“El objetivo de la
consejería es la no institucionalización de los menores. En la
actualidad, el 60% de los menores en protección están acogidos por
familias, que es el mejor contexto para su desarrollo. Nuestra intención
es que en el tramo de 0 a 6 años no haya nadie en centros”, señalan.
Este es un objetivo que ya se definió en la ley estatal de 2015, a la
que ahora se está adaptando la Comunidad de Madrid y con el que
coinciden los educadores que ven, sin embargo, que la administración no
se ha movido lo suficiente para que pueda llevarse a la práctica de
inmediato. “Desde entonces, no se ha hecho un esfuerzo por mejorar el
sistema de acogimiento y ahora mismo no hay más familias acogedoras que
hace unos cuantos años”, señala Juan Calle, que es educador en un centro
y portavoz de la sección sindical de menores y familia de UGT en Madrid.
El proceso para
seleccionar una familia de acogida es complejo. Lo más habitual es que
los menores acogidos lo sean por su familia extensa. Es decir, tíos,
abuelos u otras personas con las que guardan parentesco. Para el resto
de los niños que optan a esta forma de protección, la administración
realiza una selección que no siempre es sencilla. “Son niños con un
bagaje y una historia, por lo que hace falta gente con resiliencia, con
recursos... y muchas familias se quedan por el camino. Hay que
asegurarse bien, porque un chaval que va a acogimiento y es devuelto
multiplica su problema vital de una forma infinita”, razona Calle.
“El motivo fundamental
es tratar de ahorrar recursos”, considera Echarren sobre el plan
madrileño: “Hay niños que llevan aquí más de un año ¿y ahora encuentran
familias de acogida? Es algo que podían haber hecho a lo largo del
tiempo, pero no hay políticas a largo plazo”.
“Voladura
controlada... o no tan controlada”
Tras la presión por
parte del centro, parece que la Consejería ha aceptado retrasar el
traslado hasta septiembre. Los bebés y niños pequeños que no vayan con
familias de acogida serán trasladados a los centros de la Rosa o el
Valle. El edificio donde se encuentra la Casa de los Niños, que ahora
tenía capacidad para 40 usuarios, será reconvertido para albergar a
menores de 3 a 12 años. Otro de los cambios tiene que ver con la
Residencia Infantil Las Acacias, en Carabanchel, donde irán
temporalmente los menores del Centro de primera acogida Isabel Clara
Eugenia (ICE) , en Hortaleza, hasta que esté listo el Colegio San
Fernando, también en la carretera de Colmenar Viejo, para 2024. Al ICE,
por su parte, irán las personas con discapacidad que acuden actualmente
al Centro Ocupacional de Barajas.
Esta “voladura
controlada, o no tan controlada”, según los sindicatos, que la
consejería planea llevar a cabo en los próximos dos años, dibuja un mapa
bastante curioso. Bebés, prematuros y menores de seis años, algunos de
ellos con problemas de movilidad, deberán dejar la tranquilidad de
Colmenar Viejo para encerrarse en centros en los barrios. Los más
mayores, con más autonomía para moverse, son relegados al campo. Esta
situación pone sobre la mesa el fracaso en la gestión de un modelo de
residencias de barrio, que pretendía que los centros fueran parte del
entorno y los niños pudieran mantener su colegio, su médico y su red,
para favorecer su integración. “En todos los casos se avanza en el
sentido contrario a todo principio educativo”, denuncian.
“Lo que han hecho la
Comunidad y los sucesivos gobiernos del Partido Popular ha sido lo
contrario. Han ido a grandes residencias, de 40 o 50 plazas, donde es
muy difícil que eso se parezca a un hogar”, explica Calle. Las Acacias
estaba prevista como una residencia territorial, continúa, pero “se va
de Carabanchel a la carretera de Colmenar, donde no hay nada. No hay
zona residencial, ni médicos, ni parques”. Un entorno que en el caso de
los más pequeños es favorable, pero que dificulta la integración de los
mayores. También ha criticado los cambios CCOO, que considera que
responden “más a compromisos de orden político que a necesidades de
mejorar el programa” de protección a la infancia.
