Público
http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/09/17/los-ninos-como-mercancia/

La verdad es siempre revolucionaria
Lidia Falcón
Los niños como mercancía
17
Septiembre, 2016
El caso de María José Abeng, a la que
arrebataron su hijo recién nacido cuando tenía 14 años y lo entregaron a una
familia de adopción, para ser devuelto a su madre biológica cuatro años después,
ha ocupado las páginas y las pantallas de los periódicos y los programas, como
si se tratase de una novedad escandalosa. Y efectivamente es escandalosa, pero
no es novedad.
Es
escandaloso que una adolescente como María José, confiada a la tutela del
Principado de Asturias, en un Centro de Menores, fuera violada y embarazada
sin consecuencia alguna para los responsables de su cuidado y protección. Es
escandaloso que, como cuenta ella: “No
me quitaron a mi hijo por tener mala vida. Me lo arrebataron”.María
José replicaba así a los que la consideran una mujer de vida desordenada: “No
soy alcohólica ni drogadicta ni tan siquiera fumo. No me maltratan ni me han
maltratado. No me quitaron a mi hijo por llevar mala vida, sino porque yo
era una niña custodiada que vivía en un centro de acogida”.Desde el
momento que se conoció el embarazo, el centro de custodia decidió que tenía
que dar el niño en adopción. Como afirma la sentencia de la Audiencia de
Oviedo “la
Administración desde el mismo día del parto, decidió separar a la madre del
recién nacido, sin que conste que se barajaran otras opciones”.
El drama en
que están insertos la madre biológica, los padres adoptivos y sobre todo el
niño, es consecuencia de la infame política de cuidados, adopciones y
retirada de tutelas que están realizando las Administraciones de las
distintas Comunidades Autónomas, a lo largo y lo ancho de España, sin que ni
los gobiernos, ni los juzgados, ni los profesionales de la psicología y el
trabajo social, ni los medios de comunicación se opongan.
En este
perverso sistema de otorgar a las Consejerías de Bienestar Social y Familia
–que más deberían llamarse de Malestar Social y desestructuración de
Familias- la competencia exclusiva para determinar qué madres –y siempre
madres- son aptas para ocuparse de sus hijos, se ha creado un universo
cerrado de mujeres damnificadas por las resoluciones arbitrarias -¿quizá
corruptas?- que adoptan los servicios sociales. Con la inestimable ayuda de
los llamados gabinetes psicosociales, que no son otra cosa que empresas
privadas, surgidas no se sabe donde, en las que trabajan personajes sin
cualificación profesional ni siquiera sentido humanitario. Y que,
increíblemente, son quienes deciden qué niños se quedan con su madre, cuáles
se declaran en situación de abandono, cuáles han de ir a parar a los
orfelinatos de la Comunidad, y cuáles se van a entregar a nuevas familias en
acogida o en adopción. Como si en nuestra sociedad no existiera un Código
Civil y un sistema judicial que debe decidir y amparar la vida de todas las
personas implicadas.
Lo más
grave es que esos espúreos gabinetes psicosociales son los que “asesoran” a
los jueces, y parece mentira que el colectivo de magistrados y el Poder
Judicial acepten que esas personas sean quienes en definitiva deciden de la
vida y la suerte de miles de madres y de niños.
En el
último año y medio, La Audiencia de Madrid ha dictado 4.000 sentencias de
custodia de niños, con la intervención de los Gabinetes Psicosociales.
Diversos
colectivos de madres, abuelos, abuelas y de adolescentes internados en
Centros de Menores, vienen denunciando retrasos en los trámites de gestión
de las separaciones, retraso que introduce mayor inseguridad a situaciones,
ya de por sí traumáticas, en la infancia y adolescencia. Hay familias
afectadas que tienen casos de conflictos no resueltos, desde hace más de 10
años, en diversos juzgados de toda España. Muchas de esas familias, en su
recorrido por tribunales y despachos, han perdido sus modos de vida y en
algunos casos su propia salud, mientras sus hijos viven en centros de
acogida o son dados en adopción, muchas veces en contra del criterio de los
progenitores y de las niñas y niños.
