

https://www.eldiario.es/andalucia/enclave_rural/medio_ambiente/mercado-democracia-interes-generaciones-futuras_0_745776300.html
ENTREVISTA | José Esquinas. 30 años en la FAO José Esquinas, 30 años en la
FAO)
"Ni el mercado ni la democracia tienen interés en las
generaciones futuras"
José Esquinas, que ha trabajado 30 años en la
organización de Naciones Unidas que lucha contra el hambre, sostiene que "el
cambio climático es solo uno de los efectos del comportamiento irresponsable
del ser humano con la naturaleza"
Asegura que "algo falla en un sistema que produce más
de lo que necesita, pero la gente muere de hambre"
Cree que "la ética es la que nos permite alimentar a
la humanidad respetando el planeta"
El próximo 6 de marzo, José Esquinas participará en la mesa redonda sobre
cambio climático de Sevilla
Alejandro Ávila
05/03/2018

"Para las generaciones futuras,
el daño puede ser tan grande que la vida sobre nuestro planeta no sea posible.
Ni el mercado ni la democracia tienen interés en las generaciones futuras. Como
no votan y no consumen, no están representados. Las generaciones futuras no han
nacido, peropodemos crear la figura del
defensor de las generaciones futuras."
"Lo ideal sería un cuerpo judicial intergeneracional, porque no
tenemos derecho a privar de vivir o respirar a las generaciones futuras. El
defensor de las generaciones futuras debería ser similar a la del defensor del
pueblo. Es una manera de complementar las democracias modernas, poniéndole
cara al medio ambiente, la cara de nuestros nietos o bisnietos."
Cuenta el propio José Esquinas, que nació en 1945 en el seno de
una familia de agricultores manchegos, que en los años 70 ya andaba “preocupado
por la perdida irreversible de biodiversidad agrícola" y recolectó más de 300
variedades tradicionales de melón. Poco después se doctoró en genética en la
Universidad de California y terminó trabajando durante 30 años en la FAO, la
organización de Naciones Unidas que lucha contra el hambre. Gracias a su impulso
del Tratado Internacional de Recursos Fitogenéticos, firmado por 140 países,
existe un banco de conservación de semillas de especies agrícolas. Son una pieza
fundamental en la lucha contra el hambre y el cambio climático.
¿A qué peligros nos enfrentamos
habiendo perdido el 80% de las variedades de semillas?
Cualquier pérdida de diversidad es negativa, sobre
todo ante unos cambios impredecibles. Mientras más diversidad tengamos, con
más capacidad de adaptación a las nuevas condiciones contaremos. Cuando yo
era niño, veías variedades de tomates, melón y sandía en cada localidad. La
pérdida de diversidad para los cultivos más importantes, supone una
vulnerabilidad mucho mayor ante cualquier cambio ambiental. Las variedades
que estaban adaptadas a un lugar, pasan a estar obsoletas. Las variedades
comerciales son uniformes y estables por ley, de manera que ante cualquier
cambio, tienes que volver a cambiarlas.
Afirma que “la
biodiversidad agrícola es la despensa de la Humanidad”. ¿Qué quiere decir?
Sin la biodiversidad, no puede haber ni agricultura
sostenible ni alimentación sana. A esa diversidad biológica se le ha llamado
oro verde. A nivel de especies, según datos de la FAO, el ser humano ha
utilizado entre 7.000 y 10.000 especies para la agricultura. Hoy en día,
sólo cultivamos 135 a nivel mundial. Hay miles de especies infrautilizadas,
porque el proceso de mercantilización de las semillas ha llevado a
abandonarlas. En los Andes, la cañihua, el cajú o la arracacha fueron la
base de un imperio de 5.000 km de longitud, pero en Occidente ni siquiera
sabemos de su existencia. El teff, esencial en Etiopía, también lo
desconocemos. Esas especies no se han perdido, pero sí son desconocidas para
el resto del mundo.
¿Como ocurría con la
quinoa hace unos años?
La quinoa se ha convertido en un tesoro para
Occidente cuando la descubrimos a raíz de que la FAO la convirtiera en 2013
en cultivo del año. En la época de los incas, era un cultivo sagrado, pero
con la conquista pasó a ser un cultivo maldito. La FAO cogió este cultivo,
simbólicamente, en 2013 y divulgó sus cualidades, convirtiéndose de nuevo en
un cultivo milagroso. Es un ejemplo de infrautilización de especies. Si
dentro de unos decenios, no se va a poder seguir cultivando ni la vid ni el
olivo en nuestro país y va a pasar a cultivarse en Centroeuropea, hay que
sustituirlos por otros cultivos. Necesitamos ese acervo de cultivos, ya que
con el cambio climático adquieren una nueva dimensión. Son necesarios,
porque van a estar adaptados a las nuevas condiciones climáticas. Hay otro
tipo de biodiversidad de la que no se habla, de la diversidad dentro de cada
variedad, la diversidad de genes le permite que unos genes sean
seleccionados frente a otros. Es la base de la adaptación.
¿Qué aprendió
sobre la alimentación, tras visitar la biodiversidad agrícola de más de 120
países?
He conocido una enorme diversidad cultural y eso
significa conocer una enorme diversidad agrícola. Hay muchos sistemas
agrícolas adaptados a las condiciones agrícolas, a sus necesidades y sus
gustos locales. Lo que aprendí es que están adaptados a las necesidades, el
clima, el suelo y el grado de desarrollo de cada sitio. El tipo de
alimentación está unido a las necesidades del ser humano. En cada una de
estas culturas, ves una serie de asociación de cultivos. Siempre hay un
equilibrio entre cultivos que te proporcionan proteínas, hidratos y grasas.
