Adolfo García y su hija Yun, que llegó a
España en 2007 con solo dos años.
Adolfo García Garaikoetxea
mezcla en la conversación su feliz experiencia como padre adoptivo y
sus conocimientos como secretario de la Asociación de Familias
Adoptivas de Navarra (Afadena) y como coordinador de CORA, la
Coordinadora de Asociaciones en Defensa de la Adopción y el
Acogimiento, que reúne a una treintena de organizaciones de padres
adoptivos y la única asociación de hijos adoptados que existe en
nuestro país.
Adolfo y su mujer tienen dos hijas: Valeria, de Rusia, y Yun, de
China. Junto con Etiopía, estos son los países en los que más han
adoptado tradicionalmente los españoles, sobre todo por la rapidez
de la tramitación, el factor que más valoran quienes deciden ser
padres por esta vía. Valeria tenía tres años cuando llegó a España,
en 2003; Yun tenía dos, y llegó en 2007. En el primer caso el
proceso duró dos años. En el segundo, dos y medio.
Estos plazos ya eran mayores
que en épocas anteriores, y han seguido creciendo. "Hoy
prácticamente no podemos asegurar una espera menor de cuatro años",
resume García Garaikoetxea. Tiempos que se acercan a los entre cinco
y siete años que suelen tardar las adopciones nacionales.
"Es humano y totalmente
comprensible el sentimiento de ansiedad del que espera", asume
García Garaikoetxea, quien sin embargo recuerda que "la adopción no
es una herramienta para solucionar un problema de fertilidad o una
voluntad de paternidad, sino que es una medida de protección de la
infancia abandonada, de su derecho a tener una familia, y la
obligación de las administraciones es proveer esa familia al menor",
como establece la
Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, de
1989.
Más del 90% de las familias
españolas que lo solicitan obtienen el necesario certificado de
idoneidad: según las últimas cifras del Ministerio de Sanidad,
Servicios Sociales e Igualdad, en 2012 eran cerca de 33.000. Una
cifra "realmente excesiva", según el coordinador de CORA, sobre todo
si tenemos en cuenta que tras el boom
de 2004, cuando llegaron a España unos 5.000 niños,
el número de adopciones no ha hecho
más que descender. En 2008 vinieron 3.156; en 2011 fueron
2.573, y en 2012, 1.669. A los que hay que sumar los en torno a 200
menores que cada año son adoptados dentro del territorio.
La adopción nacional: un
proceso lento y complicado
A pesar de que en 2008 los
plazos de la adopción nacional eran aún mucho más largos que los de
la internacional, sobre todo porque en nuestro país hay pocos niños
abandonados (la mayoría de los que están en los orfanatos tienen
familia y sólo pueden ser dados en acogimiento), David Robledo y su
mujer se decidieron por esta opción porque la segunda se les
escapaba de presupuesto y les parecía "un esfuerzo mucho mayor".
Querían un bebé menor de un
año, que son la mayor parte de los adoptables en España. Debían
cumplir dos requisitos: pasar lo que David define como un "estudio
muy detallado" del que sería el entorno material y familiar del
niño, y que la media de edad de la pareja no sobrepasara en 41 años
la edad del pequeño.
Paralelamente a estos trámites
decidieron pedir un acogimiento permanente, que "va mucho más
rápido", y en 2011 recibieron en casa a dos hermanas, de 5 y 3 años.
Según la legislación española, el
acogimiento paraliza la tramitación de la adopción durante un año,
algo que resulta incomprensible para David, que no entiende que le
perjudique estar realizando "una labor social".
Finalmente, en marzo de 2013
les dijeron que antes de final de año tendrían a su hijo. Pero el
pasado 5 de enero la mujer de David cumplió 43 años. Con los 39 de
David, la pareja superaba la diferencia de edad máxima exigida.
Fueron ellos los que avisaron a la Comunidad. Resultado:
automáticamente fueron borrados de la lista.
"No supimos ni sabremos nunca
por qué no llegamos a tener un niño, cuando estuvieron dando bebés
anteriormente a gente que había acudido con nosotros a la reunión
preparatoria", reflexiona David. "Hemos sufrido mucho. Todavía
tenemos una cuna para vender", concluye, visiblemente afectado.
La adopción
internacional: una espera cada vez más larga
Si los plazos de la adopción
nacional se han mantenido más o menos estables, los de la
internacional no han dejado de alargarse. En parte por la
ratificación del Convenio de La Haya, que protege mejor el interés y
el cuidado del menor, pero que al endurecer los requisitos hace que
disminuya el número de adopciones.
A esto hay que añadir las
dificultades propias de cada Estado. Bien por razones políticas
–como en China y en Rusia, donde "la imagen que quieren dar de
potencias mundiales" hace que consideren "una vergüenza nacional
mostrar que no son capaces de hacerse cargo de sus niños
abandonados", analiza García Garaikoetxea–; o bien por razones
religiosas, como en Malí o en Marruecos, donde ahora es
indispensable que los adoptantes sean musulmanes.
El nuevo marco legal de China
ha supuesto que las adopciones pasaran de tardar seis meses a más de
siete años. Y en la Federación Rusa (que nunca ha ratificado el
convenio), los recientes cambios legislativos están impidiendo que
se termine de cerrar un acuerdo bilateral. Las tramitaciones allí
están paradas.
Por eso, cuando en 2008 Conchi
Sánchez y su marido quisieron adoptar un hermano para su hijo
biológico, optaron por Vietnam. Con la ayuda de InterAdop, una
entidad colaboradora en la adopción internacional (ECAI)
consiguieron que su expediente entrara en el país justo antes de que
éste ratificara el Convenio. La alegría inicial duró poco: "El
Gobierno decidió unificar las tramitaciones nuevas y antiguas y
crear nuevas listas", lo cual paralizó su expediente. Además, a las
ECAI debieron regularizarse otra vez. InterAdop lo consiguió en
2011.
