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Banalidad del mal
La expresión banalidad
del mal fue acuñada por
Hannah Arendt (1906-1975),
teórica política
alemana, en su libro
Eichmann en Jerusalén, cuyo subtítulo es Un informe
sobre la banalidad del mal. En la actualidad la frase es
utilizada para describir el mal como algo que no nace del
individuo, sino de las circunstancias. Por ejemplo, si un
policía mata a alguien para defender a una autoridad, no comete
un "mal" acto, sino que es un funcionario eficiente.
Los antecedentes de la frase
En 1961, en
Israel, se inicia el juicio a
Adolf Eichmann por
genocidio contra el
pueblo judío durante la
Segunda Guerra Mundial. El juicio estuvo envuelto en una
gran polémica y muchas controversias. Casi todos los periódicos
del mundo enviaron periodistas para cubrir las sesiones, que
fueron realizadas de forma pública por el gobierno israelí.
Además de crímenes contra el pueblo judío, Eichmann fue
acusado de
crímenes contra la humanidad y de pertenecer a un grupo
organizado con fines criminales. Eichmann fue condenado por
todos estos crímenes y ahorcado en 1962, en las proximidades de
Tel Aviv.
Una de las corresponsales presentes en el juicio, como
enviada de la revista
The New Yorker, era Hannah Arendt.
El libro
En 1963, basándose en sus reportajes del juicio y sobre todo
su conocimiento filosófico-político, Arendt escribió un libro
que tituló Eichmann en Jerusalén. En él, describe no
solamente el desarrollo de las sesiones, sino que hace un
análisis del «individuo Eichmann».
Según Arendt, Adolf Eichmann no poseía una trayectoria o
características
antisemitas y no presentaba los rasgos de una persona con
carácter retorcido o mentalmente enferma. Actuó como actuó
simplemente por deseo de ascender en su carrera profesional y
sus actos fueron un resultado del cumplimiento de órdenes de
superiores. Era un simple burócrata que cumplía órdenes sin
reflexionar sobre sus consecuencias. Para Eichmann, todo era
realizado con celo y eficiencia, y no había en él un sentimiento
de «bien» o «mal» en sus actos.
In diesen letzten
Minuten war es, als zöge Eichmann selbst das Fazit der
langen Lektion in Sachen menschlicher Verruchtheit, der
wir beigewohnt hatten - das Fazit von der furchtbaren »Banalität
des Bösen«, vor der das Wort versagt und an der das Denken
scheitert. |
Fue
como si en aquellos últimos minutos [Eichmann] resumiera
la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado,
la lección de la terrible banalidad del mal, ante
la que las palabras y el pensamiento se sienten
impotentes. |
Arendt,
Eichmann en Jerusalén1
La frase
Para Arendt, Eichmann no era el «monstruo», el «pozo de
maldad» que era considerado por la mayor parte de la prensa. Los
actos de Eichmann no eran disculpables, ni él inocente, pero
estos actos no fueron realizados porque Eichmann estuviese
dotado de una inmensa capacidad para la crueldad, sino por ser
un burócrata, un operario dentro de un sistema basado en los
actos de exterminio.
Sobre este análisis Arendt acuñó la expresión «banalidad del
mal» para expresar que algunos individuos actúan dentro de las
reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus
actos. No se preocupan por las consecuencias de sus actos, sólo
por el cumplimiento de las órdenes. La tortura, la ejecución de
seres humanos o la práctica de actos «malvados» no son
considerados a partir de sus efectos o de su resultado final,
con tal que las órdenes para ejecutarlos provengan de estamentos
superiores.
Hannah Arendt discurre sobre la complejidad de la
condición humana y alerta de que es necesario estar siempre
atento a lo que llamó la «banalidad del mal» y evitar que
ocurra.
