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LA VOZ (Córdoba-Argentina)
 

06.10.13

Opinión

El legado de Leonardo

La historia lo distingue como el paradigma del hombre universal.

Por Enrique Orschanski*

La historia lo distingue como el paradigma del hombre universal. Fue un científico que combinaba magistralmente dotes de artista e inventor, escritor y músico, ingeniero y filósofo. El cuadro más famoso de la pintura occidental es parte de su obra.

Pero Leonardo Da Vinci, 
el ilustre polímata del Renaci­miento, no firmaba sus trabajos. Trans­gresor de muchas costumbres, se negaba a repetir el há­bito de registrar su nombre en 
el lienzo. Según versiones, muchas de sus obras de juventud fueron firmadas por sus maestros. Él enfurecía porque le ­sustrajeran el mérito artístico sólo por haberle enseñado.

Como resultado, los expertos actuales concluyen que apenas 15 obras pueden ser atribuidas con certeza a Leonardo. Están en discusión seis pinturas más, cinco de las cuales últimamente le han sido atribuidas. Pobre registro para tanta fama.

La metáfora de Leonardo evoca los quiebres que se producen entre generaciones, cuando aquellos que se sometieron a costumbres intolerables intentan cambiar con sus hijos.

“Jamás los enviaría al colegio al que yo asistí”; “No quisiera que mis hijos recibieran la educación restrictiva de mis padres”, “No voy a repetir errores que cometieron conmigo”.  Frases cotidianas, repetidas en muchos hogares.

Convencidos y conscientes de no transferir modelos que les habían afectado, muchos padres actúan como Leonardo: quieren modificar costumbres y marcas familiares para evitar condicionamientos.

Sin embargo, en su reacción, olvidan reconvertir paradigmas que les sirvan de referencias a los hijos. Pretenden que los chicos elijan con potestad para formarse y obrar por reflexión; premeditadamente “evitan la rúbrica”. Pero, al no repetir, construyen una extraña orfandad: la ausencia de modelos alternativos, aunque más no fuera para que sean rechazados.

¿Consiguen albedrío las generaciones nuevas?

Es arriesgado concluir con generalizaciones; sobre todo si se consideran las diferencias 
y continuos movimientos de ­oposición que existen entre padres e hijos.

Lo que sí podemos afirmar es que no alcanza con rechazar estructuras perimidas; son necesarias opciones. La pretendida libertad que se quiere otorgar a los hijos requiere nutrirse de conocimientos y valores –a los que adherir o rechazar– pero que indispensablemente deben estar disponibles.

Dejar a los chicos en un territorio de indefiniciones es privarlos de los mínimos recursos para descubrir su pasión. Herramientas que de verdad los hagan libres.

La historia, en su movimiento circular, muestra que todos siguen buscando, por múltiples caminos, sus nuevos paradigmas. Pero los chicos se confunden cuando perciben sólo negación de valores sin sustitución. De tal modo puede aparecer, en toda su magnitud, la angustia de quedar sin referentes.

Algunos adultos con responsabilidad educativa sólo contribuyen así al desconcierto, a la ambigüedad.

Los chicos, mirando el entorno y sus integrantes buscan, en forma novedosa y desesperada, lo que les falta: certezas.

La firma de Leonardo hubiera ahorrado mucha deriva a obras que, viajando de experto en experto, aún esperan ser reconocidas como suyas. Tal vez su legado al cambiar costumbres pretendía extender referentes más allá de sus mayores. Sus pares significaban nuevos modelos.

Muchos adolescentes, cuando llegan a la edad de definir su pro­yecto, se parecen a pinturas sin rúbrica, que vacilan y cambian de rumbo reiteradamente, empeñando excesivo esfuerzo en diferenciarse de los padres. Y refugiándose en los amigos que comparten sus dudas; que entienden su desconcierto.

Es sencillo descubrir que la vida no transcurre en mares tranquilos, de seguridades ab­solutas. Llegamos a ser padres 
y abuelos sin comprender totalmente la complejidad de los mandatos y herencias. Y aceptamos que, por momentos, los amigos son insustituibles en ayudarnos y protegernos.

La inteligencia consistirá, entonces, en combinar todas las influencias posibles, rompiendo prejuicios y sumando tradiciones, para que cada hijo se sienta, en algún momento de su vida, una obra de arte.

* Médico.