
http://verne.elpais.com/verne/2016/04/05/articulo/1459856791_092649.html
Crecí con dos madres y así ha sido mi infancia
En mi familia nunca me faltó el afecto, pero la sociedad está lejos de
normalizar una situación como la mía

A. LL.
Claudio M.
17 ABR 2016
Uno de mis primeros recuerdos se remonta a una de las
casas de acogida en la que viví hasta los cinco años. Me dijeron: "Tus
padres de adopción vendrán a por ti dentro de quince días". Llegó el día y
yo, ansioso, pasé todo el día asomado a la ventana, esperándolos.Me dijeron:
"Tus padres de adopción vendrán a por ti dentro de quince días". Llegó el
día y yo, ansioso, pasé todo el día asomado a la ventana, esperándolos.
Pero ese día no pudieron recogerme y me llevé un
chasco. Mis compañeros en la casa de acogida, al verme llorar, quisieron
calmarme, pero un cuidador se lo impidió: "Dejad que llore, no le
consoléis".
Por suerte, aunque mis padres de adopción no pudieron
recogerme el día acordado, lo hicieron unos días más tarde y finalmente me
trajeron desde Brasil, mi país de nacimiento, hasta España.
Durante mis tres primeros años en España viví con mi
padre y con mi madre. Pero ellos se separaron y empecé a vivir con mi madre
y su nueva pareja: una de sus amigas de la infancia.
A los ocho años, pues, ya estaban sentadas dos
situaciones que determinarían mis años siguientes: mi condición de adoptado
y mi crecimiento en el seno de una familia homoparental.
Y os voy a adelantar una cosa: ahora, con 18 años,
puedo afirmar que en ningún momento me faltó afecto en mi familia. Si
atravesé problemas, que los tuve, se derivaron de la falta de normalización
por parte de la sociedad de mis situaciones personales.
Últimamente he acudido a algunos encuentros de niños adoptados. En ellos he
encontrado una comprensión que jamás había sentido antes. La adopción, por
lo general, suele tener unas connotaciones negativas, se bromea con ella, y
aunque parezca algo inocente, eso es algo que deberíamos evitar.
Cuando hablo con niños adoptados, por ejemplo, les
digo que Supermán y Batman -aunque ahora el cine los haya puesto a pelear-
fueron adoptados, y que eso nos emparenta con los superhéroes.
La adopción a veces también se asocia con algunas
dificultades relacionadas con el apego, en parte debidas a la
deshumanización en los centros de acogida. Ya he hablado de eso al referirme
a la crueldad de uno de mis cuidadores: aunque no seamos conscientes, si
somos crueles con los demás, podemos causarnos un daño duradero. Deberíamos
tratar a las personas con respeto y construir entornos más humanos.
Y creo que
las familias homoparentales están aún menos normalizadas. En la comunicación
social predomina, casi sin competencia, la imagen de la familia compuesta
por un padre y una madre. Y mejor ni hablemos de los libros escolares, donde
falta mucho camino para adaptar el material escolar a las nuevas realidades
familiares.
La inexistencia de otros modelos de familia hace que
los niños de familias homoparentales crezcan preguntándose: ¿Qué le pasa a
mi familia?
Reconozco
que en el colegio nadie me hostigó por tener dos madres. Eso sí, reinaba un
silencio que tampoco era muy natural. Hasta los profesores parecían
incómodos con el asunto, como si afrontaran algo impronunciable.
Esto me
condujo a que, durante un tiempo, fuera contando que yo vivía con mi madre y
con mi tía. Nadie me obligaba a hacerlo, pero no es fácil lidiar con esa
situación: los chavales, al fin y al cabo, lo que más quieren es ser
aceptados y no salirse de la norma.
Pero
conforme más tratas de ocultarlo, más explicaciones estás obligado a dar.
Ese ocultamiento es una sensación horrible, que genera mucha ira y mucha
ansiedad. Se forma una bola en tu interior, un revoltijo que te lleva a
vivir etapas verdaderamente complicadas, como cuando empecé a destrozar
objetos en casa, para desesperación de mis madres.
Sencillamente, no tenía las herramientas para manejar mi situación y carecía
del valor necesario para hablarlo abiertamente con mis madres.
Pero todo
cambió cuando, en uno de los encuentros para niños adoptados -también voy a
otros organizados por
asociaciones de familias homoparentales-, una chica pronunció una frase
que me sacudió: "¿A qué tienes tanto miedo?".
Efectivamente, ¿por qué me daba miedo que la gente supiera que soy adoptado
y que tengo dos madres? Le prometí que empezaría a contárselo a la gente. Y
lo celebro, porque la primera reacción no pudo ser más divertida.
A finales
del año pasado se lo confesé a mi mejor amigo -¡incuso se lo había ocultado
a él!-, y me respondió entre carcajadas: "¿Acaso te crees que no lo sabía?
¡Pero si llevo años visitando tu casa!". Yo también me reí y la liberación
fue tremenda.
A partir
de entonces se lo he ido contando a mis amigos más cercanos, más o menos con
las siguientes palabras: "Mira, en los últimos años te he mentido. Lo siento
mucho y confío en que comprendas que se debía a esto y aquello". Siempre he
encontrado apoyo.
Desde
entonces, mis ataques de rabia se han disipado y me siento más seguro entre
la gente. Es más, mis relaciones sentimentales también han crecido mucho: ya
no arrastro mis problemas hacia aquellas personas que me quieren, como hacía
antes, cuando mis secretos lo empañaban todo.
Y, por si
alguien se lo pregunta, no tengo ningún problema con mi identidad sexual. De
hecho, haber crecido con dos madres me ha beneficiado, porque, al contrario
que mucha gente, he asumido que la homosexualidad es tan natural como
cualquier otra opción.
Los
problemas de los niños adoptados -esos pequeños superhéroes- y de los hijos
de familias homoparentales no siempre son similares, al final dependen de
cada uno, pero a partir de ahora haré lo posible para que no atraviesen los
mismos problemas que yo.
Y, por
supuesto, me gustaría que la sociedad les pusiera las cosas más fáciles: que
visibilizara todas las opciones y que las asumiera con madurez. En resumen,
que todos facilitáramos las cosas a unos niños que carecen de las
herramientas para plantar cara a una sociedad que sutilmente nos encorseta y
nos hace sentir miedo.
Texto redactado
por Álvaro Llorca a partir de entrevistas con Claudio P.
|