Patricia Ortega Dolz
Madrid, 25 de
septiembre 2020
Los detalles
que se conocieron ya en julio de 2017 sobre la
muerte de la pequeña Naiara Abigail Briones Benítez,
de ocho años, torturada durante horas y asesinada
por su “tiastro”, Ivan Pardo (de 35 años), en su
casa de Sabiñánigo (Huesca), hacían difícil escribir
una noticia sobre el asunto. Este jueves, tras un
juicio de una semana protagonizado por la crueldad
humana, el jurado popular ha considerado por
unanimidad “culpable” al acusado.
Con este
veredicto, el juicio ha quedado visto para sentencia
y será el magistrado Santiago Serena quien decida
ahora si condena a Iván Pardo a prisión permanente
revisable como pide la Fiscalía, ya que la víctima
es menor de 16 años. De ser así, se convertiría en
el primer caso con la pena máxima en la provincia de
Aragón.
Tanto Nieves Pena
(abuelastra de la niña y madre del principal
acusado) como Carlos Pardo (padrastro de Naiara)
estaban también acusados de participar en los malos
tratos previos a la pequeña, y de consentirlos,
respectivamente. El jurado ha estimado probado que
tanto Nieves Pena, como su hijo Iván, obligaron a la
niña a pemancer de rodillas sobre ortigas, grava,
arroz y sal, en más de una ocasión. Que le pegaban
(la autopsia revelaría después que la pequeña tenía
una antigua rotura de tibia que se había soldado
sola), le privaban del sueño para hacer los deberes,
le colocaban una diadema con orejas de burro y
pañales y la grababan con el móvil para compartir
esas torturas con otros miembros de la familia.
Según el tribunal, Nieves
Pena “no hizo nada para evitar los malos tratos” de
su hijo Iván, y considera que Carlos es también
culpable porque tampoco actuó pese a tener
conocimiento de lo que ocurría a través de las
grabaciones y comentarios que le enviaban por el
WhatsApp.
Los hechos
Los miembros del jurado han
considerado probado que el 6 de julio de 2017 Iván
Pardo llegó a su casa de su trabajo como guardia de
seguridad hacia las 8.30 de la mañana y comprobó si
Naiara, nacida en Argentina como su madre, había
hecho “los deberes”, tras obligarla a permanecer
toda la noche despierta y arrodillada sobre unas
piedras. Al revisar las tareas, el acusado,
acostumbrado a fuertes castigos recibidos en su
infancia por parte de su padre (un guardia civil
fallecido), consideró que la niña no los había
realizado de manera adecuada y, según reconoció el
mismo en el juicio, la sometió a torturas durante
cuatro horas y media. Le dio con los nudillos en la
cabeza, le puso descargas electricas con una raqueta
matamoscas, la ató de pies y manos, le metió un
calcetín en la boca, la azotó en la espalda y en las
plantas de los pies y finalmente le propinó fuertes
puñetazos y patadas con unas botas de puntera. Todo
delante de sus dos primas (también menores), con las
que convivía en esa casa de los horrores de su
padrastro mientras su madre trabajaba en un
municipio a 100 kilómetros. Según lo declarado en el
juicio, Iván Pardo llegó a impedir a sus sobrinas,
que presenciaron las torturas, que llamaran a los
servicios de emergencia cuando la niña Naiara ya
estaba inconsciente. La abuela, conocida como
cocinera en el municipio, aquella mañana se
encontraba trabajando fuera de la casa.
Hasta pasadas las 15.30 de
la tarde la niña no fue atendida por los servicios
sanitarios. Todos en aquel infierno de castigo
dijeron que se había caído por la escalera. Pero, al
llegar al hospital Miguel Servet de Zaragoza, los
médicos se dieron cuenta de que los testimonios no
se correspondían con las lesiones de la pequeña, que
falleció al día siguiente. Fueron las primas las que
se desmoronaron primero ante los agentes y
descubrieron la monstruosidad que se ocultaba tras
la puerta de aquel piso de protección oficial a la
entrada de Sabiñánigo.