R.?M.?D trabajó como educador durante
dos años en un centro de protección de menores con trastornos de conducta en
la comunidad de Castilla- La Mancha. Algunos de estos centros, conocidos como
terapéuticos, han sido denunciados en un informe del Defensor del Pueblo que
se hizo público el lunes, por abusar y maltratar a los menores que viven en
ellos.
R.?M.?D conversó con La Voz ayer y señaló
que «lo que dicen los medios de ese informe es verdad». Explicó que su
experiencia como educador en el centro, donde había menores de entre 10 y 18
años, «fue bastante dura, porque me sentía como un carcelero». Aunque
estudió psicología, afirma que fue contratado «no por mi formación
profesional, sino por mi contextura física», y asegura que el director del
centro le explicó que eso era importante «para contener e intimidar a los
chicos». «Pero tres personas de más de un metro ochenta reduciendo a un
chico de 13 años de forma violenta, pueden hacerle mucho daño», lamentó.
Tal y como lo detalla el informe del
Defensor, este educador confirmó que fue testigo de los diferentes castigados
impuestos a los adolescentes: «La mayoría de las sanciones eran de
aislamiento, ya fuera en su habitación, que no es más que una celda con un
camastro, o en la sala de contención, que tiene las paredes de goma espuma»,
dijo. Además, aclaró que «aunque el máximo permitido de aislamiento era de
24 horas, los sacaban y los volvían a meter, por lo que había sanciones en
cadena de hasta siete días».
Otros castigos «eran increíbles»,
afirmó, como «ponerlos a cavar una zanja de 8 de la mañana a 2 de la tarde
para después rellenarla, u obligarlos a hacer ejercicio físico excesivo,
hasta hacerlos llorar». R.?M.?D explicó que la conducta de los niños y jóvenes
en estos centros es «conflictiva, la mayoría viene de familias
desestructuradas, pero se les castiga por cualquier cosa. Si por ejemplo uno
de ellos eructaba en la mesa, lo encerraban ocho horas en el cuarto de baño».
La conclusión que saca este educador es
contundente: «De ahí, muchos terminan pasando al reformatorio, y luego a la
cárcel».
Denuncias
«Hemos recibido denuncias por el uso de
celdas de aislamiento, por dejarlos sin comer un día como castigo por algún
mal comportamiento, o por suministrarles drogas como antipsicóticos o
antidepresivos», explicó ayer a La Voz José Luis Calvo, portavoz de la
Asociación Pro Derechos del Niño y de la Niña (Prodeni) y que desde hace años
«viene luchando para que esto se investigue y se dé a conocer». Según él,
«la administración no ejerce control sobre estos centros y muchos de ellos
se convierten en pequeños Guántamos: sitios sin ley ni regulación, donde
los menores no tienen derechos ni pueden denunciar lo que sufren», concluyó.