Son milenios de adaptación. Cuando hay una proceso de uniformización por la
mercantilización, s pierde toda esa inmensa riqueza acumulada durante
milenios.
¿Podemos cultivar de
una manera más sostenible garantizando la seguridad alimentaria?
Sin lugar a dudas. La situación hoy en día es
insostenible, no nos queda más remedio. El sistema agrícola predominante
produce mucho más de lo que necesitamos para alimentar a la humanidad y sin
embargo hay más de 800 millones de hambrientos y mueren entre 35.000 y
40.000 personas a diario como consecuencia del hambre y la malnutrición. Es
evidente que algo falla en un sistema que produce más de lo que necesita,
mientras hay gente que muere de hambre. El cambio climático es solo uno de
los efectos del comportamiento irresponsable del ser humano con la
naturaleza. Al año, se pierden o desperdician 1.300 millones de toneladas
métricas en todo el mundo, terminando gran parte de ella en la basura.
¿Y en España?
En el caso de España, son 7.7 toneladas métricas: 169
kilos por habitante y año. El 30% de esos alimentos va en envases sin abrir.
Para producir esos alimentos que no se va a comer nadie, hemos utilizado 28
veces la superficie de Españ. Hemos utilizado 250 kilómetros cúbicos, la
cuarta parte del agua dulce utilizada en el planeta para alimentación y
agricultura. Es decir, 300 millones de barriles de petróleo, con los que
estamos contribuyendo al cambio climático, con entre un 15% y un 18% de los
gases de efecto invernadero. Es insostenible. Si fuésemos más racionales al
comprar, probablemente estaríamos contribuyendo a reducir el cambio
climático.
Usted cuenta que en
su niñez, los alimentos eran sagrados: "el pan que caía al suelo se recogía,
se besaba y se comía". ¿Qué ha cambiado?
Los alimentos antes eran sagrados y ahora se producen
solo para su mercantilización. El alimento se produce para venderse, para
enriquecerse y pasa a ser una mercancía más. No importa que sea sano o
llegue a la boca del consumidor, sino venderlo. Eso se ve muy bien con los
oligopolios, como la reciente fusión de Bayer y Monsanto, que conlleva un
control del 70% de las semillas comerciales por un pequeñísimo grupo de
apenas tres empresas.
¿Necesitamos un
cambio de paradigma ético para enfrentarnos al cambio climático?
La solución a todo esto es que no perdamos el control
de nuestra agricultura y nuestra alimentación. Hace falta la soberanía
alimentaria, para que se produzca lo más cerca posible de casa, la
localización de la producción, la diversificación. No podemos seguir
dependiendo de pocas especies y pocas variedades de semillas. Mientras más
diversifiquemos, mejor para nuestra salud y para nuestro medio ambiente.
Necesitamos una humanización de la agricultura: la tierra no nos pertenece,
nosotros pertenecemos a la tierra. Hace falta un sistema agrícola
diversificado, donde conviva la agricultura ecológica, urbana, periurbana e
industrial.
¿La clave de la
supervivencia de la humanidad está en que la ciencia nos ayude a pensar a
largo plazo?
La ciencia nos da información y nos proporciona
instrumentos, como la tecnología, para actuar. El objetivo es fundamental:
aplicar la sostenibilidad. Y ahí es donde entra la ética, ya que la ciencia
sin conciencia es la ruina del alma. La ciencia nos da conocimiento para
saber qué pasa y qué va a pasar, pero también para acelerar el proceso de
destrucción, ya que yo puedo aplicar esa ciencia en un sentido u otro. La
agricultura es la transformación de los recursos naturales en alimentos.
Aplico la tecnología para transformar los recursos en alimentos, pero la
ética es la que nos permite alimentar a la humanidad respetando el planeta.
Sin embargo, si el control de la ciencia y la tecnología están solo para
enriquecernos, entonces estamos perdidos, porque tenemos una capacidad
enorme para destruir el planeta.
¿Traerá el cambio
climático más hambre?
Depende de cómo lo manejemos. El cambio climático
conlleva unas condiciones más difíciles. Necesitamos frenar las causas que
provocan el cambio climático, la agresión al planeta y el menosprecio de los
recursos. Si reducimos el consumo y apostamos por el decrecimiento, entonces
podemos frenar los cambios climáticos en la medida de los posible. El cambio
climático tiene efectos sobre la alimentación humana, sin lugar a dudas. Las
cosechas se reducen constantemente, los cultivos van a ser distintos y la
volatibilidad de las situaciones provoca un daño irreparable, que causa
éxodos de población.
¿En qué consiste su
propuesta de la Defensoría de las Generaciones Futuras?
Para las generaciones futuras, el daño puede ser tan
grande que la vida sobre nuestro planeta no sea posible. Ni el mercado ni la
democracia tienen interés en las generaciones futuras. Como no votan y no
consumen, no están representados. Las generaciones futuras no han nacido,
pero podemos crear la figura del defensor de las generaciones futuras.
Suena a ciencia
ficción…
Lo ideal sería un cuerpo judicial intergeneracional,
porque no tenemos derecho a privar de vivir o respirar a las generaciones
futuras. El defensor de las generaciones futuras debería ser similar a la
del defensor del pueblo. Es una manera de complementar las democracias
modernas, poniéndole cara al medio ambiente, la cara de nuestros nietos o
bisnietos.
|