Con unos días de separación, se
presentan en los juzgados una decena de menores que denuncian malos tratos
por parte de quienes tienen la responsabilidad de su guarda. De inmediato,
la institución responsable de la tutela fija su posición y la hace pública
con un comunicado firmado por la diputada correspondiente: todo son
falsedades. Nuevamente observamos una forma de actuar que conocemos
sobradamente: descalificar, por sistema, lo que afirmen los menores. Ya se
sabe, son mentirosos.
Esta forma de actuar supone una
discriminación, una más, hacia estos menores. Veamos esta afirmación a
tenor de lo que regula la Ley 3/2005 de Atención y Protección a la
Infancia y la Adolescencia que, recordamos, es legislación propia de la
CAPV.
La ley proclama (art.4) como principio
inspirador básico de las decisiones y actuaciones el interés superior de
los adolescentes y la protección de sus derechos en orden a garantizar su
desarrollo. Y precisa: «Para la determinación de ese interés se atenderá
en primer término a las necesidades y derechos de la persona menor de edad,
se tendrán en cuenta sus opiniones y deseos y se considerará su
individualidad».
El art. 16 establece que tienen
derecho a ser oídos en cualquier procedimiento administrativo o judicial en
que se encuentren directamente implicados.
El art. 17 recoge que tienen derecho a
poner en conocimiento del ministerio fiscal las situaciones que consideren
que atentan contra sus derechos con el fin de que éste promueva las
acciones oportunas. El mismo artículo señala que las personas que ejerzan
la patria potestad, tutela o guarda quedan obligadas a la defensa de tales
derechos, y las administraciones públicas competentes a velar por su
adecuado ejercicio y a poner en marcha los mecanismos necesarios para
cumplir con esos objetivos. Y, en aquellos casos en los que pudiera existir
un conflicto de intereses entre la persona menor de edad y la entidad pública
bajo cuya guarda o tutela se encuentre, deberá ponerse en conocimiento de
la persona menor de edad su derecho a contar con un defensor judicial.
Y el art. 80 prescribe el derecho a
ser oídos en las decisiones de trascendencia que les afecten.
Pues bien, nada de todo lo que
acabamos de indicar que recoge la ley se está cumpliendo en este caso. No sólo
no se han tenido en cuenta las opiniones de estos menores, sino que ni
siquiera se les ha escuchado. Resulta realmente increíble que, ante la
gravedad de las acusaciones, y antes de llegar a formarse una opinión y
adoptar una posición, ni siquiera procedan a escuchar a los menores qué
tienen que decir. Porque es, como acabamos de transcribir, un derecho que
les reconoce la ley y, por tanto, una obligación para la administración.
Pues bien, ésta prescinde de ese derecho y decide ya que mienten.
Tampoco se ha respetado la obligación
que tiene la administración de garantizar el derecho de estos menores a
recurrir al ministerio fiscal. Hemos sido testigos directos de la actuación
de uno de los trabajadores del centro aludido que, a las puertas del juzgado
intentó disuadirles de que ejercieran dicho derecho amenazándoles,
inclusive, con que si lo hacían serían repatriados.
Y, claro está, para nada se ha
informado a los menores, ante el conflicto de intereses con la entidad que
ejerce la tutela y la guarda, de su derecho a contar con un defensor
judicial.
Y ya puestos, la nota del Departamento
indica que el único objetivo de lo que se ha publicado es denostar el
programa de atención existente y la actuación de los técnicos. Pues bien,
hemos de decir que la actuación, en este caso, de SOS Racismo no sigue esos
parámetros. En primer lugar, en relación al segundo grupo de menores
denunciantes, que es con los únicos con los que se ha relacionado esta
organización, lo único que hemos hecho ha sido facilitarles lo que ellos
querían: ir al juzgado a denunciar su situación. Y al jugar este papel no
hacemos sino cumplir con los objetivos para los que está creada nuestra
asociación y lo que indica la ley, que subraya la necesidad de sensibilizar
a la sociedad con objeto de prevenir los malos tratos.
En segundo lugar, las primeras
gestiones las hicimos directamente con Diputación, entrevistándonos con la
dirección del Departamento, a quien hicimos llegar un dossier en el que se
recogía la información que teníamos en la esperanza de encontrar alguna
receptividad para tratar de investigar y modificar las actuaciones que no se
ajustaran a derecho. Sólo tras su negativa a tomar en consideración
cualquiera de las cuestiones que planteábamos es como seguimos adelante con
el resto de gestiones: acompañamiento a los menores a Fiscalía, entrevista
con los servicios del Ararteko, etc.
Desde SOS Racismo, pedimos que no se
haga de esta cuestión una guerra partidista, ni se intente desviar señalando
intereses ocultos. Estamos ante unas denuncias que exigen una intervención
seria de investigación. Los adolescentes afectados tienen derecho a ello, y
la sociedad a saber cómo funcionan los servicios públicos.
SOS Racismo siempre ha mostrado su
disposición a colaborar, también con la administración, en los problemas
que surjan en la atención a estos menores. Si se quiere ignorar esto, será
otra prueba de la incapacidad de aprovechar todos los recursos existentes en
esta sociedad para lo que debería ser una tarea común.