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Un viaje desde África para buscar a su hijo
Una joven guineana reclama al menor a la Junta y a la familia que lo acoge tras
cruzar el Estrecho
Javier Martín-Arroyo
Algeciras 24
SEP 2016

Relato de Mariam Berete, la madre biológica de un
menor en preadopción. PACO PUENTES
Mariam Berete tiene un hijo de cuatro años en Andalucía pero desconoce si
algún día volverán a convivir. El reencuentro está en manos de la justicia.
Hace dos años y medio que el
menor está acogido en preadopción con
una pareja y ahora la Audiencia de Cádiz debe decidir si su infancia
mejorará junto a esa familia o con su madre, de la que fue separada cuando
tenía 11 meses. Una tía suya lo secuestró entonces sin previo aviso para
cruzar el Estrecho y aumentar sus posibilidades de quedarse en España. Y ahí
comenzó la búsqueda de esta joven con miles de kilómetros, pesadillas,
burocracia y final incierto.
El caso del niño asturiano acogido por una familia de Sueca (Valencia) y
que ha vuelto con su madre biológica María José Abeng, decisión
ratificada por el Tribunal Supremo, ha puesto de relieve las complejas
aristas de los casos de desamparo de menores, una realidad habitual pero que
aflora cada cierto tiempo en los medios de comunicación. Existen similitudes
entre lo vivido por María José, de 19 años, y Mariam, de 20. El periplo de
esta última, iniciado con 14 años desde su país de origen, Guinea, hasta
Marruecos, y de vuelta a Guinea-Bissau para regresar al país magrebí y
finalmente cruzar hasta la Península, denota su perseverancia.
Después de que su madre la abandonara, Berete relata que sobrevivía con dos
hermanas y su tía Fátima en Guinea, donde su padre quería casarla con un
primo. Antes de la boda, su tía la forzó a viajar con ella para probar el
sueño de Europa. Juntas atravesaron Mali y Mauritania en coche y autobús
hasta llegar a Marruecos. En el trayecto fue
agredida sexualmente en
varias ocasiones, por diversos hombres y quedó embarazada. Dio a luz en
Rabat y cuando el bebé tenía 11 meses, un mediodía a principios de 2012
regresó a casa y se vio sola. Cuenta que su tía le había arrebatado a su
hijo para cruzar
el Estrecho en patera. Su objetivo era asegurarse de que las autoridades
no la expulsaban de España.
“Yo
no quería venir por el miedo al mar. Sabía que estaba preparando el viaje,
pero nada más. Cuando se fue me quedé sola mucho tiempo”, explica en
Algeciras. Así, sin nadie y sin nada tuvo que sobrevivir. Poco después un
joven le ofreció ayuda para trabajar en una farmacia en Guinea-Bissau, donde
se quedó otro año y medio. Tenía techo y comida pero también continuas
pesadillas sobre el destino de su bebé. “Ahí decidí que no me importaba
cruzar el mar. Conocí un chico y después de hacer todo por convencerme para
quedarme, finalmente me consiguió un pasaporte y me pagó el transporte hasta
Marruecos desde Senegal”, narra.
Desde Nador atravesó de manera accidentada los controles policiales de la
frontera con Melilla hasta acceder al centro de internamiento de
inmigrantes. Allí explicó la búsqueda de su niño a los asistentes, hasta que
obtuvo un permiso de residencia temporal para acceder a Cruz Roja en
Algeciras, donde pensaba que estaba su bebé. Berete cruzó el Estrecho el 29
de abril de 2015 con la esperanza de ver cuanto antes a su hijo. Como su tía
le había puesto su propio apellido, tardó semanas en comprender que el menor
vivía con una familia andaluza de acogida y por tanto el rencuentro no sería
inmediato.
