En una semana van a cumplir sus bodas de
plata. 25 años juntos, más tres de novios, en los que no han podido cumplir
una de sus mayores ilusiones: ser padres. Al principio, Antonio y Francisca no
querían tener hijos “porque éramos muy jóvenes cuando nos casamos”. Era
el año 1984 y tenían 23 y 22 años. Dos años después creyeron que ya les
llegó el momento, que nunca se produjo.
Lo han intentado todo. Su último recurso: la adopción. Ahí es donde
depositaron “todas las esperanzas”, pero 11 años después lo único que
han conseguido es terminar “quemados y humillados” por un proceso
administrativo larguísimo y plagado de “irregularidades”, tal y como
reconoce un juez en una sentencia en la que asegura que la pareja es apta para
adoptar.
A Francisca lo que más le duele es que la Junta se haya “comido” los años
de su vida, porque dejó de someterse a tratamientos de fertilidad por la
adopción e incluso su trabajo. “Llegamos a intentar hasta en tres ocasiones
la fecundación in vitro”, pero no funcionó. Entre tanto, a final de 1998
decidieron solicitar la adopción. Fue entonces cuando se inició su largo
calvario.
A partir de ahí, el único contacto que tuvieron con la Delegación de
Igualdad y Bienestar Social fue una reunión en la que se informó a todas las
parejas solicitantes de los requisitos y del proceso. Luego, no tuvieron más
comunicación hasta el año 2003, cuando tuvieron que pasar “varias
entrevistas para determinar nuestra idoneidad”. Cuatro años y medio de
“dilaciones inexplicables”, según dice la sentencia del Juzgado de
Familia número 7. Tras estas entrevistas, las visitas domiciliarias y el
correspondiente aporte de toda la documentación obtuvieron un primer informe
de idoneidad a fecha 23 de mayo. En ese momento, el perfil que solicitaban del
menor era el de uno o dos hermanos menores, aceptando trastornos de conducta y
etnias gitanas y árabe.
Pero aún así, la respuesta no llegaba. Así que, “ siguiendo el consejo de
los técnicos”, explica Francisca, decidieron ampliar el perfil para niños
de entre cero y dos años, de las mismas etnias e incluso con anticuerpos VIH.
Era diciembre de 2003 y también fueron considerados idóneos.
Sin embargo, el hijo que esperaban no llegaba. Ellos aseguran que eran
conscientes de la dificultades que implica adoptar a un menor: el rechazo de
éste, el que sea sólo temporal y vuelva con sus padres... Pero “para todo
estábamos preparados”, aunque “no para el trato humillante que
recibimos”, asegura Antonio, mientras Francisca recuerda que las técnicos
le decían “que me iba a arrepentir por no haberlo tenido en mi vientre” o
que “nunca nos iba a querer”. “Nos decían que era para ponernos en
situaciones límites porque los niños nos ponen en situaciones así”,
agrega Antonio.
Francisca tuvo que acudir al psicólogo, “primero para poder aceptar lo de
la maternidad y luego me ayudó con estas entrevistas porque me decía que no
tenía por qué recibir ese trato”. Esta terapia continuó e incluso la
pareja la utilizó para prepararse “para todas las situaciones que nos
encontráramos con el niño”.
Pero pasaron uno, dos y hasta tres años más sin que Antonio y Francisca
pudieran cumplir su “sueño”. Fue en el año 2006 cuando decidieron acudir
al Defensor del Pueblo Andaluz “para quejarnos del trato que habíamos
recibido, no para que nos dieran un niño de inmediato”, aclara Antonio.
Entonces, la Junta inició con ellos, diez años después, un nuevo
procedimiento.
Otra vez a partir de cero. Más entrevistas y de nuevo un proceso
“machacante”, en el que para su sorpresa fueron declarados “no idóneos”.
El motivo: les consideran racistas. A este respecto la sentencia del juzgado,
que la Junta ha recurrido a la Audiencia, deja muy clara la contradicción,
pues la pareja en su perfil incluía niños de varias etnias.
En julio de 2008, la pareja también solicitó la adopción internacional.
Volvían las entrevistas, esta vez con una empresa subcontratada por la Junta,
con la que han pasado hasta “nueve entrevistas de cuatro horas” y en las
que la psicóloga aseguraba que ellos eran idóneos antes de cerrar el
procedimiento. Sin embargo, tras el proceso judicial, “el documento que
firmamos al finalizar desapareció”, por lo que la Junta les envió una
nueva carta para iniciar el proceso, cuyo plazo de presentación se cumplió
ayer. “Hemos decidido no seguir con la adopción porque sabemos lo que vamos
a pasar”, dice Antonio.
Una decisión “dura”, pero ahora ya sólo confían en que la Audiencia les
dé la razón. “Ya veremos qué hacemos, porque estamos muy quemados y un niño
necesita que estemos al 100%”, indica Francisca, que teme que la edad de
ambos (47 y 48 años) sea ahora el impedimento. En la sentencia, el juez les
insta a pedir una indemnización, aunque ellos aún no se lo plantean pese a
que “han jugado con nuestras vidas e ilusiones”.