"Habían pasado tres años y
estábamos igual", lamenta Conchi. Sus papeles estaban a punto de
caducar, así que la Comunidad les propuso intentarlo en otra parte.
La excelente experiencia de un conocido los animó a probar en
Colombia en 2012. Las pruebas de idoneidad son diferentes para cada
país, así que tuvieron que empezar de nuevo.
A finales de 2013 ya estaban
en el número 241 de la lista para adoptar niños de entre 5 y 6 años.
Sin embargo, en enero los sorprendieron con la noticia de que habían
vuelto a bajar en la lista. La razón: la decisión de muchas familias
de cambiar el tramo de edad ante las demoras provocadas, al parecer,
por un endurecimiento de los requisitos. Les dijeron que tendrían
que esperar otros cinco años. "Para mí fue tremendo emocionalmente.
Sentí una impotencia terrible. No sabía a quién acudir, no podía
hacer nada", expresa Conchi con tristeza.
Adopción monoparental:
más difícil todavía
A estos factores que han
complicado la adopción internacional, Adolfo García Garaikoetxea
añade uno que ha resultado determinante: el rechazo de muchos países
(entre ellos Rusia) a que los homosexuales puedan adoptar –una
opción legal España desde la aprobación del matrimonio gay en 2005–,
que los ha llevado a no permitir la adopción por parte de personas
sin pareja. Es el caso de Eva, que prefiere dar un nombre falso y
modificar algunos detalles de su historia para poder contar cómo ha
vivido la experiencia.
Hace cuatro años decidió que
quería tener un hijo sola, y en julio de 2010, tres meses después de
la primera reunión informativa, le mandaron su expediente y "comenzó
la aventura". Ese año, las listas en España estaban cerradas, y
había pocas opciones para una familia monoparental: en Bulgaria las
ECAI estaban saturadas y daban prioridad a las parejas, en India
estaban centrados en la adopción desde Estados Unidos… Así que "ya
casi llorando, porque lo veía imposible", Eva llamó a una ECAI que
trabajaba en Honduras. Allí admitían mujeres, había una lista única
para parejas y personas solas, y podía elegir un niño menor de 5
años.
Pasaron ocho meses desde que
realizó la solicitud hasta que la Comunidad de Madrid comenzó el
estudio. Califica la primera entrevista como un infierno. La
trabajadora social cuestionó su sexualidad y le preguntó "mil veces"
por qué quería ser madre y todos los detalles de su vida cotidiana,
de sus relaciones amorosas y de su familia.
Ella nunca había querido ser
madre biológica, ya que "con tantos niños sin padres" le parecía
mejor adoptar, así que tuvo que mentir y apelar a un problema de
salud para justificar por qué no había intentado la inseminación
artificial antes de plantearse la adopción. "Para ellos, lo primero
que tienes que hacer es intentar quedarte embarazada de una pareja;
después, inseminarte, y sólo en último término adoptar. Te dicen que
si quieres ayudar te vayas a una ONG. Salí de la entrevista
llorando", rememora.
Tras otra entrevista y una
visita domiciliaria, por fin en mayo de 2012 pudo firmar el contrato
con la ECAI para iniciar el proceso de adopción. Desde Honduras le
pidieron nuevos análisis, fotos de la casa y más papeles, hasta que
un año después le dieron el visto bueno a su expediente. Ya ha
terminado el curso de formación, y calcula que aún le falta
alrededor de año y medio para ser madre.
Ponerse en el lugar del
niño
Al igual que las leyes de
adopción han ido cambiando, también lo ha hecho la perspectiva de
las asociaciones, explica García Garaikoetxea: "Comprender que no
por iniciar los trámites adquirimos el derecho de adoptar –porque
ese derecho no existe– nos ha hecho dejar de trabajar para acortar
los plazos y aceptar que la Administración debe tomarse su tiempo
para un acto de tanta responsabilidad como es declararte idóneo".
Para el coordinador de CORA
resulta esencial que tanto administraciones como familias aprendan a
prorizar el interés de los niños. La mayoría de las familias quiere
un bebé sano, "cuando el perfil de niños adoptables, tanto en España
como en el extranjero, es un perfil de necesidades especiales: con
patologías, mayores o grupos de hermanos". Según él, la mecánica
debería ser distinta, similar a la que ya opera en Navarra para
adopciones nacionales: en el momento del abandono se busca a la
familia que mejor puede atender a ese menor determinado,
independientemente de la fecha en la que ésta se haya ofrecido.
"Esto exige que padres y
madres asuman la posibilidad de una espera más larga en beneficio
del niño", sostiene García Garaikoetxea, que por otro lado pide a
las administraciones que no dilaten los procesos artificialmente de
forma que, cuando se inicia una tramitación que va a durar cinco o
seis años, en realidad "se está adoptando a menores que aún no han
sido abandonados", mientras los que ya han sufrido este problema
siguen en los orfanatos y tienen cada vez menos probabilidades de
ser elegidos por alguna familia.
David dice que
ahora podrían pagar una adopción internacional, pero que están
agotados y no se plantean seguir intentándolo. Además, ya son una
familia con sus dos hijas en acogida. Conchi cree que su marido está
harto de la burocracia y que, cuando en 2015 caduque su idoneidad,
no estará dispuesto a empezar de nuevo. Si todo va bien, antes de
dos años Eva tendrá a su hijo con ella. En total, calcula que se
habrá gastado alrededor de 25.000 euros, y habrá pasado un lustro
desde que comenzó todo. Al menos ella lo habrá conseguido.