Durante el verano de 2015 le avisaron de que su madre, Oumou Doumbuoya, que
vivía en Reino Unido, la buscaba. Y entonces la joven comprendió qué había
pasado con su bebé desde que tres años atrás cruzó el Estrecho de Gibraltar
en patera con su tía Fátima. Cuando llegaron a Tarifa, la tía dijo que el
bebé era suyo pero Cruz Roja sospechó que algo no encajaba y avisó de un
posible caso de trata
de personas. La policía activó el protocolo y realizaron la prueba de
ADN a la mujer y al bebé, que se quedó tutelado en un centro de la Junta
de Andalucía a la espera de
los resultados. Cuando la prueba demostró que Fátima no era su madre, la
mujer ya había huido a Francia. Los técnicos de la Junta indagaron sobre
posibles familiares que se hicieran cargo de la tutela del bebé y
localizaron a su abuela Doumbuoya en Reino Unido aunque no a su madre, que
estaba más cerca, en Rabat. Los técnicos conocieron la identidad de la madre
pero no su ubicación, ya que Doumbuoya solo mencionó que vivía “en el norte
de África”.
Cuando contactaron con su abuela, los servicios sociales ingleses estudiaron
si esta era idónea para encargarse de un bebé, pero comprobaron que padecía
problemas mentales y había puesto en peligro los dos hijos que tenía en el
municipio inglés de Croydon. Desechada esa posibilidad, en mayo de 2014 el
Gobierno andaluz optó por dar el bebé en acogimiento preadoptivo a una
familia y lo comunicó a la embajada de Guinea y al Ministerio de Asuntos
Exteriores. Mientras, su madre ignoraba esta búsqueda para darle al menor un
hogar.
Hoy Berete vive en un piso de la Fundación Cruz Blanca en Algeciras después
de un año y medio en España. Poco después de su llegada, la prueba
de ADN demostró que eran
madre e hijo. En septiembre de 2015 acudió a los tribunales de lo
contencioso-administrativo para revertir la situación y anular la
preadopción puesta en marcha por el Ejecutivo autonómico. El pasado
noviembre su abogado presentó un recurso ante la titular del Juzgado de
Primera Instancia 2 de Cádiz, Concepción Carranza, que un mes antes había
otorgado firmeza al acogimiento preadoptivo de la Junta. El recurso de la
joven, por el que demostraba que era la madre del menor, paralizó el proceso
de acogimiento por parte de la familia.
A
la espera de una resolución, Berete se muestra desesperada por los plazos de
la justicia española y por la imposibilidad de ver a su hijo, siquiera en
visitas concertadas. “Si pudiera hablar con la familia de acogida, le
suplicaría que me devuelva a mi hijo porque ellos no tienen la culpa de
nada. Le suplicaré y explicaré que yo no abandoné a mi hijo, que solo fueron
las circunstancias. Una madre tiene derecho a estar con su hijo, aunque yo
no les impediré estar con él. No sé si saben que yo le estoy buscando”,
añade.
El
Gobierno andaluz se opone a que la madre vea al niño “por el interés
superior del menor”. Berete dice que se siente observada y a veces juzgada
por un periplo que ha repetido hasta la saciedad a autoridades, ONG,
abogados y ahora a un periodista. “Cuando me miran de soslayo me parece que
sospechan sobre si mis frases son verdad. Aquí siempre me han dicho que debo
mirar a los ojos para que sepan si miento o digo la verdad”, lamenta.
A la espera del juicio en la Audiencia
Mariam Berete está a la espera de que la Audiencia de
Cádiz dicte sentencia sobre su caso. Antes, el Gobierno andaluz se había
opuesto a que la joven eduque a su hijo. “No se argumenta la situación en la
que ha permanecido la madre desde diciembre de 2012 hasta junio de 2015, que
le ha impedido ocuparse de su hijo”, reprocha el escrito del Ejecutivo.
Mientras, la fiscalía dio una de cal y otra de arena: dictaminó que la Junta
había actuado correctamente en ausencia de la madre y planteó que la
aparición de la progenitora puede llevar “a reestudiar la situación familiar
del menor”. El abogado de la joven, Rafael Huertas, denuncia: “La opción más
sensata habría sido un acogimiento simple, sin preadopción. Pero la Junta se
propasa en sus competencias y hace lo que le place”.
Esperanza Jorge, de la Fundación Cruz Blanca, ayuda a Berete en su formación
[la chica habla ocho idiomas]: “Entiendo que la Junta pensaba que había una
ausencia de la madre, pero ¿cómo podemos imaginar que una madre de 16 años
sin medio de subsistencia en Marruecos reclame un hijo a las autoridades
españolas?”.
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