Por el camino se
pierden las 40 plazas públicas para niños de 0 a 6 años para las que
estaba acondicionada la Casa de los Niños, con nidos y espacios
especiales para sus necesidades. Desde la consejería afirman que el
nuevo plan no supone una reducción de oferta pública porque aunque
“aunque cambie el perfil de usuarios, van a seguir siendo públicos”. Los
menores de 3 a 12 años para los que se adecuará este centro son los que
están en el recurso de Las Acacias. Ahí viven cerca de medio centenar de
jóvenes, de 3 a 17 años.
Los mayores irán, no
obstante, a pisos que, en este caso, sí serán concertados. Esto, indica
Calle, supone de facto una reducción de plazas públicas. Primero, porque
los niños de la Casa van a otros centros públicos –El Valle y la Rosa– a
ocupar unas plazas que esos recursos ya tenían, aunque no estuvieran
ocupadas. Si en algún momento se cubriesen todas, tampoco podrán
recurrir a las 40 de 0 a 6 años de las que ahora prescinde la Comunidad.
Mientras, la reubicación de los jóvenes de Las Acacias supone que
algunos seguirán en la red pública, mientras otros pasarán a la
concertada. “Se pierden parte de públicas, que se absorberían por los
centros concertados”, insiste Calle.
La Comunidad de Madrid
reconoce que la Casa de los Niños no es “ideal” para los mayores, porque
está lejos del centro urbano, aunque envíe a los menores extranjeros no
acompañados a Barajas, ni para los más pequeños, que están ahora
ocupando esas instalaciones, porque “está lejos de sus centros
hospitalarios de referencia”. Por eso se ha decantado por dejarlo para
los niños de 3 a 12 años que no estén enfermos.
Entre tanto, la
Comunidad de Madrid anunció a finales de abril la licitación de un
contrato, por valor de 5,3 millones de euros, para la gestión de un
centro de acogimiento residencial especializado para menores con medidas
de protección. Son 35 plazas, fuera de la red pública, para alojamiento,
atención y educación de menores de entre 3 y 17 años.
“Graves problemas
psicológicos”
Derivar a menores a
otros centros supone un grave perjuicio para ellos. Lo explica Echarren,
que trabaja en la Casa de los Niños con pequeños con diferentes
patologías, que además vienen de situaciones muy complicadas. No solo de
abandono, también de precariedad al nacer en familias con pocos recursos
a quienes se les facilita este centro de acogimiento “mientras los
padres resuelven la situación” o de situaciones de drogodependencia o
exclusión por otros motivos. “Se han vinculado con las personas que les
cuidan y ahora tendrán que vincularse a otros. Esto, sumado a la
separación forzosa de sus familias genera graves problemas
psicológicos”, desarrolla. En su residencia, explica, no entran niños
desde 2019. Con la pandemia el trabajo de servicios sociales se
ralentizo. Tras el confinamiento, les dijeron que no ingresarían menores
porque se iban a realizar obras. “No han empezado”, avanza.
¿Y qué pasa con
Barajas? La Comunidad enviará a esa zona a los menores extranjeros no
acompañados que en estos momentos se encuentran en el centro de acogida
de la Casa de Campo. “Es una instalación a la que se le destino ese uso
de manera temporal para hacer frente al incremento de llegada de menores
no acompañados que se produjo en los años 2018 y 2019. Este centro se
liberará para ofrecer otros servicios, ya sea retomando su actividad
como albergue juvenil o para otros usos, una decisión que se tomará
próximamente”, señalan desde la consejería de Familia, Juventud y
Política Social de la Comunidad de Madrid.
La consejera,
Concepción Dancausa, ya adelantó en diciembre su intención de
redistribuir a los menores y de cerrar el centro de Casa de Campo. Los
educadores consultados por este medio consideran que la decisión de
enviar a los jóvenes extranjeros que no tienen familia en España al
recurso de Barajas responde a motivos políticos. De hecho, el cierre del
centro de Casa de Campo es una reivindicación de Vox, que ha utilizado a
los menores extranjeros no acompañados -a los que la extrema derecha se
refiere por el acrónimo de MENAS- como punta de lanza en su campaña
contra la inmigración. “No los pueden enviar más lejos”, apuntan.
El complejo de Barajas
está flanqueado a un lado por grandes aparcamientos y al otro por una
pista de aterrizaje del aeropuerto madrileño. “Lo ves desde fuera y
parece una cárcel. La intención es hacer un CIE (Centro de Internamiento
de Extranjeros), pero de menores”, advierte Calle, que considera que
esto supone “una segregación por origen”.