Sólo en la
Comunidad de Madrid hay 4.000 familias cuya salud y felicidad depende de los
informes de supuestos psicólogos y trabajadores sociales. Para atender las
visitas de los menores a sus madres o padres biológicos, únicamente hay tres
PEF, es decir: “Puntos de Encuentro Familiar”.
Hace siete
años, en 2009, el periodista Jaime Barriento avisó de
las consecuencias que tenían para los jóvenes ciertas malas prácticas de
determinadas empresas que operaban en el campo de los centros de menores.http://www.interviu.es/reportajes/articulos/chicos-malos-
grandes-negocios.
De la
cumplida información que da el periodista extraigo lo que sigue:
“La atención a
los menores con problemas legales, de drogas o de conducta está llenando los
bolsillos de empresarios nada expertos en el tema. Banqueros, constructores
y hasta políticos se han metido en un negocio boyante”. (…)
“Cualquier
asociación o fundación sin ánimo de lucro puede hacerse cargo de la gestión
de un centro de reforma de menores, las cárceles donde los jóvenes de 14 a
17 años que han cometido alguna clase de delito cumplen medidas privativas
de libertad. Así lo estipuló la Ley de Responsabilidad Penal del Menor, que
permitió a las comunidades autónomas –competentes en esta materia–
privatizar la gestión de los centros de menores y delegar así en entidades
particulares la ejecución de medidas sancionadoras. En España hay unos
11.000 menores en residencias y pisos de acogida. Enrique Martínez Reguera,
psicólogo y educador con treinta años de experiencia con niños y jóvenes
marginados, da algunas cifras: “El cuidado de estos niños aporta, de media,
3.800 euros por chico y mes, y si se trata de un centro público, en torno a
9.000. (…) De los 58 centros terapéuticos existentes en España, 55 están en
manos de entidades privadas. Dianova y O’Belén acumulan 12 de ellos. Entre
ambas instituciones gestionan cada año unos 17 millones de euros (unos cinco
Dianova y cerca de doce O’Belén). Más del 90 por ciento de este dinero
procede del pago en concepto de servicios sociales que les aportan las
administraciones”.(…)
“La Ley 5/2000
sobre la gestión de la protección de menores abrió la veda para que muchas
de las organizaciones no gubernamentales y fundaciones creadas años atrás
–coincidiendo con la aprobación de la prestación social sustitutoria del
servicio militar– se lanzasen a la caza de adjudicaciones de centros de
protección de menores. Todas ellas, como establece la ley, se definen como
entidades sin ánimo de lucro y con un fin social. Según José
Luis Calvo, de Prodeni, asociación de defensa de los derechos de los niños,
“tienen órganos de gobierno desproporcionados, con numerosos cargos
directivos, cuyos sueldos, coches oficiales y comidas salen de las
subvenciones que reciben de la Administración por gestionar los centros de
menores”.
Este
terrible informe debería haber provocado una interpelación parlamentaria,
una actuación inmediata de la Inspección de Menores y de los jueces
implicados. Pero en este corrupto país, ninguna de las instituciones ni
cargos públicos más importantes se dieron por concernidos. Ni la
Administración, ni el Parlamento, ni el Poder Judicial, estimaron que había
que investigar la denuncia que suponía aquella información. Pero mientras
tanto, miles de madres están sufriendo la separación de sus hijos, los niños
son tratados como maletas que se trasportan de una familia a otra, otros
desaparecen en el misterioso archivo de los expedientes de las custodias y
las adopciones. En los juzgados las causas se prolongan durante años. A
dicha demora, hay que añadir que los informes redactados por los gabinetes
psicosociales, son casi siempre parciales y sin un protocolo oficial que se
ciña a las circunstancias concretas de cada familia.
Como es evidente, aquellas madres que no tienen recursos no pueden disponer
de defensas jurídicas preparadas, no saben cuales son los derechos que deben
esgrimir. Las madres menores, solteras, pobres, abandonadas por el padre, en
paro, son las víctimas propiciatorias de la insaciable codicia de esas
empresas que se ha permitido que dispongan del destino de miles de niños,
como si se tratara de mercancías. Y no se sabe, pero se intuye, qué clase de
negocio existe detrás de cada adopción de un hijo arrebatado a una madre
adolescente, ignorante, sola y pobre, y
además negra, como era María José Abeng.
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