Hoy la frase es utilizada con un significado universal para
describir el comportamiento de algunos personajes históricos que
cometieron actos de extrema crueldad y sin ninguna compasión
para con otros seres humanos, para los que no se han encontrado
traumas o cualquier desvío de la personalidad que justificaran
sus actos. En resumen: eran «personas normales», a pesar de los
actos que cometieron.
Crítica
El concepto de la «banalidad del mal» ha sido criticado por
varios intelectuales y analistas, sobre todo en
Israel. Sobre todo, la expresión «banalidad» en relación a
un asesino en masa fue atacada desde diferentes frentes, entre
otros también por
Hans Jonas.
Raul Hilberg también criticó la idea de la «banalidad del
mal».2
Por ejemplo, en un artículo en la revista británica de
psicología The Psychologist,
S. Alexander Haslam y
Stephen D. Reicher argumentaban que los crímenes a la escala
con que Eichmann los realizó no pueden ser cometidos por
«personas corrientes». Las personas que cometen ese tipo de
crímenes «se identifican activamente con grupos cuya ideología
justifica y condona la opresión y destrucción de otros». Es
decir, saben que están cometiendo un crimen, pero simplemente
encuentran un modo de justificarlo.3
Otros autores como
Maximiliano Korstanje enfatizan en las limitaciones de
Arendt en la forma en que funciona el temor político. Estas
incongruencias la llevaron involuntariamente a considerar al mal
desde una perspectiva trivial. Las personas pueden cometer
crímenes horrendos simplemente cuando manipulan el discurso
ético de una época. Personas como Eichmann, incluso,
voluntariamente pueden pensar que están siendo parte de algo
bueno, excepcional que se sustenta por un profundo quiebre
histórico que transforma la frustración en narcisismo. Empero
ello no autoriza a hablar de "banalidad del mal", sino de una
inclinación voluntaria. No obstante, la crítica sobre Arendt no
ha sido del todo fundada. Por lo pronto, ella ha proporcionado
una guía útil para comprender por qué el hombre renuncia a su
capacidad crítica (libertad). Eichmann es enjuiciado en
Jerusalem no por sus crímenes, sino para solventar un discurso
superficial que lo condena; esta superficialidad no es monopolio
de un sistema político sino se encuentra presente incluso en las
democracias. El miedo, y no la banalidad del mal, hace que el
hombre renuncie a su voluntad crítica; empero es importante no
perder de vista que en ese acto el sujeto sigue siendo
éticamente responsable de su renuncia.4
Influencia posterior
El
experimento de Milgram, realizado por
Stanley Milgram, y el
experimento de la cárcel de Stanford parecen confirmar la
tesis de Arendt. Milgram se apoyó en el concepto de la
«banalidad del mal» para explicar sus resultados de sumisión a
la autoridad.
Rony Brauman y
Eyal Sivan han realizado una película basándose en los
archivos del proceso a Eichmann, titulado Un especialista,
y un libro, titulado Elogio de la desobediencia,
prolongando su reflexión sobre la sumisión a la autoridad como
instrumento de la barbarie en los conflictos contemporáneos.
Referencias
-
↑
Eichmann en Jerusalén,
Barcelona 1999, pág 368, traducción del inglés de Carlos
Ribalta; original alemán: Eichmann in Jerusalem. Ein
Bericht von der Banalität des Bösen. Múnich 1986, pág.
371.
-
↑
Eichmann war nicht
banal (Eichmann no era banal), Die Welt, 28 de
agosto de 1999
-
↑
"Questioning the banality of evil", The Psychologist,
vol. 21 (enero de 2008). Enlace consultado el 15 de febrero
de 2009.
-
↑ Korstanje,
M. 2010. "Corey Robin : el miedo historia de una idea
política". Revista de Filosofía Dianoia. Vol 55 (65), pp.
249-258
Bibliografía
- Hannah Arendt,
Eichman in Jerusalem :
A Report on the Banality of Evil, New York, The Vinking
Press, 1963
Enlaces externos