendo
todavía demasiado habitual. Este nuevo estudio acaba de
demostrarlo. Pero no solo eso. Todo indica que
estamos empezando a sustituir peligrosamente el castigo físico por algo
aún peor: el castigo emocional.
Claves
para conseguir ser los padres que deseamos
Y
ante estos datos, ¿qué podemos hacer?
1.
En primer lugar, si alguna
vez pegó a sus hijos no se culpe. La culpa paraliza. Fallar
no es tan difícil ya que con el amor y las buenas intenciones a
veces no es suficiente. Lo que realmente importa es concienciarse de
la necesidad de cambiar y esforzarse en ello. Hacerlo es posible.
2.
Y una buena forma para conseguirlo es mentalizarse
de los riesgos y consecuencias de este tipo de castigos. Y van
mucho más allá del daño físico. Se ha demostrado que los azotes
frecuentes hacen que los hijos se relacionen con sus padres a través
del miedo y que muchos de acaben aceptando las
agresiones también de compañeros o parejas. Además se ha
comprobado que a quienes se pegó en la infancia tienen más
probabilidades de ser ellos quienes peguen en la vida adulta.
¿De verdad desea eso para sus hijos? Tener claro que no, puede
darle fuerza para trabajar en ello. Pero también tener presente que
si pega, será siempre usted el que pierda: puede generar
remordimiento, críticas encubiertas, reproches de sus hijos. No
merece la pena.
3.
Así que para cambiar debe empezar
trabajando algo crucial: el control de su ansiedad. Es algo
clave para educar. La ansiedad elevada hace pensar peor, ser más
impulsivos, anula los recursos y el autocontrol y es responsable de
que a veces peguemos. Por eso es necesario aprender a manejarla:
Respire, aprenda relajación... De más tiempo a los hijos para
las rutinas familiares, vaya más despacio aunque se hagan menos
cosas. Se ha demostrado que la prisa genera muchísima ansiedad. En
el hogar es nefasta. Practique su control.
4.
Cuide su bienestar emocional. Cuide y trabaje su pensamiento:
que los hijos se equivoquen no siempre es tan grave. Relativice los
problemas. Reorganice sus prioridades, alimente sus emociones
positivas, dese tiempo para el esparcimiento personal. Se
ha demostrado que los padres que lo hacen tienen menos ansiedad y
utilizan mejores recursos para educar. Así que es bueno realizar
alguna actividad placentera más allá de sus hijos. Eso no nos hará
ser malos padres; al contrario. Incrementará las emociones
positivas, algo clave para educar con acierto.
5.
Comparta la educación.
Busque apoyos para los momentos duros. Educar es difícil; aprenda
a delegar. No se cargue con todo. Los nervios pueden pasarle
malas pasadas. Los estudios señalan que las madres pegan más pero
no porque eduquen peor, sino porque suelen pasar más tiempo con los
hijos y acumulan más presión. Cuide este aspecto.
6.
Exija apoyo ante los hijos. Sentirse apoyado en situaciones difíciles
es fundamental. Cuando se nos contradice ante ellos se pierde
autoridad moral, se dispara la ansiedad, se genera enfado, soledad y
frustración. Estas emociones dificultan el empleo de recursos
educativos adecuados. Jamás
contradiga al otro progenitor ante sus hijos. Esta norma
debe ser inquebrantable.
7.
Pero mentalícese. Quienes pegan, aunque sea de vez en cuando,
es por un motivo principal: carecen de estrategias para conseguir
que los hijos obedezcan de otro modo. Y si es su caso se enfrenta a
un reto: debe aprender mejores herramientas educativas.
8. Y
debe saber que existen muchas alternativas al castigo físico, pero
en general los métodos más eficaces siguen la misma estructura. En
primer lugar se debe analizar qué situaciones familiares le
ponen nervioso y le llevan a pegar. Casi siempre son las mismas:
estudios, falta de respeto, desobediencia,… Trate de solucionar
estos problemas antes de que ocurran. Si el conflicto está
en los deberes, ponga un profesor en casa. Y si el problema son las
salidas de los vienes, haga que su hijo entrene ese día… Adelántese
al problema, sea creativo, no se estrese.
9. Pero
si con esto no basta, una vez detectadas las situaciones problema, trabaje
con su hijo. Haga un pequeño plan para enseñarle a
extinguir conductas desadaptativas y a desarrollar las habilidades
de las que carece. No se dedique solo a castigar. Enséñele a
controlarse y a resolver conflictos mediante el diálogo. Pero
primero aprenda usted. Evite darle charlas. Enseñe de
forma práctica: mediante el ejemplo o ensayando con él. También
puede enseñar con cuentos, jugando…o simplemente hablando.
10. Enséñele
también a calmarse. Ante el mal comportamiento lo más eficaz
es mandar a otro cuarto. Usted también se tranquilizará. Diga que
no está castigado y que podrá salir cuando se sienta en calma y
con control. Dígale: “Cuando estés tranquilo y dejes de gritar,
te atenderé”. Cuando reaccione, preste atención positiva, hablen
y fijen juntos consecuencias.
11. Pero
también usted debe aprender a calmarse y no entrar en lucha. Es
algo básico. Ignore a su hijo si le reta. Céntrese en otra
cosa. Es eficaz prestar atención a los hermanos para que reaccione.
De éste modo su hijo y usted aplacarán su ansiedad.
12.
Intente pactar consecuencias con antelación. Esto le
ayudará a estar tranquilo, seguro y no improvisar. Esto le será
muy útil con pequeños y también con adolescentes. Y nunca se
olvide de lo positivo: si es mayor, acuerde
privilegios familiares.
13.
Y ante la desobediencia, actúe con firmeza. No perdone.
Aplique las consecuencias pactadas con su hijo. Entrene su
discurso. No grite. Sea tajante y repita: “No depende de mí.
Tú has decidid; sabías lo que iba a pasar”. Esto le ayudará a
no tener dudas y a controlar su ansiedad.
14.
Dese un tiempo prudencial. Si su plan no funciona pruebe otros métodos.
Hay muchos recursos educativos para no acabar con una crisis de
ansiedad o pegando. Infórmese. En la web hay guías
con recursos para ejercer una parentalidad más positiva. Pida
consejo.
15. Y si su
plan fracasa, si sus fuerzas merman o no se le ocurren más
alternativas, solicite ayuda. Fórmese; vaya a escuelas de padres.
Aunque les diré algo. A éstas siempre suelen asistir los que
menos lo necesitan. Los padres más necesitados suelen estar
ausentes.
16.
Y si con todo esto no basta, puede que sea necesario hacer un
plan más sistemático. Déjese guiar por profesionales.
17.
Y si acaso flaquea no tire la toalla. Educar es a veces difícil
pero es bueno esforzarse por tener algo presente: no debemos
renunciar a ser el padre o la madre que en el fondo deseamos ser.
Y muy probablemente pegar a sus hijos nunca entró en sus planes…