Juan Gelman pagó muy caro su activismo contra la dictadura
argentina. El 24 de agosto de 1976, un grupo de militares
irrumpió en su casa. Él no estaba allí. Se llevaron a su
hijo y a su nuera embarazada. Nunca volvería a ver a
ninguno de los dos.
En 1995 Gelman escribió esta carta abierta a la nieta o
nieto que la dictadura le había robado.
Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido
algún día de octubre de 1976 en un campo de
concentración.
Poco antes o después de tu nacimiento, el mismo mes y
año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca
disparado a menos de medio metro de distancia. Él estaba
inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo
que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en Buenos
Aires y los llevó al campo de concentración Automotores
Orletti que funcionaba en pleno Floresta y los militares
habían bautizado "El Jardín".
Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre Claudia. Los dos
tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno
cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron -y a vos en
ella- cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a
luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de
la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y
fuiste a parar -así era casi siempre- a manos de una
pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o
periodista amigo de policía o militar.
Había entonces una lista de espera siniestra para cada
campo de concentración: los anotados esperaban quedarse
con el hijo robado a las prisioneras que parían y, con
alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente
después. Han pasado 12 años desde que los militares
dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En
cambio, en un tambor de grasa de 200 litros que los
militares rellenaron de cemento y arena y arrojaron al
río San Fernando, se encontraron los restos de tu padre
13 años después. Está enterrado en La Tablada. Al menos
hay con él esa certeza.
Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus
padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que
naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la
Secretaría de Estado del Vaticano, en febrero de 1978.
Desde entonces me pregunto cuál a sido tu destino. Me
asaltan ideas contrarias.
Por un lado, siempre me repugnó la posibilidad de que
llamaras "papá" a un militar o policía ladrón de vos, o
a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado,
siempre quise que, cualquiera hubiese sido el hogar al
que fuiste a parar, te criaran y educaran bien y te
quisieran mucho. Sin embargo, nunca dejé de pensar que,
aun así, algún agujero o falla tenía que haber en el
amor que te tuvieran, no tanto porque tus padres de hoy
no son biológicos -como se dice-, sino por el hecho de
que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y la
falsificaron. Imagino que te han mentido mucho.
También pensé todos estos años en qué hacer si te
encontraba: si arrancarte del hogar que tenías o hablar
con tus padres adoptivos para establecer un acuerdo que
me permitiera verte y acompañarte, siempre sobre la base
de que supieras vos quién eras y de donde venías. El
dilema se reiteraba cada vez -y fueron varias- que
asomaba la posibilidad de que las Abuelas de Plaza de
Mayo te hubieran encontrado. Se reiteraba de manera
diferente, según tu edad en cada momento.
Me preocupaba que fueras demasiado chico o chica - por
no ser suficientemente chico o chica- para entender por
qué no eran tus padres los que creías tus padres y a lo
mejor querías como a padres. Me preocupaba que
padecieras así una doble herida, una suerte de hachazo
en el tejido de tu subjetividad en formación. Pero ahora
sos grande. Podés enterarte de quién sos y decidir
después que hacer con lo que fuiste. Ahí están las
Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten
determinar con precisión científica el origen de hijos
de desaparecidos. Tu origen.
Ahora tenes casi la edad de tus padres cuando los
mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se
quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho como
vos y con un mundo mas habitable para vos. Me gustaría
hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer
en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de
tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para
reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en
la carne de la familia perpetró la dictadura militar.
Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no
te quieras apartar. Ya sos grande, dije.
Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido
todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde
ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi
hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían
un brillo muy especial y tierno y pícaro. Quién sabe
cómo serás si sos varón. Quién sabe como serás si sos
mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para
entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te
espera.
El 31 de marzo de 2000, Juan Gelman reencontró por fin a
su nieta. Tenía 23 años, se llamaba María Macarena.